Las falacias de la “Iglesia” bergogliana. José Arturo Quarracino.

24 Agosto 2023 Pubblicato da 1 Commento

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a su atención este artículo de José Arturo Quarracino, aparecido en Gloria.tv. Feliz lectura y circulación.

 

Las falacias de la “Iglesia” bergogliana

 

 

Tal como la define el Credo, la Iglesia de Cristo es “una, santa, católica y apostólica”, es decir, una realidad sagrada, porque ha sido fundada por Jesucristo; es única pero universal a la vez, porque reúne y congrega a todos los pueblos del mundo que conservan su identidad cultural-nacional; y apostólica, porque la base corporal sobre la que esta edificada la constituyen los Apóstoles encabezados por Pedro. Pero para el actual obispo de Roma su fundador no es el Señor resucitado, sino un psicoterapeuta amable y simpático, y su Iglesia es una asamblea global, constituida como una unidad indiferenciada de gente de todo el mundo, sin identidad cultural distintiva, un albergue transitorio religioso a la medida de George Soros y de la baronesa Lynn Forester de Rothschild.

Como hemos analizado en anteriores artículos, la reciente Jornada Mundial de la Juventud llevada a cabo en Lisboa (Portugal) fue pensada originariamente como una reunión de jóvenes que se congregaban no en torno a la persona de Jesucristo resucitado, tal como fue concebida y ejecutada por san Juan Pablo II, sino para “conocerse” y “celebrar” las diferencias de los concurrentes, más allá de su fe religiosa, de sus creencias e increencias, tal como lo afirmara explícita y oficialmente el organizador del evento, monseñor Américo Manuel Alves Aguiar, obispo auxiliar de Lisboa y neo cardenal[1].

Así planificada, es indudable y evidente que esta versión 2023 de la Jornada constituyó un verdadero golpe de Estado contra el mismo fundador de la Iglesia, Nuestro Señor Jesucristo, marginado del encuentro. Un cisma a la inversa, si se me permite la expresión, ya que no son los disidentes los que se alejan de la Iglesia y de su Señor y fundador, sino que este último es el que es marginado, puesto a un costado o, como se dice actualmente, cancelado.

Una verdadera locura episcopal y cardenalicia, que tuvo el apoyo silencioso y tácito de quien se supone que es el vicario de Cristo y miembro de una Orden religiosa que en sus orígenes estuvo al servicio de Jesucristo, pero que en ningún momento desautorizó al prelado golpista, evidentemente un papagayo del pontífice, quien le hizo decir a aquél lo que él no puede o no se atreve, porque eso sí que sería terriblemente escandaloso e indefendible[2].

Pero con la inasequible y viperina astucia que lo caracteriza, el jefe máximo mencionó efectivamente el nombre del Señor y en algunas ocasiones hasta se permitió comentar algún pasaje evangélico, pero implantado sus propias ideas y delirios pro-globalistas, deformando y transformado las palabras de Jesucristo para justificar su desvarío doctrinal.

El más claro ejemplo de esta actitud falaz lo constituyó la interpretación que hizo don Jorge de la parábola narrada en el capítulo 22 del Evangelio según san Mateo (vv. 1-14). En primer lugar, se trata de una parábola[3], es decir, de una imagen que Jesucristo presenta para significar el Reino de Dios, el Reino de los Cielos al final de los tiempos, que comienza con las palabras “es semejante a…”. En definitiva, un cuento o relato, en el buen sentido de la palabra, pero como veremos en seguida, no sabemos mediante qué método critico-histórico (literario, textual, arqueológico, etc.) utilizó nuestro compatriota para tomarlo como un hecho histórico real.

En este pasaje, Jesús presenta a un rey que celebra la boda de su hijo, razón por la cual invita a través de sus sirvientes a conocidos y amigos para que le acompañen en el festejo, pero estos últimos se niegan a ir. A través de otros sirvientes reitera la invitación, pero los llamados no sólo se niegan a concurrir, sino que además matan a los enviados del rey. Airado, el rey envía a sus soldados para que maten a los criminales e incendien su ciudad.

Después de ello, el rey ordena a sus sirvientes que vayan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren. Y así la celebración nupcial se llena de comensales, pero uno de ellos se ha presentado sin el traje de boda, razón por la cual el rey ordena que sea atado de pies y manos y arrojado a las tinieblas exteriores (gehena), porque, así termina la parábola, “muchos son llamados, pero pocos son escogidos”.

Este pasaje evangélico, al igual que el resto de la Biblia, es texto sagrado porque en las Sagradas Escrituras es Dios mismo -Uno y Trino- el que habla y se revela, a través del lenguaje humano aportado por los distintos y numerosos escritores y redactores de los libros que componen la Biblia, en un periodo concreto de la historia y exclusivamente en tres idiomas: arameo, hebreo y griego.

Pero ningún lenguaje ni idioma humanos puede expresar y contener en sí mismo la Palabra de Dios, quien ha elegido expresarla a través de dos lenguas especificas: la semítica y la griega, pero con un sentido y significado que trasciende el límite temporal-espacial de la redacción textual, porque tienen vigencia eterna, “hablan” en todos las épocas y en todos los idiomas. Porque en realidad, y así lo define el Catecismo de la Iglesia Católica, los textos sagrados tienen en sí un doble sentido: literal y espiritual. El primero es lo que efectivamente dice la letra del texto -expresado en un determinado lenguaje epocal-, mientras que el segundo tiene tres manifestaciones posibles: alegórico, analógico y moral[5]. El sentido literal es la base y fundamento inconmovible de todo significado de la Sagrada Escritura: “Todos los sentidos [de la Biblia] se basan en el sentido literal”[5].

En síntesis: ninguna interpretación de la Biblia es válida si se deja de lado el sentido literal del texto, ya que se convierte en falaz o mendaz, o en el mejor de los casos, en una divagación.

Lamentablemente, en el discurso que pronunció nuestro querido obispo de Roma, don Jorge Mario Bergoglio (Francisco) en Lisboa, Portugal, el 3 de agosto ppdo. en la Ceremonia de Acogida en el Parque Eduardo VII, llevó a cabo una interpretación de la parábola del banquete nupcial que hemos mencionado anteriormente, interpretación que no tiene nada que ver con lo que el texto afirma claramente, sin equívocos ni ambigüedades ni confusiones. Es decir, lo que el pontífice argentino afirma e interpreta sobre el texto no tiene nada que ver con la letra del texto, por eso termina diciendo cosas extrañas y contrarias al mensaje de Nuestro Señor Jesucristo.

En primer lugar, don Jorge usa el pasaje evangélico citado para justificar su latiguillo que en la Iglesia tienen que estar “todos, todos, todos”, porque “en la Iglesia hay espacio para todos.

Así como somos. Todos”. Y pretende justificarse diciendo que “eso Jesús lo dice claramente cuando manda a los apóstoles a llamar para ese banquete de ese señor que lo había preparado, dice: ‘Vayan y traigan a todos’, jóvenes y viejos, enfermos, justos y pecadores. ¡Todos, todos, todos! En la Iglesia hay lugar para todos”. Comparando el texto evangélico con la interpretación papal se ve a las claras que el obispo de Roma tiene problemas de lectura textual o hace afirmaciones mendaces y falsas: Jesús dice en el texto que “el Reino de los Cielos es semejante a un rey…” (v. 2), mientras que Bergoglio dice algo totalmente diferente: que “Jesús manda a los apóstoles a llamar para ese banquete de ese señor…”. Mas que un error de interpretación, parecería que estamos ante una lectura delirante, o tergiversada a sabiendas, vaya uno a saber por qué.

En segundo lugar, don Jorge Mario omite los dos rechazos de los inicialmente invitados que termina con la orden real de ajusticiarlos, por haber asesinado a los enviados del rey (vv. 3-7).

Frente a estos versículos… silencio absoluto. ¿Por qué? Gran pregunta que no es fácil responder, seguramente porque estos versículos destrozan la imagen de un papito bueno que “abraza a todos”, como repite don Jorge.

En tercer lugar, el pontífice afirma que Jesús dice: “vayan y traigan a todos”, lo cual no es cierto. En la parábola, es el rey quien dice a sus servidores “vayan a los cruces de los caminos e inviten a cuantos encuentren” (vv. 8-9). El “Jesús” fantaseado por Bergoglio ordena e impone –“traigan”- como si fuera un déspota, mientras que el rey de la parábola no impone ni ordena -“inviten”.

En cuarto lugar, don Jorge Mario concluye diciendo que en la Iglesia “hay lugar para todos”, y a continuación dice que “el Señor […] nos abraza a todos” y “nos muestra a Jesús en la cruz”. Llama muchísimo la atención la imprecisión y desorden de la argumentación: del Jesús que ordena traer a todos porque en la Iglesia hay lugar para todos salta inmediatamente al Señor que nos abraza a todos y nos muestra a Jesús en la cruz.

¿Cómo pasó del Jesús que invita a estar colgado en la cruz, dando paso al Señor abrazador? Es evidente, como sostienen algunos, aunque es omnisciente y todopoderoso, ni siquiera Dios sabe qué y cómo piensa y razona un jesuita.

En quinto lugar, para Bergoglio la parábola termina aquí, con “todos adentro”, lo cual es intelectualmente deshonesto, ya que poda las palabras del mismísimo Jesucristo. Este Jesús “imaginario” es anfitrión acogedor, no redime ni exige, es terapéutico: “Jesús nunca cierra la puerta, nunca, sino que te invita a entrar; entrá y ve. Jesús recibe, Jesús acoge. […].

Dios te ama, Dios te llama. ¡Qué lindo es esto! Dios me ama, Dios me llama. Quiere que esté cerca de Él”. Palabras muy lindas, muy edificantes y muy tiernas, pero esto no está ni siquiera insinuado en el texto evangélico, sólo existe en la imaginación de don Jorge Mario. En definitiva, un “Jesús” que no exige seguirlo, que no exhorta a cargar ninguna cruz, que no exige ser perfectos “como el Padre celestial” es perfecto (Mt 5, 48), que no envía a anunciar el Evangelio y a convertir.

Pero a pesar de la poda textual del pontífice, la parábola continúa, afirmando que el banquete nupcial se ha llenado de comensales, uno de los cuales no está vestido con el traje de bodas, razón por la cual el rey ordena que lo echen y expulsen, atado de pies y manos, y que lo arrojen a las tinieblas, “donde todo es llanto y rechinar de dientes”. Es decir, el rey de la parábola invita a todos al banquete, pero algunos son expulsados, por no estar en condiciones de participar en el banquete: “porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos” (v. 14).

El “Jesús” de Bergoglio llama a todos y los deja a todos adentro, es un “Jesús” globalista; pero el Jesús del Evangelio, el verdadero Jesús, llama y convoca, pero escoge a pocos, y a los indignos los condena al infierno, aunque a algún neo cardenal sensible le resulta duro y chocante. Y a los que escoge y acepta los envía a evangelizar y misionar, no a sentarse cómodos y sentirse “amados”.

En definitiva, la “Iglesia” que imagina Bergoglio es una Iglesia “inclusiva”, donde no hay necesidad de conversión ni de redención. Por el contrario, la Iglesia de Jesucristo es selectiva y en salida, su misión es evangelizar, no ser un centro de autoayuda.

Se torna cada vez mas evidente que esta deformación de la fe y de la doctrina cristiana -desplazado al Salvador del centro, deformando su enseñanza y cancelándolo- desfigura y deforma al mismo tiempo la figura de la Iglesia -que es de Cristo, no propiedad de Bergoglio- y prostituye no solo su esencia, su razón de ser, sino también su sentido y su misión evangelizadora.

Esta acción subversiva y golpista es lo que permite entender por que el obispo de Roma se ha dedicado a borrar la tradición doctrinal de la Iglesia, ha reprimido disciplinariamente las Órdenes religiosas tradicionales, ha restringido al máximo la riqueza de la tradición litúrgica, ha condenado la conversión y la evangelización -denigrándolas como proselitismo- y pretende que los sacerdotes nuevos sean futbolistas y que “no dogmaticen en las parroquias”.

Es cada vez más claro que el sentido ultimo de toda esta predica y accionar disolventes del otro jesuita ignaciano, hoy sometido al poder de la ultra minoritaria plutocracia financiera globalista, es hacer de la Iglesia de Cristo un aguantadero y deposito humanos de la degradación religiosa, cultural, espiritual y moral que ese Poder diabólica promueve e impone, con la naturalización y aceptación de la conducta homosexual como “nuevo” derecho humano.

Una “Iglesia” que no proclame el Evangelio, que no promueva la evangelización de las culturas ni el dialogo histórico fecundo de Fe y Razón, que no haga del mundo un hogar para Dios, que no sea fuente ni cuna de civilización como lo fue después de la caída del Imperio Romano o que lleve el cristianismo al mundo extra europeo, como hizo España en la Edad Moderna. En definitiva, una “Iglesia” descristologizada y descristianizada al servicio del clan Soros y de la Casa Rothschild, patrones del Nuevo Orden Mundial anti humanista.

¿Será consciente nuestro compatriota que la paciencia de Dios tiene un límite, y que “es tremendo caer en las manos de Dios vivo” (Hb 10, 31).

En síntesis, ¿a quien seguir? ¿A Jesucristo resucitado o al “Jesús” inventado por Bergoglio? ¿Al Jesús de los Evangelios o a los mariposones que promueve el obispo de Roma?

José Arturo Quarracino
16 de agosto de 2023

§§§

Ayuda a Stilum Curiae

IBAN

IT79N0200805319000400690898

BIC/SWIFT

UNCRITM1E35

§§§

Condividi i miei articoli:

Libri Marco Tosatti

Tag: , ,

Categoria:

1 commento

  • Carlo ha detto:

    El escándalo no es que el satanista argentino de interpretaciones satánicas del Evangelio, mas que la jerarquia lo siga legitimando. Sobretodo los conservadores de opereta, Fsspx, opus Dei, tfp etc. Seguramente a ellos se aplicará lo de “que los echen y expulsen, atados de pies y manos, y que los arrojen a las tinieblas, donde todo es llanto y rechinar de dientes”.

Lascia un commento