Presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía. Donde se equivoca la teología protestante
20 Giugno 2025
Marco Tosatti
Cari amici e nemici di Stilum Curiae, offriamo alla vostra attenzione questo articolo di Investigatore Biblico, che ringraziamo per la cortesia. Buona lettura e meditazione.
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La presencia verdadera, real y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía. Estudio bíblico sobre la “anamnesis”: Donde se equivoca la teología protestante
por IB
Cuando en la Última Cena Jesús tomó el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía» (Lc 22, 19), utilizó un término lleno de profundidad judía y teológica: ἀνάμνησιν (anamnesin), que se traduce como “memoria”. Pero esta traducción, tal como es recibida en el horizonte cultural occidental, corre el riesgo de convertirse en equívoca si no se ingresa en la mentalidad semítica desde la que Jesús mismo habla y actúa.
En nuestro idioma, el concepto de “memoria” se refiere a un hecho del pasado que la mente evoca, de la misma manera que se hojea una fotografía o se recuerda un evento lejano. Es una actividad interior, subjetiva, en cierto modo frágil, que no cambia nada del presente, excepto, quizás, el estado emocional o afectivo de la persona que recuerda. Pero en el universo bíblico, y especialmente en el lenguaje litúrgico del Antiguo Testamento, la “memoria” es todo lo contrario.
Cuando el judío celebra la Pascua, no está recordando solamente el pasado: está reviviendo el evento. Esto es lo que leemos en el libro del Éxodo: «Este día será para ustedes un memorial (zikkaron): lo celebrarán como fiesta del Señor; de generación en generación lo celebrarán como un rito perpetuo» (Ex 12, 14). El memorial (zikkaron) de la Pascua no es, por tanto, una simple conmemoración: es una participación real, en el tiempo presente, en lo que Dios ha hecho por Israel en ese momento originario de su salvación. Es el misterio de un tiempo que se hace carne en el hoy de la celebración.
Es en este contexto que se comprende el significado profundo de la palabra griega anamnesis (ἀνάμνησις), que Lucas utiliza para transcribir el mandato de Jesús: «hagan esto en anamnesin de mí». La anamnesis no es un mero recuerdo, sino una reactualización del misterio salvífico, un acto litúrgico que hace presente el acontecimiento salvífico originario. El concepto es radicalmente dinámico, sacramental. No se trata de mirar hacia atrás, sino de dejarse envolver, aquí y ahora, por lo que se ha logrado de una vez por todas.
Es en esta clave que la Iglesia Católica funda la fe en la presencia real, verdadera y sustancial de Cristo en la Eucaristía. Cuando el sacerdote celebra la Eucaristía, no “recuerda” a Jesús en el sentido psicológico del término, sino que, obedeciendo el mandato del Señor, realiza la anamnesis, es decir, hace presente el sacrificio de Cristo, aquí y ahora. Es el único sacrificio de la Cruz que se hace sacramentalmente presente en cada Eucaristía. No hay repetición material del sacrificio, sino un acceso a su misterio siempre vivo, en el poder del Espíritu Santo.
La confusión de muchas interpretaciones protestantes sobre la naturaleza de la Eucaristía nace a menudo del equívoco de este término. Si se piensa que la “memoria” es sólo un recuerdo afectivo, entonces es coherente sostener que la Eucaristía es un simple símbolo. Pero si se acepta la mentalidad judía del Señor Jesús, entonces se comprende que la anamnesis es una participación viva, real y sustancial en el Misterio, en su Pasión, Muerte y Resurrección.
Los Padres de la Iglesia custodiaron fuertemente esta visión. San Ireneo de Lyon escribió en el siglo II: «Así como el pan que proviene de la tierra, recibiendo la invocación de Dios, ya no es pan común, sino Eucaristía, así nuestros cuerpos, al recibir la Eucaristía, ya no son corruptibles, porque llevan en sí mismos la esperanza de la resurrección» (Adversus haereses, IV, 18, 4). También San Ambrosio, en De Sacramentis, afirma claramente: «No vemos el pan, sino el cuerpo de Cristo. […] Con la palabra de Cristo se hace realidad el sacramento”.
Y también san Juan Crisóstomo dice: «Cuando ves al Señor inmolado y al sacerdote que realiza el sacrificio, y a todos los presentes que se tiñen con la sangre preciosa, ¿piensas que todavía estás en la tierra? ¿No estás transportado al cielo?» (Hom. en Mat., 82, 4). En su anamnesis, la Eucaristía es el cielo que se abre en la tierra.
Si Jesús dijo «Haced esto en memoria mía», quiso dar a los Apóstoles el poder y la tarea de renovar, a través del sacramento, su presencia real, no simbólica. En consecuencia, la anamnesis es acto sacerdotal, acto sacramental y acto eclesial. Es el corazón palpitante de la vida de la Iglesia. En ella no solo recordamos a Cristo, sino que verdaderamente participamos con él. Y por eso la Misa no es “una recitación” o un “signo afectivo”, sino que es una presencia verdadera, viva, efectiva del Señor resucitado y crucificado, que se da a sí mismo en comida y bebida para nuestra salvación.
Volver al significado original de la palabra “memoria” en la Escritura es para nosotros una operación necesaria y vital, para no perder el significado más profundo del sacramento del altar. Allí, en la pobreza del pan y del vino, se esconde Aquél que venció a la muerte. Y cada vez que celebramos, “anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección, hasta que El vuelva”. No es un recuerdo simple: revivimos, porque él está verdaderamente presente.
Publicado originalmente en italiano por Marco Tosatti el 19 de junio de 2025, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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Tag: anamnesi, cristo, eucarestia, investigatore biblico
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