Monseñor Viganò. Meditación sobre el Viernes de Preparación

8 Aprile 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, recibimos y publicamos con gusto esta meditación del arzobispo Carlo Maria Viganò. Feliz lectura y difusión.

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MEDITACIÓN

en el Viernes de Preparación

Popule meus, quid feci tibi?

[Pueblo mío, ¿qué te hice?]

 

Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he entristecido? Mientras nos disponemos a adorar el madero bendito de la Cruz, resuenan en nuestro corazón las palabras de los Improperios. Son palabras de reproche desconsolado, de sufrimiento desgarrador del Señor que se dirige a su pueblo y a cada uno de nosotros. Palabras de un Dios que se hizo hombre para salvarnos a cada uno de nosotros, muriendo en el más infame de los suplicios, y que en Getsemaní contempla horrorizado la multitud de pecados de todos los tiempos, de todos los hombres.

Άγιος ο Θεός, άγιος ισχυρός, άγιος αθάνατος ελέησον ημάς, Sanctus Deus, Sanctus Fortis, Sanctus Immortalis, miserere nobis, [Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal] grita la humanidad de Cristo al Padre, implorando perdón en nombre nuestro, como Señor del género humano y Cabeza del Cuerpo Místico. Como cordero de Dios que carga sobre sus espaldas los pecados del mundo. Y en ese grito desconsolado está contenido todo el amor infinito tantas veces no correspondido, la Caridad ardiente ultrajada por el egoísmo, la conciencia de nuestra ingratitud ante la magnificencia sin límites de los dones recibidos.

Habría bastado una sola gota de la preciosísima Sangre de Nuestro Señor para redimir al mundo entero: cujus una stilla… Pero la Caridad de Dios -la Caridad que es Dios mismo- no conoce medida y llega hasta dar la vida del Hijo encarnado para redimirnos a nosotros, los hijos de la ira. Nosotros que mil veces hemos escupido sobre ese Rostro bendito, golpeado con un bastón esa santa Cabeza coronada de espinas, lacerado con azotes esa Carne santísima, clavado clavos en esas Manos venerables.

Miramos al Redentor sin vida, opprobrium hominum et abjectio plebis (Sal 21, 6). El Rey de reyes levantado en el patíbulo reservado a los esclavos. El Sumo y Eterno Sacerdote escarnecido por el Sanedrín. Irreconocible el más bello de los hijos del hombre, despojado de sus vestiduras, expuesto a burlas e insultos. ¿Y por quién? Por las almas estériles, por los corazones petrificados, por las mentes rebeldes.

Pero en esta representación sagrada que envuelve la naturaleza, oscurece el cielo y estremece las profundidades de la tierra al presenciar la Muerte del Hombre-Dios, apenas podemos vislumbrar el abismo del Amor divino, del que sólo un Dios es capaz.

El Adversario no comprende la misericordia porque no conoce el amor, no es capaz de amar, ni de ser hacerse amar. No comprende que la única razón por la que la Majestad divina tolera la presencia del pecado es que es una oportunidad para el arrepentimiento y la conversión, y que es precisamente en la Misericordia de un Dios que llega a ofrecerse para redimir a la humanidad pecadora donde se manifiesta la perfecta coherencia de Verdad y Caridad, de Justicia y Misericordia.

En la delirante ilusión de derrotar a Dios matándolo en la Cruz, Satanás firmó su propia condena. O mors, ero mors tua. Morsus tuus ero, inferne (1Cor 15, 55; Os 13, 14). Oh muerte, yo seré tu muerte; ¡yo seré tu perdición, infierno! Ut unde mors oriebatur, inde vita quoque resurgeret; et qui in ligno vincebat, in ligno quoque vinceretur: de modo que de donde vino la muerte, nació la vida; y el que venció en la Cruz, en la Cruz fue vencido. Ese instrumento de tormento y muerte se convirtió en trono del Señor de la vida, sobre la cual reina. Regnavit a ligno Deus. ¡Qué misterio insondable! Y qué abismo de egoísmo sordo el de Satanás, de soberbia ciega, de rencor mudo que devora el alma perdida del ángel más luminoso. La misma miserable ὕβρις, el mismo delirio de omnipotencia mueve a los malvados de la tierra, a los enemigos de Cristo y de su Iglesia, que creen que pueden derrocar al Señor de los ejércitos y arrebatarle las almas que su Hijo rescató muriendo.

El odio de Satanás no es infinito, ni es infinito su poder, ni es eterno el reino del Príncipe de este mundo; mientras que infinita es la Caridad de Dios, infinita su omnipotencia, e infinitamente eterno su reino. Infinita es Su Misericordia, que todo pecado y toda carencia quema y consume en el fuego del Amor por nosotros, pobres criaturas, con tal de que nos entreguemos, reconociéndonos pecadores y necesitados de perdón y de ayuda, para participar después de Su bienaventuranza eterna, de Su gloria. Hemos sido creados para amar y ser amados. Para corresponder con nuestra nada a todo lo que hemos recibido sin mérito. Para dejarnos amar por Dios, como nos dejamos calentar e iluminar por el Sol, como el niño se deja abrazar y sostener en los fuertes brazos de su padre sin miedo a ser aplastado.

Misericordiam volo, et non sacrificium (Mt 9, 13), nos dice el Señor. Porque  la Misericordia divina se ha manifestado en el Sacrificio del Hijo eterno del Padre, que perpetuamos en forma incruenta en la Misa; y nosotros debemos corresponder a este milagro de Caridad divina ofreciendo lo que mayormente nos cuesta –nuestro amor propio, nuestro ego, nuestra pretensión de merecer algo cuando somos deudores de todo– usando misericordia con nuestros hermanos y haciéndolo siendo conscientes que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos (Jn 15, 13).

Éste es el misterio de Dios: la Caridad ardorosa que todo lo envuelve e inflama. Y el mysterium iniquitatis consiste en la incapacidad de plegarse a este amor, en la obstinación de librar una batalla perdida, en la ilusión de que el Mal puede vencer al Bien, de que la mentira puede oscurecer la Verdad, de que las tinieblas logran abrumar la Luz, de que la criatura puede derrotar al Creador.

Postrémonos adorantes frente a la Cruz y repitamos esas palabras que ya conocemos, pero cuyo significado nunca comprenderemos del todo: Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi: quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum [Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo]

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo

7 de abril de 2023

Feria VI en Preparación

 

Publicado originalmente en italiano el 7 de abril de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/04/07/mons-vigano-meditazione-sul-venerdi-di-parasceve/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

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