Vigilia de Pentecostés. Homilía de monseñor Carlo Maria Viganò: ¡Luchemos con entusiasmo!

29 Maggio 2023 Pubblicato da Lascia il tuo commento

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, recibimos y publicamos con gusto esta homilía del arzobispo Carlo Maria Viganò. Feliz lectura y difusión.

§§§

HOMILÍA

para la imposición de la Sagrada Confirmación

en la víspera de Pentecostés

 

Qui diceris Paraclitus, Altissimi donum Dei

Hymnus Veni, Creator

[El que es llamado Paráclito, don del Dios Altísimo

Himno Ven, Creador]

 

Hoy celebramos la Vigilia de Pentecostés. La antigua liturgia bautismal de este día, que fue abolida con la reforma de 1955, ha vuelto a ser utilizada recientemente por muchas comunidades que siguen el rito tridentino, además con el permiso de la Comisión Ecclesia Dei. La razón de esta decisión hay que atribuirla al hecho que los autores del Ordo Hebdomadæ Sanctæ instauratus de Pío XII son los mismos que los del Rubricarum Instructum de Juan XXIII y del Novus Ordo Missæ de Pablo VI. Con vistas a recuperar los tesoros del Rito Tradicional es por tanto comprensible este redescubrimiento no sólo de la Semana Santa anterior a 1955, sino también de la liturgia simbólica de Pentecostés, llamada Pascua de las Rosas en recuerdo de la antigua costumbre de dejar caer una lluvia de pétalos de rosa desde la bóveda de nuestras iglesias, que debían representar las lenguas de fuego del Espíritu Santo. Esto sigue ocurriendo en la Basílica de Santa Maria ad Martyres, el antiguo Panteón romano.

Su carácter bautismal recuerda la Vigilia Pascual, para que los catecúmenos que no habían recibido el Bautismo el Sábado Santo -por ejemplo, porque aún no estaban preparados o estaban enfermos- pudieran ser admitidos entre los neófitos durante el oficio solemne de hoy. Este antiguo rito incluye la bendición de la Fuente Sagrada y la imposición de la purificación sacramental, y nos recuerda la solicitud de la Santa Iglesia, que es Maestra al exigir la debida preparación de los candidatos al Bautismo, y Madre al concederles otra oportunidad al concluir el tiempo pascual. Según Dom Guéranger, la lectura de las profecías constituye una referencia evidente al Sábado Santo, con el doble simbolismo de la Pascua y Pentecostés judíos que se cumplen plenamente en la Pascua y el Pentecostés cristianos.

Ciertamente, el gran Pío XII, hacia el que sentimos una profunda veneración, no tuvo forma de captar en esos primeros pasos de la renouveau liturgique, iniciada desde los años veinte del siglo pasado, la amenaza que más tarde se haría evidente con la llamada “reforma conciliar”. Es por eso que la recuperación de los ritos anteriores a 1955 no cuestiona en absoluto su pontificado, ni su amor a la Liturgia Romana. Más bien, podemos reconocer la astucia diabólica con la que actuaron los Novatores, que con pequeños pasos socavaron el inestimable tesoro del culto católico. En lugar de abrir este patrimonio, fruto de siglos de armonioso desarrollo, consideraron que era más cómodo simplificarlo, demostrando con ello no sólo una mentalidad completamente ajena a una verdadera comprensión de la divina Liturgia, sino también un sustancial desprecio por el santo pueblo de Dios, considerado erróneamente incapaz de nutrirse espiritualmente sirviéndose de ella. Pero esto, quede claro, no dejaba de ser un pretexto, una excusa -la actuosa participatio, la participación activa de los fieles– detrás de lo cual se escondía la voluntad de desquiciar la Fe, la lex credendi, mediante la manipulación de su expresión orante, la lex orandi.

En última instancia, los Novatores revelan su falta de fe en la acción de la Gracia infundida por el Espíritu Santo -que también actúa a través de la Liturgia- y en la capacidad del hombre para responder a ella. En su mentalidad, nada debe ponernos a prueba, nada debe representar una oportunidad de mejora: todo debe estar al alcance de todos, ningún tesoro debe ser revelado a quienes ellos consideran mediocres e ignorantes, lo cual delata su orgullosa persuasión de que son superiores a su rebaño. Este presuntuoso clasismo no se limita a las cosas exteriores, sino que se extiende también a las cuestiones interiores, de modo que para ellos la ignorancia de la Fe, la acomodación indolente de la Moral, la pereza en la Espiritualidad y en la Ascesis deben ser la regla para una masa a la que no tienen ningún deseo de dirigir, de instruir, de amonestar. Demasiado esfuerzo, para aquellos que en primer lugar no creen, no aman, no esperan. Demasiado esfuerzo, para quienes están ocupados en construirse una Iglesia a su imagen, considerando a la Iglesia de Cristo y su Liturgia viejas e inviables. Por eso despersonalizan a los individuos y los aniquilan en una asamblea sin rostro y sin voluntad, a la que imponen una visión horizontal desprovista del anhelo sobrenatural, en la certeza -que tenemos, por otra parte, ante los ojos- de que un rito que exprese otra visión eclesiológica y doctrinal acabaría cambiando la Fe de quienes asistieran a él.

Por el contrario, los buenos Pastores son los primeros que, en la estela de la Tradición y en la práctica constante y humilde de lo que predican, tienen la tarea de señalar grandes metas a las almas que les han sido confiadas. Sed santos, como santo es vuestro Padre (Mt 5, 48), nos exhorta Nuestro Señor. Y esta santidad, que está hecha de heroísmo (incluso silencioso) y de generoso abandono a la voluntad de Dios, es la respuesta a la Gracia, que hace posible que Dios haga lo que nosotros solos nunca podríamos realizar. Y hoy, con la imposición de la Sagrada Confirmación al joven Gabriel, tenemos una prueba de ello: el Señor, que nos llama a ser hijos del Padre eterno y miembros vivos de la Iglesia mediante el Bautismo, en el sacramento de la Confirmación nos hace soldados de Cristo, dispuestos a combatir el buen combate. Pero no nos deja solos en esta prueba: nos proporciona las armas espirituales con las que hacer frente al Enemigo de nuestra alma. El Espíritu Santo nos da estas armas poderosísimas -gratuitamente, como todo lo que viene de Dios- precisamente en la Confirmación y en todos los Sacramentos: la armadura de Dios, el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, el calzado de la predicación, el escudo de la Fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu, el entrenamiento de la oración, el gimnasio del ayuno y de la penitencia (Ef 6, 10-20).

No nos enorgullezcamos de lo que el Señor nos permite ser, ni de los éxitos que conseguimos gracias a Él; pero tampoco nos desanimemos por nuestros fracasos, por nuestra debilidad, por la inexperiencia en el manejo de estas armas o por nuestra poca destreza para empuñarlas. Repitamos más bien con San Pablo: Todo lo puedo en Aquél que me da fuerzas (Flp 4, 13).

En esta Vigilia solemne que nos prepara para el descenso del Paráclito, invoquemos al Espíritu Santo con la confianza de quien conoce con realismo y humildad su propia debilidad, pero también el poder infinito del Señor Dios de los ejércitos desplegados, y ese poder no menos tremendo de nuestra augusta Conductora, María Santísima, terribilis ut castrorum acies ordinata. La guerra espiritual que libramos contra el mundo, la carne y el demonio fue ganada en la Cruz, donde Nuestro Señor y Dios venció al enemigo; donde la bendita estirpe de la Mujer coronada de estrellas y vestida de sol aplastó la cabeza de la antigua Serpiente. Ella conocerá la victoria total al final de los tiempos, cuando de nuevo la Mujer anunciada en el Génesis y el fruto de Su vientre exterminen al Anticristo y a Satanás. Nos encontramos en medio de este conflicto de época, y si queremos triunfar con Cristo y su Santísima Madre debemos luchar con entusiasmo bajo el estandarte glorioso de nuestro Rey, protegidos por la armadura que el Espíritu Santo -παράκλητος, es decir, defensor, consejero y abogado- pone a nuestra disposición, especialmente con la Gracia conferida en la Confirmación.

Tenemos elevados ideales, grandes retos, apasionantes duelos que afrontar. Con la ayuda de Dios, el joven Gabriel, a quien la Iglesia recluta en sus filas como miles Christi, también los tendrá, dotándole de todo el equipamiento espiritual que necesita, proporcionándole los cuidados de la Confesión, nutriendo su fuerza y vigor con el alimento sobrenatural de la Santísima Eucaristía. Gabriel: la fuerza de Dios. El Espíritu Santo te dará también -como nos ha dado y nos sigue dando a cada uno de nosotros- sus Dones, el sagrado Septenario: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

En consecuencia, no nos dejemos desanimar por quienes nos quieren débiles y desarmados, resignados e ignorantes, para poder abatirnos y vencernos: pongamos más bien toda nuestra esperanza en Dios, que nos llama al heroísmo de la santidad porque nos quiere a su diestra en el día glorioso de la victoria, cuando pondrá a sus enemigos por estrado de sus pies (Sal 109, 2). Que así sea.

 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

 

27 de mayo de 2023

Sábado en la vigilia de Pentecostés

 

Publicado originalmente en italiano el 28 de mayo de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/05/28/vigilia-di-pentecoste-omelia-di-mons-vigano-lottiamo-con-entusiasmo/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

§§§

Ayuda a Stilum Curiae

IBAN IT79N0200805319000400690898

BIC/SWIFT UNCRITM1E35

§§§

 

Condividi i miei articoli:

Libri Marco Tosatti

Tag: ,

Categoria:

Lascia un commento