La renuncia de Marx, y los mensajes codificados. El descontento de los super modernistas

7 Giugno 2021 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, Amico Mascarucci nos ofrece un comentario muy interesante y agudo de las razones profundas que estaría en la base de la renuncia del arzobispo de Múnich, el cardenal Reinhard Marx. Una señal de descontento – no es la primera, desde el ala más militante del modernismo actual – frente a una gestión que ha sido juzgada demasiado prudente. Disfruten la lectura.  

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La renuncia de Marx y los mensajes codificados

Dos cosas hacen reflexionar sobre la dimisión del arzobispo de Múnich, el cardenal Reinhard Marx, ex presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. En primer lugar, la referencia a los abusos sexuales que supuestamente se habrían producido “en las últimas décadas”, una clara acusación a los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI; y en segundo lugar, que “la Iglesia está en un punto muerto”, lo que parece configurar una crítica explícita a Bergoglio.

He aquí, entonces, que es claro que la cuestión de los abusos sexuales nos parece un pretexto útil, casi dado por sentado, para abrir un nuevo frente de polémica en la Iglesia, después del revuelo suscitado por la protesta de los sacerdotes alemanes que bendijeron a parejas homosexuales. Seamos claros, nadie pretende minimizar el escándalo de los abusos y argumentar que la pedofilia no es un problema, pero que Marx relacione todo con la exigencia de una renovación, que según él no se ha podido conseguir, suena decididamente desentonado. El cardenal asume la responsabilidad de lo ocurrido en la Iglesia, aunque no esté implicado en ningún asunto de pedofilia, pero lo hace como “parte de un sistema”. Y ese sistema no sería otro que la propia Iglesia, según Marx, que está profundamente enferma y, por tanto, necesita ser “refundada”.

El cardenal espera un nuevo punto de partida, y naturalmente su objetivo es empujar a la Iglesia a reformarse, aceptando en primer lugar el principio de la sinodalidad, verdadero caballo de batalla de Marx, que lleva años luchando por conseguir la convocatoria de un sínodo en Alemania. La razón es conocida por todos, a saber, el inicio de una temporada de grandes reformas doctrinales y una revisión del sacerdocio mismo.

Ya el año pasado, su decisión de no volver a presentarse como presidente de la Conferencia Episcopal Alemana fue interpretada por muchos como un signo de desconfianza hacia Francisco, acusado de no tener suficiente valor para reformar la Iglesia. El Sínodo sobre la Familia no fue como él y el teólogo progresista Walter Kasper esperaban, es decir, con una apertura total a la readmisión de los divorciados vueltos a casar, las parejas homosexuales y las uniones civiles. Del sínodo de la Amazonia, sin embargo, no salió la esperada reforma del sacerdocio, con la abolición de la obligación del celibato y la posibilidad de ordenar sacerdotes mujeres. Por el contrario, la última reforma del derecho canónico contempla la excomunión para quienes ordenen mujeres. Esto es realmente demasiado para alguien como Marx, que creció en la escuela de Karl Rahner y Hans Kung y, por tanto, en la estela de la hermenéutica de la discontinuidad del Concilio Vaticano II, y que ha visto parte de sus expectativas defraudadas por el Papa que eligió y del que esperaba grandes cambios.

Un Papa que, aunque se ha hecho protagonista de gestos de gran ruptura que rozan la herejía, no ha satisfecho las aspiraciones de quienes, habiendo vivido en estrecho contacto con el mundo luterano, no consideraron suficientemente revolucionario haber introducido ritos paganos en las iglesias, haber promulgado encíclicas en las que se afirma que todas las deidades son iguales, haber sustituido los dogmas católicos por dogmas ecológicos. Demasiado poco para los que sueñan con transformar la Iglesia católica en una sucursal del luteranismo, en la que las uniones homosexuales ya están aceptadas y bendecidas y en la que los pastores pueden casarse para siempre.

Entre las líneas de Marx es fácil leer el siguiente mensaje dirigido a Bergoglio: “Eres como lo que te precedió, no has realizado nada innovador, la Iglesia es siempre la misma, te hemos dado confianza y la has traicionado”.

Personalmente, considero que la Iglesia está realmente estancada y en esto, como bien ha explicado bien Aurelio Porfiri, nos encontramos de acuerdo con Marx. Pero a diferencia del cardenal alemán, que ahora probablemente al no ser más arzobispo tendrá las manos libres para llevar adelante su batalla, nosotros también estamos convencidos de que el problema es exactamente el contrario al denunciado por el cardenal. No sirve renovar la Iglesia en el signo de un nuevo comienzo, pero como explica Monseñor Carlo Maria Viganò desde hace tiempo, es necesario volver a la verdad, redescubriendo el Evangelio y dejando de seguir al mundo. O más bien hacer que la Iglesia vuelva a ser no “del mundo” sino “en el mundo”, con la fuerza de la verdad que viene de Cristo y de un Evangelio que debe ser testimoniado contra todo intento de homologación cultural y desafiando el pensamiento único que, por el contrario, parece dominar también en las conferencias episcopales (ver la posición de la CEI sobre el proyecto de ley Zan). La gente no necesita una Iglesia que sirva al mundo, sino una que lo salve; una Iglesia que no busque adaptarse a la modernidad y a las lógicas mundialistas para obtener el consenso de la opinión pública como cualquier partido político, sino que vuelva a convertir al mundo reafirmando que el único camino es Jesucristo.

La verdadera diferencia radica en esto. Marx sueña con una Iglesia que reciba el aplauso del mundo, pero la verdadera emergencia hoy en día es exactamente la opuesta y contraria. Llevar al mundo de vuelta a la fe dando testimonio del Evangelio de la verdad y sobre todo tomando nota de una vez por todas del fracaso del Concilio Vaticano II y de su insensata pretensión de abrazar el modernismo. La dimisión de Marx pretende forzar la mano del Papa y convencerle de que acceda a las exigencias de la Iglesia de Alemania, convocando el tan cacareado sínodo y dando luz verde a la agenda progresista de los obispos alemanes. Y ahora ya no será posible que Bergoglio prevarique. ¿Pero tendrá la misma autoridad que Pablo VI, quien defendió la verdad de la fe frente al forzamiento de los modernistas, como hizo con la Humanae Vitae, corriendo el riesgo de provocar también una escisión, como en el caso del fallido y deletéreo Catecismo holandés? Si se ve un buen día desde la mañana, ser pesimista sobre la capacidad de Bergoglio para salvar a la Iglesia se convierte en la opción obligada.

 

Americo Mascarucci- periodista y escritor

 

Publicado originalmente en italiano el 5 de junio de 2021, en https://www.marcotosatti.com/2021/06/05/le-dimissioni-di-marx-e-i-messaggi-in-codice-lo-scontento-dei-super-modernisti/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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1 commento

  • anonimo ha detto:

    A proposito delle dimissioni del card. Marx, un saggio commento del professor Luciano Pranzetti, finissimo ed acuto difensore della fede cattolica bimillenaria nell’attuale temperie apostatica generale:
    “…a tal proposito riteniamo utile riportare, tanto per dar l’idea, la poesiola di Trilussa “La vipera convertita”
    “Appena che la vipera s’accorse – d’esse vecchia e sdentata, cambiò vita. – S’era pentita? Forse. – Lo disse ar pipistrello: – Me ritiro – in un orto de monache qui intorno, – e farò penitenza fino ar giorno – che m’esce fôri l’urtimo sospiro. – Così riparerò, con un bell’atto, – a tanto male inutile ch’ho fatto. . .
    – Capisco – je rispose er pipistrello – la crisi de coscenza è sufficiente – per aggiusta’ li sbaji der cervello; – ma er veleno ch’hai sparso fra la gente, – crisi o nun crisi, resta sempre quello.” http://www.unavox.it/ArtDiversi/DIV3975_Pranzetti_Troppo_comodo.html