Mensaje al pueblo estadounidense por el arzobispo Carlo Maria Viganò

23 Dicembre 2021 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, el arzobispo Carlo Maria Viganò ha publicado un mensaje al pueblo estadounidense en The Gateway Pundit. Disfruten la lectura.

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MENSAJE AL PUEBLO ESTADOUNIDENSE

Por el arzobispo Carlo Maria Viganò

    18 de diciembre de 2021

 

Querido pueblo estadounidense, queridos amigos, 

Desde hace dos años se está llevando a cabo un golpe de Estado global en todo el mundo, planificado desde hace tiempo por un grupo de élite de conspiradores, que son esclavos de los intereses de la Alta Finanza internacional.

Este golpe ha sido posible gracias a una emergencia pandémica que se basa en la premisa de un virus que tiene una tasa de mortalidad casi análoga a la de cualquier otro virus de la gripe estacional, en la deslegitimación y prohibición de tratamientos eficaces, y en la distribución de un suero génico experimental que es obviamente ineficaz, y que además conlleva claramente el peligro de efectos secundarios graves e incluso letales.

Todos sabemos cuánto han contribuido los grandes medios de comunicación, apoyando la demencial narrativa de la pandemia, los intereses que están en juego y los objetivos de estos grupos de poder: reducir la población mundial, convertir en enfermos crónicos a los que sobrevivan e imponer formas de control que violan los derechos fundamentales y las libertades naturales de los ciudadanos.

Y sin embargo, dos años después de que comenzara esta grotesca farsa, que se ha cobrado más víctimas que una guerra y ha destruido el tejido social, las economías nacionales y los propios cimientos del Estado de Derecho, nada ha cambiado en las políticas de las Naciones y su respuesta a la llamada pandemia.

El año pasado, cuando muchos todavía no habían comprendido la gravedad de la amenaza que se avecinaba, fui de los primeros en denunciar este golpe, y rápidamente fui señalado como un teórico de la conspiración.

Hoy en día son cada vez más las personas que abren los ojos y empiezan a comprender que la emergencia pandémica y la “emergencia ecológica” forman parte de un plan criminal urdido por el Foro Económico Mundial, la ONU, la OMS y una galaxia de organizaciones y fundaciones que se caracterizan ideológicamente por ser claramente antihumanas y -hay que decirlo claramente- anticristianas.

Uno de los elementos que confirma inequívocamente la naturaleza criminal del Gran Reinicio es la perfecta sincronía con la que están actuando todas las diferentes Naciones, demostrando la existencia de un único guión bajo una única dirección.

Y es desconcertante ver cómo la falta de tratamiento, los tratamientos deliberadamente erróneos que se han dado para causar más muertes, la decisión de imponer confinamientos y mascarillas, el silencio conspirador sobre los efectos adversos de las llamadas “vacunas” que en realidad son sueros génicos y la continua repetición de errores culpables han sido posibles gracias a la complicidad de los gobernantes y de las instituciones.

Los dirigentes políticos y religiosos, los representantes del pueblo, los científicos y los médicos, los periodistas y los que trabajan en los medios de comunicación han traicionado literalmente a su pueblo, sus leyes, sus Constituciones y los principios éticos más elementales.

El fraude electoral de las elecciones presidenciales de 2020 contra el presidente Trump ha demostrado ser funcional a esta operación global, porque para imponer restricciones ilegítimas en violación de los principios del Derecho era necesario poder hacer uso de un presidente estadounidense que apoyara la psico pandemia y respaldara su narrativa.

El Partido Demócrata, que es parte del Estado profundo, cumple su tarea como cómplice del sistema, al igual que la Iglesia profunda encuentra en Bergoglio a su propio propagandista.

Las recientes sentencias del Tribunal Supremo y la acción autónoma de algunos Estados norteamericanos -donde la obligación de vacunación ha sido declarada inconstitucional- nos dan la esperanza de que este plan criminal puede colapsar y que los responsables sean identificados y juzgados: tanto en Estados Unidos como en el mundo entero.

¿Cómo se pudo llegar a semejante traición? ¿Cómo hemos llegado a ser considerados enemigos por los que nos gobiernan, no en apoyo del bien común, sino más bien para alimentar una máquina infernal de muerte y esclavitud?

La respuesta es ahora clara: en todo el mundo, en nombre de un concepto pervertido de la libertad, hemos borrado progresivamente a Dios de la sociedad y de las leyes.

Hemos negado que exista un principio eterno y trascendente, válido para todos los hombres de todos los tiempos, al que deben ajustarse las leyes de los Estados. Hemos reemplazado este principio absoluto por la arbitrariedad de los individuos, por el principio de que cada uno es su propio legislador.

En nombre de esta insana libertad -que es licencia y libertinaje- hemos permitido que se violen la Ley de Dios y la ley de la naturaleza, legitimando el asesinato de niños en el vientre materno, incluso hasta el momento mismo del nacimiento; el asesinato de enfermos y ancianos en las salas de los hospitales; la destrucción de la familia natural y del Matrimonio; hemos reconocido derechos al vicio y al pecado, anteponiendo las desviaciones de los individuos al bien de la sociedad. En síntesis, hemos subvertido todo el orden moral que constituye la base indispensable de las leyes y de la vida social de un pueblo.

Ya en el siglo IV a.C., Platón escribió estas cosas en su última obra Las Leyes e identificó la causa de la crisis política ateniense precisamente en la ruptura del orden divino -el cosmos- entre estos principios eternos y las leyes humanas.

Estos principios morales naturales del mundo grecorromano encontraron su realización plena en el cristianismo, que edificó la civilización occidental, dándole a esos principios un impulso sobrenatural.

El cristianismo es la defensa más sólida contra la injusticia, la guarnición más fuerte contra la opresión de los poderosos sobre los débiles, de los violentos sobre los pacíficos y de los malvados sobre los buenos, porque la moral cristiana nos hace a cada uno responsables ante Dios y ante el prójimo por nuestros actos, tanto como ciudadanos como gobernantes.

El Hijo de Dios, cuyo Nacimiento celebraremos dentro de unos días, se encarnó en el tiempo y en la historia para curar una antigua herida, y restaurar por la Gracia el orden roto por la desobediencia.

Su Realeza social fue el principio generador del ordo Christianus que desde hace dos siglos hasta ahora ha combatido ferozmente a la Masonería, porque la Revolución que promueve es caos; es desorden; es rebelión infernal contra el orden divino para imponer la tiranía de Satanás.

Ahora, al ver lo que sucede a nuestro alrededor, comprendemos cuán mendaces fueron las promesas de progreso y libertad hechas por quienes destruyeron la sociedad cristiana, y cuán engañosa fue la perspectiva de una nueva Torre de Babel, construida no sólo sin tener en cuenta a Dios, sino incluso en directa oposición a Él.

El desafío infernal del Enemigo se repite a lo largo de los siglos sin cambios, pero está condenado al fracaso inexorable. Detrás de esta conspiración milenaria, el adversario es siempre el mismo, y lo único que cambia son los individuos particulares que cooperan con él.

¡Queridos hermanos y hermanas estadounidenses! ¡Queridos patriotas! este es un momento crucial para el futuro de los Estados Unidos de América y de toda la humanidad.

Pero la emergencia pandémica, la farsa del calentamiento global y la economía verde, y la crisis económica inducida deliberadamente por el Gran Reinicio con la complicidad del Estado profundo, son sólo la consecuencia de un problema mucho más grave, y es esencial entenderlo en profundidad si queremos derrotarlo.

Este problema es esencialmente moral; en realidad, es religioso.

Debemos volver a poner a Dios en el primer lugar no sólo en nuestra vida personal, sino también en la vida de nuestra sociedad. Debemos devolver a Nuestro Señor Jesucristo la Corona que la Revolución le ha arrancado, y para que ello ocurra es necesaria una verdadera y profunda conversión de los individuos y de la sociedad. Porque es absolutamente imposible esperar el fin de esta tiranía mundial si seguimos apartando del Reino de Cristo a las naciones que le pertenecen y que deben pertenecerle.

Por eso, el movimiento para anular el caso Roe v. Wade adquiere también un significado muy importante, ya que el respeto a la sacralidad de la vida no nacida debe ser sancionada por la ley positiva si quiere ser un espejo de la Ley Eterna.

Ustedes están animados por un anhelo de justicia, y éste es un deseo legítimo y bueno. “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”, dice el Señor (Mt 5, 6). Pero esta Justicia debe basarse en la conciencia de que se trata de una batalla espiritual en la que es necesario tomar partido sin equívocos y sin concesiones, sosteniendo referencias trascendentes y eternas que incluso los filósofos paganos vislumbraron, y que han encontrado cumplimiento pleno en la Revelación del Hijo de Dios, el Divino Maestro.

Mi llamamiento a una Alianza Antiglobalista -que hoy renuevo- pretende precisamente constituir un movimiento de renacimiento moral y espiritual que inspire la acción civil, social y política de quienes no quieren ser sometidos como esclavos al Nuevo Orden Mundial. Un movimiento que, a nivel nacional y local, sea capaz de encontrar la forma de oponerse al Gran Reinicio y que coordine la denuncia del golpe de Estado actualmente en curso. Porque al saber quién es nuestro adversario y cuáles son sus objetivos y propósitos, podremos desbaratar la acción criminal que pretende llevar a cabo y obligarle a retroceder.

En este sentido, la oposición a la farsa de la pandemia y a la vacunación obligatoria debe ser decidida y valiente por parte de cada uno de ustedes.

La de ustedes debe ser, pues, una obra de la verdad, que saque a la luz las mentiras y los engaños del Nuevo Orden Mundial y su matriz antihumana y anticrística.

Y en esto son principalmente los laicos y todas las personas de buena voluntad -cada uno en el rol profesional y civil que ocupa- quienes deben coordinarse y organizarse juntos para hacer una resistencia firme pero pacífica, para no legitimar su represión violenta por parte de quienes hoy detentan el poder.

Enorgullézcanse de su identidad como patriotas americanos y de la Fe que debe animar sus vidas. No permitan que nadie les haga sentir inferiores sólo porque aman a su patria, porque ustedes son honestos en el trabajo, porque quieren proteger a sus familias y criar a sus hijos con valores sanos, porque ustedes respetan a los ancianos, porque protegen la vida desde la concepción hasta su fin natural.

No se dejen intimidar ni seducir por quienes propagan un mundo distópico en el que un poder sin rostro les impone el desprecio a la Ley de Dios, presenta el pecado y el vicio como lícitos y deseables, desprecia la rectitud y la Moral, destruye la familia natural y promueve las peores perversiones, planea la muerte de criaturas indefensas y débiles, y explota a la humanidad para su propio beneficio o para conservar el poder.

Sean dignos herederos del gran arzobispo Fulton Sheen, y no sigan a aquéllos de sus Pastores que han traicionado el mandato que han recibido de Nuestro Señor, que les imponen órdenes inicuas o que callan ante la evidencia de un crimen inaudito contra Dios y la humanidad.

Que esta Santa Navidad ilumine sus mentes y encienda sus corazones frente al Rey Niño que yace en el pesebre.

Y así como los coros de los Ángeles y el homenaje de los Reyes Magos se unieron a la sencilla adoración de los Pastores, también hoy vuestro compromiso con el renacimiento moral de los Estados Unidos de América –una Nación bajo Dios– tenga la bendición de Nuestro Señor y reúna a los que los gobiernan en torno a ustedes. Amén.

Que Dios les bendiga y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.

 

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

18 de diciembre de 2021

 

Republicado originalmente en inglés el 21 de diciembre de 2021, en https://www.marcotosatti.com/2021/12/21/message-to-the-american-people-by-archbishop-carlo-maria-vigano/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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