Viejo y nuevo Joaquinismo. Pasión y eclipse de la Iglesia Actual. Don Curzio Nitoglia

28 Ottobre 2024 Pubblicato da Lascia il tuo commento

 

Marco Tosatti

Estimados StilumCuriales, Cinzia Notaro pone a vuestra disposición esta entrevista con el padre Curzio Nitoglia, a quien extendemos nuestro agradecimiento, sobre un fenómeno antiguo y actual. Disfruten la lectura y compártanla.

 

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A lo largo de los siglos, durante las diversas crisis dogmáticas/morales de la Iglesia (y la actual es una de ellas) en su Cuerpo (“in capite et in membris”) y no en su elemento divino, la tentación antipetrina, conciliarista, episcopalista, neumática, milenarista y joaquinista de querer reemplazar la Iglesia jerárquica en su aspecto humano y deficiente, por una “Iglesia” ideal sustentada en los profetas,  en los espirituales, en los iniciados, sólo en los santos, reaparece constantemente.

De este modo nos habla don Curzio Nitoglia sobre el “Viejo y nuevo Joaquinismo”.

 

P. ¿Hay controversias en la Iglesia que son difíciles de explicar y que podrían llevar a más confusión?

R. Respondo con las palabras que escribió san Ignacio de Loyola (Obras Completas, Madrid, BAC, 1982, pp. 289-290): “En las cuestiones teológicas difíciles y no definidas, se debe dar la propia opinión con humildad y paz, adecuándose a la instrucción y a las capacidades de los oyentes, insistiendo más en la práctica de la Iglesia, exhortando a seguir las buenas costumbres, en lugar de dejarse envolver en controversias que no tienen una conclusión cierta y, en consecuencia, son peligrosas tanto para los que las explican como para los que las escuchan”.

P. ¿Dónde refuta Santo Tomás de Aquino los errores milenaristas de Joaquín y su escuela?

R. En la Summa Theologica demuestra que la Nueva Alianza durará hasta el fin del mundo (S. Th., I-II, q. 106, a. 4). De hecho, la Nueva Alianza sucedió a la Antigua, de la misma manera que lo más perfecto a lo menos perfecto. Ahora bien, en el estado de la vida humana en este mundo, nada puede ser más perfecto que Cristo y la nueva ley, porque algo es perfecto en la medida en que se acerca a su fin. Gracias a su Encarnación y muerte, Cristo nos introduce en el Cielo. En consecuencia, en esta tierra no puede haber nada más perfecto que Jesús y su Iglesia. En cuanto al Espíritu Santo, como consumador de la obra de redención de Jesucristo, es enviado precisamente por Cristo para confesar al mismo Cristo, quien prometió formalmente a sus Apóstoles: “El Espíritu Santo que les enviaré desde el Padre dará testimonio de mí”. El Paráclito no es el iniciador de una tercera era, sino que da testimonio de Cristo a los hombres, lo explica y los fortalece para que lo imiten. Después de la Ley Antigua y la Nueva, no habrá una tercera Alianza en esta tierra, sino que el tercer estado será el de la eternidad, siempre feliz en el Cielo o siempre infeliz en el Infierno.

P. ¿En qué se equivoca Joaquín?

R. Se equivoca al transportar la realidad ultramundana o eterna a esta tierra. De hecho, el Espíritu Santo explicó a los Apóstoles (el día de Pentecostés) toda la verdad que Cristo había predicado y que aún no habían comprendido plenamente. El Paráclito no debe enseñar una Ley muy nueva u otro Evangelio más espiritual que el de Cristo, sino que sólo debe iluminar y dar fuerza para conocer bien y vivir la doctrina cristiana del Nuevo Testamento, que perfeccionó la doctrina mosaica (S. Th., I-II, q. 106, a. 4). Además, la Antigua Ley no era sólo del Padre, sino también del Hijo (representado y prefigurado por Moisés), así como la Nueva Ley no era sólo del Hijo, sino también del Espíritu prometido y enviado por Cristo a sus Apóstoles. La Ley de Cristo es la Gracia del Espíritu Santo, que ilumina, vivifica y fortalece para poder observar la Ley divina. Así como, ya en el Antiguo Testamento, fue el Espíritu Santo quien iluminó y fortaleció a los Patriarcas y a los Profetas, quienes, aunque vivían bajo la Antigua Ley, ya tenían el espíritu de la Nueva y lo vivían heroicamente, mediante la gracia del Espíritu Santo (por atribución).

P. ¿A qué se refiere Jesús cuando dice a sus discípulos que “el Reino de Dios está cerca”?

R. Santo Tomás especifica que no se refiere sólo a la destrucción de Jerusalén, como fin definitivo de la Antigua Alianza y comienzo formal de la Nueva, sino también al fin del mundo (S. Th., I-II, q. 6, a. 4, ad 4; III, q. 34, a. 1, ad 1; III, q. 7, a. 4, ad 3-4). De hecho, el Evangelio de Cristo es la “Buena Nueva” del Reino (todavía imperfecto), de la “Iglesia militante” en esta tierra y del Reino (ahora y siempre perfecto) de la “Iglesia triunfante” en el Cielo.  Además, en  el Comentario a Mateo sobre el discurso escatológico de Jesús (XXIV, 36), el Doctor Angélico advierte: «Algunos podrían creer que este discurso de Cristo se refiere sólo al fin de Jerusalén […]; pero sería un gran error referir todo lo que se ha dicho sólo a la destrucción de la Ciudad Santa… y por lo tanto la explicación es diferente […] a saber, que todos los hombres y los fieles en Cristo son una sola generación, y que el género humano y la fe cristiana permanecerán hasta el fin del mundo” (Expos. In Matth. c. XXIV, 34).  El Doctor Angélico se apoya en este texto para refutar el error joaquinista, según el cual la Nueva Alianza o la Iglesia de Cristo no durará hasta el fin de los tiempos; retoma la enseñanza patrística (especialmente de San Juan Crisóstomo y de San Gregorio Magno) y también la desarrolla en la Summa Theologica (I-II, q. 106, a. 4, sed contra). Por lo tanto, el cristianismo durará hasta el fin del mundo, no habrá necesidad de una “Tercera Alianza neumática y universal”, sino que la Iglesia de Cristo es el Reino del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (con todo el debido respeto a Joaquín y sus seguidores), no hay necesidad de soñar con el reemplazo del cristianismo, solo es necesario vivirlo cada vez más intensamente.

P. ¿Hoy la Iglesia vive en una situación análoga a la Pasión de Cristo, en la que “la divinidad se esconde y deja sufrir a la santísima humanidad de Jesús” (San Ignacio, Ejercicios Espirituales, n°196)?

R¡¡¡Es cierto!!! Ya santo Tomás de Aquino (Adoro Te devote) había escrito: “In cruce latebat (…) deitas”, en la Cruz se ocultó la divinidad de Cristo, estuvo eclipsada, no estaba a la vista. Por el contrario, permitió que su humanidad sufriera de la manera más cruel, tanto que era “más parecido a un gusano que a un hombre” (Isaías).  El padre Luis de la Palma subraya: “El hecho de que el Hijo haya sido abandonado supera todo nuestro entendimiento” (La Pasión del Señor, Milán, Ares, 1996, p. 192). En la Suma Teológica, santo Tomás de Aquino explica que “la Divinidad, milagrosamente, permitió que la humanidad de Cristo sintiera angustia por el  (aparente) abandono de Dios; aunque está hipostáticamente unida a la divina Persona del Verbo y goza de la visión beatífica. Esto fue permitido porque es necesario entrar en el Reino de los Cielos a través de muchas tribulaciones  (III, q. 45, a. 2, in corpore). También en la Summa leemos: “Fue por un milagro que la divinidad no redundó en la humanidad de Cristo” (III, q. 14, a. 1 ad 2um), “para que se pudiera realizar el misterio de nuestra redención mediante el sufrimiento” (III, q. 54, a. 2, ad 3um). El mismo Jesucristo llamó nuestra atención sobre este misterio cuando exclamó en la cruz: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. La respuesta al “por qué” no fue inmediata, había que contentarse, durante la Pasión, con el “hecho”. Así, hoy, en la Pasión de la Iglesia se oculta su elemento divino y sólo aparece el humano de la manera más fea o “como un gusano”. Es un misterio que deriva del de la Unión Hipostática y del doble elemento (divino y humano) de la Iglesia (que es Cristo continuado en la historia).

P. Jesús había predicho este eclipse a los Apóstoles: “Todos ustedes se escandalizarán a causa de mí en esta noche. Porque escrito está: ‘Heriré al Pastor y el rebaño se dispersará’” (Jueves Santo).

R. Pero Nuestro Señor nos exhorta junto con los Apóstoles: “No se turbe vuestro corazón. Tened fe en Dios y en Mí”. Y explica: “Les he dicho estas cosas para que no se escandalicen (…). Cuando llegue su hora, recuerden que se los he dicho”.

P. ¿La hora de la “Sinagoga de Satanás” (Ap 2, 9) y del poder infernal es algo preternatural, que casi se puede tocar hoy con la mano, como durante la Pasión de Jesús?

R. De hecho, dice: “Llegará la hora, de hecho ya ha llegado, en que cada uno de ustedes se dispersará por su cuenta y me dejarán solo”. El Sábado Santo, sólo la Santísima Virgen María había  conservado plenamente  la fe en la divinidad y resurrección de Cristo. “A solas, la Virgen esperaba (…). Sola en su fe (…) creía sin la menor duda que Jesús resucitaría (…). Tanto los Apóstoles como los discípulos no creían (plenamente, al no tener el coraje de profesar públicamente su fe, señalan los teólogos, ndr] en la Resurrección (…). María recordó que al día siguiente resucitaría. Pero, no llegaron a creer (perfectamente) (…). María era la única luz encendida en la tierra (…). El refugio de los pecadores que no podían creer (perfectamente)” (L. De La Palma, La Passione…, págs. 243 a 246). Gabriele Roschini (Vita di Maria, Roma, Fides, 1959) escribe que María Magdalena “vaciló” y que las apariciones hechas a los Apóstoles fueron ordenadas para “fortalecer su fe” (p. 276 y 282) ya que “la debilidad de su fe constituía la fuerza de su testimonio” (p. 283) y P. C. Landucci (Maria Santissima nel Vangelo, Roma, Paoline, 1945), habla de una “fe débil y vacilante” de los Apóstoles, a quienes Jesús se apareció para “fortalecer su fe” (pp. 436-437). Por lo tanto, no se puede afirmar que los Apóstoles hubieran  perdido totalmente  la fe. Cuando Cristo se aparezca a los Apóstoles después de su resurrección, no los condenará, sino que les dirá: “No temáis, soy yo, la paz esté con vosotros”.

P. Por eso hoy no debemos pretender ver más claramente que los Apóstoles. ¿También hoy, como entonces, los fieles católicos están dispersos, cada uno por su cuenta?

R . Ciertamente. Es el misterio que sobrepasa la razón humana, sin estar en contra de ella: el “cómo”, el “por qué”. Durante la Pasión de Cristo y de la Iglesia hay algo sobrehumano y misterioso que nos sobrepasa. También hoy Cristo podría enviarnos doce legiones de ángeles, pero debe suceder así. El por qué se nos escapa, lo podemos vislumbrar en el claroscuro de la fe, pero non plus ultra.  El padre Reginald Garrigou-Lagrange explica que los Apóstoles “en el momento mismo en que su Maestro realizaba la redención, no vieron más que el lado humano de las cosas” (Gesù che ci redime, Roma, Città Nuova, 1963, p. 337) y se escandalizaron, como se había anunciado.

P. ¿Entonces los golpes que recibe la Iglesia desde hace siglos son mortales? 

R. El gran teólogo dominico prosigue: “Este misterio de la pasión y resurrección continúa, en cierto modo, en la Iglesia. Jesús la hace a su imagen y, si permite pruebas terribles para ella, le concede resucitar, en cierto modo, más gloriosa, después de los golpes mortales que le infligen sus adversarios” (Ibid. p. 353). Ella parece morir, pero resucita cada vez más hermosa “sin arruga ni mancha”, sólo hay que esperar y no sustituirla por un “muñeco’ de Thucist que es un “parche peor que el agujero”. Nadie niega la existencia del “agujero”, pero se ve el “parche” desde dentro, se entiende de que es peor que el “agujero”, una especie de “buey que llama cornudo al asno”.

P. ¿Cómo salir de la crisis de las variaciones sustanciales en la Iglesia con el Concilio Vaticano II?

R. Estoy de acuerdo con la respuesta dada en 1987 por el filósofo, filólogo y teólogo italiano Romano Amerio: “Sólo se puede vislumbrar el principio remoto de la solución: la Divina Providencia, lo cercano lo sobrepasa”.

 

Publicado originalmente en italiano el 24 de octubre de 2024 por Marco Tosatti, en https://www.marcotosatti.com/2024/10/24/vecchio-e-nuovo-gioachimismo-passione-ed-eclissi-della-chiesa-attuale-don-curzio-nitoglia/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

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