Las Reliquias en la Cruz Pectoral de León XIV. Bernardino Montejano.

16 Maggio 2025 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, el Prof. Bernardino Montejano, a quien agradecemos de corazón, ofrece a vuestra atención estas reflexiones sobre la Cruz Pectoral de León XIV. Disfruten leyendo, meditando y compartiendo.

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LAS RELIQUIAS EN LA CRUZ PECTORAL DE LEÓN XIV

Consideramos que desde la elección del nuevo Sumo Pontífice. mucho se ha escrito acerca de él, de su familia, de su larga trayectoria, de sus estudios, de su experiencia pastoral, pero prácticamente nada respecto a la cruz pectoral que llevaba sobre su pecho. Es lo que nos mueve a ocuparnos del asunto.

Por InfoCatólica, nos enteramos de las reliquias contenidas en ella y que no era una simple insignia, “sino un auténtico programa de santidad, pues atesora en su interior reliquias de santos y mártires”.

El cuerpo de la nota nos informa que “en el centro de la cruz se encuentra un fragmento de los huesos de San Agustín, el gran doctor de la Iglesia, cuya vida y escritos nos invitan a buscar a Dios en la interioridad del corazón y a comprender su palabra desde la fe y la razón. Junto a él, otras cuatro reliquias completan este mensaje espiritual: en la parte superior, un fragmento de Santa Mónica, la madre perseverante que con lágrimas y oración alcanzó la conversión de su hijo; en el brazo izquierdo, Santo Tomás de Villanueva, reformador incansable; en el derecho, el beato Anselmo Polanco, mártir de la fe, y en la base, el venerable Giuseppe Bartolomeo Menocchio, testigo de fidelidad inquebrantable en los tiempos de persecución”.

Esta cruz fue un regalo de la Curia General Agustiniana entregada a Prevost en el año 2023 cundo fue instituido cardenal; el padre Josef Sciberras, postulador general de la Orden, fue quien seleccionó las reliquias para reflejar las grandes virtudes que deben guiar a un pastor de la Iglesia.

El papa eligió esa cruz para el día de su elección y la conservó incluso durante el juramento solemne.

La reliquia de San Agustín es el corazón de este símbolo y la presencia de Santa Mónica destaca la importancia de la oración y de la fortaleza maternal.

Nos toca hablar de los demás: Santo Tomás de Villanueva (1486-1555), nació en Fuentellana, La Mancha, y en la Universidad de Alcalá se graduó en Filosofía y Teología. Entró en el Convento de San Agustín de Salamanca y celebró su primera misa el 25 de diciembre de 1518. Fue prior en varios conventos y en su gobierno “miraba sobre todo cuatro cosas: la buena celebración de las Misas y oficios corales, el aseo de los ornamentos y vasos del culto, el estudio y ocupación de los religiosos y la observancia de la caridad fraterna”.

El emperador Carlos V lo intimó para que aceptara el obispado de Valencia y el 5 de agosto de 1544 Tomás otorgó su consentimiento. En ese cargo su ideal fue el del Buen Pastor. De los 18.000 ducados anuales que cobraba de renta, 13.000 eran para los pobres. Se interesó por los niños abandonados para los cuales fundó un instituto y por la conversión de los moriscos.

Se anticipó a las reformas del Concilio de Trento y murió en Valencia en 1555, tan pobre cono había vivido.

El beato Anselmo Polanco, obispo de Teruel-Albarracín, fue uno de los firmantes de la Carta Pastoral sobre el sentido cristiano español de la guerra, en la cual los obispos españoles escribían: “nosotros, Obispos católicos, no podemos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de Nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir en el tremendo apelativo de ‘canes muti’ con que el Profeta censura a quienes debiendo hablar, callan ante la injusticia”… y si “Dios es el más profundo cimiento de una sociedad bien ordenada, la revolución comunista fue sobre todo anti divina”… “los templos ardieron porque eran casas de Dios y los sacerdotes fueron sacrificados porque eran ministros de Dios”; y citan la palabra de Pío XI:  quien habla de “una destrucción tan espantosa, llevada a cabo en España, con un odio, una barbarie y una ferocidad que no se hubieses creído posible en nuestro siglo” y sostiene que “el comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir que colaboren con él, en cualquier terreno los que quieren salvar a la civilización cristiana” (Pastorales de la guerra de España”, Rialp, Madrid, 1955, págs. 154, 163, 174, 178 y 184). Anselmo Polanco selló estas palabras y otras como aquellas inolvidables: “mientras quede una sola alma en mi diócesis me quedaré”, con su sangre. Fue beatificado el 1° de octubre de 1995.

 Hemos aprovechado mucho en nuestra docencia del libro de un agustino, fray José López Ortiz, obispo de Tuy, “La responsabilidad de los universitarios” (Rialp, 1956), cuya dedicatoria muestra la realidad del odio, desatado en la España de entonces: “A los Agustinos del Real Convento de María Cristina de El Escorial, que dieron sus vidas por Cristo en noviembre de 1936 (sigue la lista de los 19 frailes asesinados). Compartí con ellos la docencia y los sufrimientos de las cárceles. El Señor no me encontró digno de recibir en su compañía la palma del martirio”.

Respecto al venerable Giuseppe Bartolomeo Menocchio (1741-1823) solo diremos que fue un agustino valiente a quien el papa Pío VII lo eligió como sacristán y confesor. Acompañó al Sumo Pontífice a París para la coronación de Napoleón y luego, en Roma, se negó a prestarle juramento de fidelidad al Emperador resistiendo a las fuertes presiones y amenazas que recibió.

El cardenal Marcelo Semeraro, Prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, presidió la Misa celebrada en el bicentenario de su muerte, en la basílica de San Agustín de Campo Marzio de Roma y en su homilía habló de ese religioso devoto, obispo ejemplar, que supo llorar junto al Papa Pío VII, permaneciendo fiel a su lado.

Entendemos que estas reliquias tienen un profundo significado, hasta hoy ignorado por los medios de comunicación. Dios quiera que influyan en el gobierno del Sumo Pontífice León XIV.

Buenos Aires, mayo 11 de 2025.

Bernardino Montejano

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