Hipocresía vaticana: el progresismo bergogliano se convierte en “indietrismo”. José Arturo Quarracino.

18 Aprile 2024 Pubblicato da 1 Commento

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, José Arturo Quarracino, a quien agradecemos de corazón, ofrece a su atención este comentario sobre una reciente decisión del pontífice reinante. Feliz lectura y compartir.

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Hipocresía vaticana (I): el progresismo bergogliano se convierte al “indietrismo”

Mucha crítica al indiestrismo y a la fidelidad a la Tradición, pero ahora el papa Bergoglio recurre al pasado para manipular un título pontificio histórico, pero no el de Vicario de Jesucristo, al que renunció en el año 2020. En este caso, por lo menos nos regala un poco de coherencia, atributo totalmente ausente en su pontificado

1. A lo largo de sus 11 años de pontificado, Jorge Mario Bergoglio (aka Francisco) ha dado muestras evidentes de su objetivo de “reformar” la Iglesia, pero haciendo un corte total con el pasado bimilenario de la Iglesia Católica, por un lado dejando de lado el Magisterio bimilenario que lo ha precedido y la Tradición viviente, y por otro lado haciendo relecturas superficiales o falsas de la Sagrada Escritura, sin el menor sustento exegético, espiritual o místico, con interpretaciones psicológicas o intimistas, similares a las técnicas de autoayuda tan en boga. La última prueba de ello la ofreció en la oración del Regina Caeli del domingo próximo pasado, al reducir el anuncio kerigmático del Misterio de Jesucristo resucitado al “testimonio” individual creyente, poniendo el acento en “mí”, en el yo, no en Cristo: “¿Cuándo encontré yo al Señor? ¿Cuándo el Señor se hizo cercano a mí? Pensemos en silencio. ¿Y este encuentro con el Señor, lo he compartido para dar gloria al propio Señor? Y también, ¿he escuchado a los demás cuando me hablan de este encuentro con Jesús?”[1]. Típico psicologismo jesuítico, pero no jesuita.

El abandono y la prohibición de la Liturgia y el Rito en latín, también bimilenarios en la vida eclesial, para privilegiar una única forma de celebración litúrgica, la llamado Novus Ordo Missae promulgada por el papa Pablo VI en 1969, ha sido el otro gran paso para eliminar el vínculo entre la Tradición viviente de la Iglesia y la Nueva Era inaugurada por el pontificado bergogliano (según las divagaciones delirantes del porno teólogo cardenal de la Curia romana a cargo de la deformación de la Fe).

En realidad, el pontificado del actual Obispo de Roma no ha significado una continuidad ni una reforma de la Iglesia Católica, sino una ruptura con sus 2.000 años de historia, lo cual se ve claramente en la promoción de la sinodalidad como nueva forma exclusiva de la vida institucional, dejando de lado su esencia de católica, apostólica y romana, para convertirla en un organismo de deliberación parlamentaria, en el que sólo tiene el poder la cabeza suprema. Unido a ello se encuentra la primacía otorgada a la atención pastoral por sobre la concepción doctrinal, junto con el desplazamiento de Jesucristo como centro, fundamento y núcleo de la vida eclesial, reemplazado por la congregación de creyentes y no creyentes como valor supremo, unidos a través del diálogo horizontal.

Para reforzar esta “nueva” Iglesia bergogliana, don Jorge Mario se ocupó de desestimar y ningunear la ortodoxia doctrinal y el basamento en la rica y viva Tradición como cosa del pasado, descalificando a quienes se sostienen en ella, en el Magisterio precedente y en el cumplimiento riguroso de los principios contenidos en la Sagrada Escritura como tradicionalistas, avinagrados, retrógrados, rígidos, indietristas, etc., porque se han quedado anclados en el pasado: todas sus referencias son hacia el pasado, hacia lo que ha quedado atrás y no miran al futuro como ámbito de acción con nuevos criterios y paradigmas.

En esencia, está postura de JMB no es católica, porque en realidad el Cristianismo se ha desarrollado desde sus inicios sin abandonar su raíz -el anuncio del Evangelio de Jesucristo, Palabra de Dios-, pero teniendo en cuenta el ámbito cultural, espiritual y religioso en el que era anunciado, fomentando el diálogo de la Fe con la Razón y con la Cultura para plenificarlas, llevando a cabo lo que san Juan Pablo II  ha definido como fidelidad creativa[2], es decir, promoviendo una renovada evangelización que sea “nueva en su ardor, en sus métodos de apostolado y en su forma de expresión accesible al hombre de hoy”, pero manteniendo el contenido inmutable y perenne”[3]. Lo que san Vicente de Lerins definió como el anuncio en “palabras nuevas, pero no cosas nuevas” (non nova, sed noviter)[4], doctrina que expuso y desarrolló en forma clara y profunda en nuestros días el Maestro Aurelio Porfiri, en un texto que es recomendable leer y estudiar[5].

 

2. Pero hace pocos días una gran sorpresa le regaló Bergoglio a la Iglesia y al mundo, en un verdadero acto de indiestrismo. Después de haber renunciado en el 2020 a los títulos que hasta ese momento formaban parte del ministerio petrino[6], según consta en el Anuario Pontificio publicado en marzo de ese año, ubicados al final de la página como “Títulos Históricos”, es decir, del pasado (ya no vigentes), y sin que figure el nombre de Francisco, sino el de JORGE MARIO BERGOGLIO (todo en mayúscula y en un tamaño mayor al resto de las letras de la página).

Pero en la edición del Anuario Pontificio de este año, en la página correspondiente al papado figura el nombre de Francisco, como obispo de Roma y como Patriarca de Occidente, título que Benedicto XVI había retirado de los atributos papales en el año 2006, por haberse institucionalizado tardíamente (en 1863) y considerárselo obsoleto. Es el título que hace referencia a un momento histórico que no tiene actualmente vigencia ni relevancia eclesial o política. Fue usado oficialmente por primera vez por el papa Teodoro I en el 642 d.C.

Ahora, en un acto de verdadero indietrismo, de retroceso y regresión histórica, el obispo de Roma lo rescata, pero sigue dejando de lado los otros títulos más significativos que él mismo archivó, evidentemente porque le quedan muy grande y lo exceden, sobre todo el de Vicario de Jesucristo, a quien desde el año pasado lo ha expulsado del centro de la vida de la Iglesia, en un auténtico golpe de Estado eclesial[7], para instituir el “Espíritu”… sinodal.

 

José Arturo Quarracino

18 de abril de 2024



[1] Regina Caeli, III Domingo de Pascua, 14 de abril de 2024, en https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2024/documents/20240414-regina-caeli.html. Cristo resucitado es el objeto de conversación, el tema a compartir, lo fundamental soy yo, cómo me impacto, etc., no la acción del Señor en la historia y en la actualidad.

[2] “En efecto, la referencia a la tradición no es un mero recuerdo del pasado, sino que más bien constituye el reconocimiento de un patrimonio cultural de toda la humanidad. Es más, se podría decir que nosotros pertenecemos a la tradición y no podemos disponer de ella como queramos. Precisamente el tener las raíces en la tradición es lo que nos permite hoy poder expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado hacia el futuro”, en San Juan Pablo II, Fides et Ratio, n.85, Vaticano, 1998.

[3] San Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del CELAM, Puerto Príncipe (Haití), 9 de marzo de 1983; San Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano nn. 7-10, Santo Domingo (República Dominicana), 12 de octubre de 1992.

[4] “Cuando explicas [el dogma divino], que se entienda con más claridad lo que antes confusamente se escribía; que la posteridad se alegre por tu causa, al comprender mejor lo que antes veneraba por su belleza, no por su comprensión. Enseña las mismas cosas que aprendiste, de modo que aunque digas palabras nuevas no digas cosas nuevas”, en San Vicente de Lerins, Conmonitorio, XXII.

[5] Aurelio Porfiri, Non nova, sed noviter: I quattro pilastri della tradizione, Chorabooks, Aprile 2022; [edición en español: Non nova, sed noviter. Los cuatro pilares de la Tradición, Chorabooks, Abril de 2023].

[6] Tal como figuraban en la edición del Anuario Pontificio de 2019: Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia romana, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los Siervos de Dios. Pero llamativamente no se puso el nombre de Francisco, sino el de JORGE MARIO BERGOGLIO (así en mayúscula, en un tamaño más grande que los títulos papales).

[7] “Las falacias de la Iglesia bergogliana”, en https://www.marcotosatti.com/2023/08/24/las-falacias-de-la-iglesia-bergogliana-jose-arturo-quarracino/.

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