Mascarucci. El atentado contra Wojtyla y la quimera de las complicidades vaticanas…

17 Maggio 2021 Pubblicato da

Marco Tosatti

Muy estimados Stilumcuriales, Americo Mascarucci nos ofrece esta reflexión sobre el atentado contra Juan Pablo II, partiendo de los fantásticos relatos de Ali Agca y examinando la realidad de las diferentes visiones en tema de política exterior entre Wojtyla y Casaroli.

§§§

Atentado contra san Juan Pablo II. La “pista” de las complicidades vaticanas

 

Entre los numerosos bulos sensacionalistas sobre el atentado contra Juan Pablo II contados por Alì Agca, estaba también el que decía que el intento de asesinato fue encargado por el entonces Secretario de Estado, Agostino Casaroli, quien, sin embargo, aparentemente no quería que el Papa fuera asesinado, sino sólo herido con fines de intimidación para convencerlo de que apoyara la política de la Ostpolitik, es decir, el diálogo con el mundo comunista. Otro bulo igualmente sensacionalista contado por el ex lobo gris se referiría al ayatolá Khomeini, de quien habría partido la orden de matar al Papa, pero esta tesis también fue inmediatamente desmentida, por considerar imposible que un líder chiita pudiera confiar tal misión a un sunita. Sin embargo, el especial de La7, de Andrea Purgatori, en el que se plantearon serias dudas sobre la infame “pista búlgara”, en la que parece que ni siquiera san Juan Pablo II creyó nunca, ha reabierto el debate.

Ciertamente, la tesis de que Casaroli fue el instigador directo del atentado no se sostiene (dado que se planteó cuando ya estaba muerto y, por tanto, no podía defenderse), aunque se basa en un hecho objetivo, que son las profundas divergencias que existían entre Juan Pablo II y Casaroli sobre las relaciones que debían mantenerse con los regímenes comunistas y un pesado clima de desconfianza que se creó entre los fieles del Papa y la Curia.

Es cierto, porque ha sido confirmado por fuentes fidedignas, que durante los días inmediatamente posteriores al atentado y durante todo el periodo de convalecencia, el secretario de Wojtyla, Stanisław Jan Dziwisz, y las monjas polacas que asistían al Pontífice, levantaron una auténtica “barrera protectora” para defender el apartamento y el despacho del Papa, impidiendo cualquier intromisión de personas pertenecientes a la Secretaría de Estado. Hay testimonios recogidos también en algunos libros de investigación, más o menos conspiranoicos, que cuentan cómo a partir de ese momento hubo un estricto control de la seguridad del Papa por parte de sus más estrechos colaboradores, hasta el punto de temer que una sospechosa infección en la fase de convalecencia posterior al atentado, que estalló inmediatamente después de su regreso al Vaticano, pudiera ser el síntoma de un envenenamiento (por eso se examinaron todos los medicamentos que tomaba el pontífice). Hay quien ha llegado a hablar de una tensión jamás vista entre el entorno papal y la Curia, un escalofrío muy difícil de superar.

Está confirmado además que el cardenal Stefan Wyszyński, arzobispo de Varsovia, desaconsejó a Wojtyla el nombramiento de Casaroli como secretario de Estado, precisamente por su política aperturista hacia el bloque soviético. Pero Juan Pablo II fue el primer Papa extranjero en una Curia totalmente controlada por el “partido italiano” y por los herederos de la temporada de Pablo VI. Casaroli fue una elección forzada para no chocar con la Curia, aunque sabiendo que el cardenal estaba ideológicamente muy alejado de él.

Que Juan Pablo II pudiera sospechar de Casaroli a causa del atentado está desmentido además por el hecho de que el secretario de Estado permaneció en su puesto durante otros nueve años, hasta 1990, cuando presentó su renuncia al llegar al límite de edad. Pero lo cierto es que quedan demasiados misterios por aclarar sobre el atentado.

Se piense lo que se piense de él, Wojtyla fue un Papa incómodo, no sólo para los soviéticos, sino también para ciertos ambientes de la Curia vinculados a la masonería (se pueden encontrar rastros en el libro “Vaticano masón”, de Galeazzi y Pinotti). que, en perfecto espíritu conciliar veían con muy buenos ojos un encuentro entre la Iglesia y el comunismo, superando la “guerra fría”. Esos mismos ambientes que tenían sus puntos de referencia en Casaroli y en el ministro de Asuntos Exteriores, Achille Silvestrini (ambos habrían sido masones, según la revista Op, de Mino Pecorelli); el propio Silvestrini, al fin y al cabo, fue el embajador del “compromiso histórico” en el Vaticano, es decir, el principal partidario del proyecto de Aldo Moro de llevar al PCI al gobierno, contra la oposición hostil de Estados Unidos.

Un Papa claramente anticomunista, dispuesto a desafiar a los comunistas yendo a Polonia y dando fuerza y esperanza a la disidencia católica, quizá fue mal visto también por los católicos que estaban construyendo una fórmula política en la que cristianismo y marxismo se aliarían finalmente (las pruebas generales ya se habían visto, al fin y al cabo, con el referéndum sobre el divorcio y con la participación de conocidos católicos en las listas del PCI). De allí a decir que Casaroli, o los que estaban a su alrededor, estuvo involucrado en el atentado obviamente existe. Pero que los soviéticos tuvieran infiltrados incluso entre los purpurados no es ciertamente una blasfemia.

Así que a Agca, en su festival de mentiras, probablemente le resultó útil inventar la descabellada versión sobre Casaroli como instigador, explotando justamente las sospechas que circulaban dentro y fuera de los palacios sagrados sobre la desconfianza entre el Papa y la Secretaría de Estado en los días inmediatamente posteriores al atentado (no es seguro que también pudiera tener algún aliciente en este sentido) cuando todos en las habitaciones papales sospechaban, incluso quizás de las mismas sombras.

Ciertamente son suposiciones, pero tal como dijo Silvestrini, después del atentado y durante muchos meses posteriores, las relaciones entre las habitaciones papales y la Secretaría de Estado se enfriaron fuertemente, hasta el punto de que Wojtyla decidió seguir adelante con su lucha frontal contra el comunismo, en contra de la prudencia diplomática de Casaroli, apoyando abiertamente (y sobre todo financieramente) la lucha de Solidarnosc e incentivando su oposición en América Latina a la Teología de la Liberación, contra la que ya se había pronunciado en 1979 durante su visita a México. Una cosa es cierta, quien trató de eliminar a Wojtyla, viendo en él un peligro para la estabilidad del comunismo, dentro o fuera del Vaticano, sin duda debe estar agradecido, porque fue desde entonces que el mundo nunca fue el mismo.

 

Americo Mascarucci- periodista y escritor

Publicado originalmente en italiano el 14 de mayo de 2021, en https://www.marcotosatti.com/2021/05/14/mascarucci-lattentato-a-wojtyla-e-la-chimera-delle-complicita-vaticane/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

§§§




Ecco il collegamento per il libro in italiano.

And here is the link to the book in English. 


STILUM CURIAE HA UN CANALE SU TELEGRAM

 @marcotosatti

(su TELEGRAM c’è anche un gruppo Stilum Curiae…)

E ANCHE SU VK.COM

stilumcuriae

SU FACEBOOK

cercate

seguite

Marco Tosatti




SE PENSATE CHE

 STILUM CURIAE SIA UTILE

SE PENSATE CHE

SENZA STILUM CURIAE 

 L’INFORMAZIONE NON SAREBBE LA STESSA

 AIUTATE STILUM CURIAE!

ANDATE ALLA HOME PAGE

SOTTO LA BIOGRAFIA

OPPURE CLICKATE QUI




Questo blog è il seguito naturale di San Pietro e Dintorni, presente su “La Stampa” fino a quando non fu troppo molesto.  Per chi fosse interessato al lavoro già svolto, ecco il link a San Pietro e Dintorni.

Se volete ricevere i nuovi articoli del blog, scrivete la vostra mail nella finestra a fianco.

L’articolo vi ha interessato? Condividetelo, se volete, sui social network, usando gli strumenti qui sotto

Condividi i miei articoli:

Libri Marco Tosatti

Tag: , ,

Categoria:

1 commento