Ettore Gotti Tedeschi: “El futuro de la civilización cristiana está en nuestras manos”

23 Aprile 2023 Pubblicato da Lascia il tuo commento

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención este breve artículo del profesor Ettore Gotti Tedeschi, aparecido en Il Pensiero Cattolico, al que agradecemos  por la cortesía. Feliz lectura y compartir.

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Ettore Gotti Tedeschi: “El futuro de la civilización cristiana está en nuestras manos”

Propongo una pregunta introductoria provocadora: ¿no podría ser precisamente este momento confuso y “oscuro” en la Iglesia y en la misma civilización cristiana la gran oportunidad para unir en la defensa de los valores cristianos, explicados como inseparablemente fundadores de la civilización y luego convertir a la fe a los “hombres de buena voluntad” con los cuales aliarse para defenderlos, ya sean devotos ateos o sabios agnósticos?

Dejando a un lado las consideraciones obvias sobre la fe y la razón, a menudo me pregunto como nunca antes por qué, reconociendo que es el cristianismo el que ha permitido el desarrollo científico y el progreso, incluido el económico, si se quiere hoy, gracias al llamado último reinicio utópico transhumanista, borrarlo por considerarlo enemigo de ambos.

Por el contrario, precisamente hoy, al reconocer el fracaso de un modelo de globalización basado en opciones antinaturales, en lugar de pensar en revalorizar el cristianismo-catolicismo (a estas alturas), reconociéndolo como indispensable, o al menos útil, para el hombre confundido de este siglo, ya que le da certezas y esperanzas, se le considera aún más responsable de los errores que el hombre ha cometido precisamente en este período. Algunas preguntas surgen espontáneamente:

-1º ¿Pero es verdadero progreso ese “progreso” que parecería querer borrar el cristianismo? ¿O son más bien los que quieren hacerlo los que se han apoderado de él y creen controlarlo?

– 2° ¿Pero las acusaciones contra el cristianismo atacado son verdaderas acusaciones contra el verdadero cristianismo?

-3° Si un falso progreso estuviera atacando al verdadero cristianismo con falsas acusaciones, ¿qué habría qué hacer?

Tratemos de reflexionar.

 

Hoy, precisamente hoy, hay muchas preguntas que un católico con criterio debería plantearse: qué es hoy la civilización, por ejemplo, y su correlación con el cristianismo. Hasta ayer había una opinión compartida de que la civilización occidental se estableció (desde el siglo XI) gracias al cristianismo y declinó en los siglos XIX y XX al negarlo, acelerando su declive a finales del siglo XX y principios del XXI, gracias a un proceso “impuesto” en el mundo occidental que influyó en todo el mundo. Después de la revolución de la Reforma protestante y la Ilustración, Occidente se había convencido de que podía volver a civilizar el mundo entero redimensionando progresivamente el rol de la (ahora única) religión católica, adaptándola cada vez más a las “exigencias” del progreso y a las explicaciones científicas. Sin duda, ha modernizado y enriquecido el mundo occidental, pero ¿lo ha mejorado? ¿Qué significa “mejorar” el mundo? ¿Quién sabe y puede hacerlo y cómo? Hay que plantearse esta pregunta.

Hace años, un gran y santo cardenal me concedió una discusión sobre el acierto o error del pensamiento laicista que sostiene que la supervivencia de la religión católica sigue al desarrollo de la ciencia, que a su vez explica (casi) todo lo que antes explicaba la religión, inutilizándola progresivamente. Y esto se sostiene sin tratar de entender si el desarrollo y el progreso científico no son precisamente una consecuencia de la cultura de fe-trabajo de la religión católica. Pero el pensamiento laicista no parece permitir tal discusión, privando al católico de libertad de pensamiento y afirmando que el desarrollo de la civilización es el resultado de la Verdad vivida con obras, insinuando con ello que la religión no sólo es inútil, sino también dañina para el hombre y la civilización occidental. Nietzsche se alegraría hoy, al ver cumplida su profecía. Desgraciadamente. Porque es muy probable, si no cierto, que el progreso científico y económico del que nos sentimos orgullosos, es también un signo de contradicción, al haber generado tantas ventajas y oportunidades extraordinarias, pero al haber creado también tantas “confusiones” en la cabeza del hombre lleno de conocimientos, pero cada vez menos dotado de sabiduría. La sabiduría es indispensable para saber administrar un conocimiento que no puede tener autonomía moral y que puede escapársele de las manos al pobre hombre. Esta es probablemente la verdadera respuesta a las tres preguntas planteadas al principio. Por cierto, el Génesis también dice lo mismo…

¿Pero qué ocurrirá ahora con el reconocimiento del fracaso de la globalización occidentalizante? ¿La religión católica desaparecerá para siempre o será buscada y renacerá, reconociéndose que no se puede prescindir de ella? Para responder a esta última pregunta, propongo una reflexión sobre las “fuerzas en juego”. Me limito a tres actores en juego.

– Actores en contra. Los laicistas nietzscheanos, que sostienen que el hombre debe autodeterminarse sin depender de una entidad divina e incluso de un autodenominado representante en la Tierra, enseñan que el hombre debe aprender a aceptar las verdades científicas (aunque sean provisionales y temporalmente aún incompletas). Sólo con el transhumanismo experimentado y vivido el hombre dejará de necesitar una religión. Una religión, por otra parte, origen de todos los errores cometidos, al haber impuesto el concepto de libre albedrío (irracional y subjetivo), que debe convertirse inmediatamente en determinismo científico, para evitar otros peores.

Actores neutrales. Los “ateos devotos” (genéricamente hablando) y los sabios agnósticos, que al final, con cierto distanciamiento, apoyan los valores culturales del cristianismo sin los espirituales (es decir, la pertenencia sin la creencia). Pero hoy empiezan a preocuparse por los riesgos del relativismo que confunde el bien con el mal y la negación del libre albedrío que se pretende sustituir por el determinismo científico.

Actores confundidos. Por último, los católicos, en los últimos años, debido principalmente a la ambigüedad doctrinal de varios teólogos y de muchos pastores, han perdido gran parte de su confianza en la jerarquía y han sufrido una ruptura en su interior, primero entre “tradicionalistas y progresistas”, después en el interior de los mismos (llamados) “tradicionalistas”. Con la consecuencia de alejarse o buscar fuera de la Iglesia católica apostólica romana soluciones hacia otras formas religiosas o incluso aceptando la hipótesis del “pequeño rebaño” irrelevante, más bien con el riesgo de ser asimilados a una secta religiosa y peligrosa.

 

Secularistas, indiferentes y católicos litigantes parecen ser nuestros interesantes actores principales (por supuesto ignoro la pertenencia a otras religiones, etc.) que juegan en este escenario.

Tenemos que reflexionar estratégicamente con referencia al bien de la cultura cristiana y la civilización producida por el cristianismo, después de lo cual el hombre volverá al paganismo y al homo homini lupus. Los católicos, los ateos devotos y los agnósticos sabios son una multitud, son una mayoría potencial, capaz de reaccionar y de defender los valores cristianos. Y al final, los que defienden un valor pueden convertirse al principio del valor.

Para que los católicos dejen de litigar, para que los ateos devotos y los agnósticos sabios crucen el umbral del “patio de los gentiles” y se aseguren una alianza estratégica con ellos, necesaria para manifestar nuestra verdad a la cultura secularista, necesitamos “pastores”, porque somos, y debemos seguir siendo, un “gran rebaño” que sirve, que enseña, que convierte, como ha exigido el propio Fundador del rebaño. De hecho, este momento tan oscuro podría ser una gran oportunidad para unir, y luego convertir a la fe, a los “hombres de buena voluntad”. Habría que pedir a nuestros santos pastores que expliquen con claridad y valentía lo que la Iglesia debe ser hoy, concretamente, si quiere ser la Iglesia de Cristo y no de otros. Bastaría con convencerles de que se hagan preguntas sencillas pero de actualidad. Por ejemplo: <¿Es primero la fe o la misericordia? >; <¿Es primero la miseria moral o la miseria material? >; <¿El sentido de la vida es la defensa del medio ambiente o es primero la búsqueda de la salvación? >; <Para administrar estas crisis en curso, ¿hay que cambiar los instrumentos o el corazón del hombre? <¿Quién tiene la responsabilidad de cambiarlo y con qué medios? >, etc.

Es así. Saber responder a estas sencillas preguntas puede ayudarnos a comprender las perspectivas que debemos afrontar para permanecer en la Verdad y reconocer y defender la verdadera libertad de la civilización que fundó el cristianismo, pero que -puede que no esté claro para todos- está en peligro.

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