Extra Omnes. Bergoglio, la Iglesia profunda y el Cónclave. Entrevista al Arzobispo Carlo Maria Viganò. 7 de mayo de 2025

12 Maggio 2025 Pubblicato da

 

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, ponemos a vuestra consideración esta entrevista concedida por el arzobispo Carlo Maria Viganò el pasado 7 de mayo, en vísperas del Cónclave. Disfruten la lectura y difundan.

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ENTREVISTA

de Matteo Demicheli por Radio Roma News

al Arzobispo Carlo Maria Viganò

 

Matteo Demicheli: La situación de la Iglesia católica es más que preocupante: es una Iglesia inclinada a la “moda”, que se configura, se moldea, contradiciendo no sólo el Evangelio, sino también los Mandamientos. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Dónde se origina todo esto? ¿Tenía razón Pablo VI cuando, dijo en 1972 que: “A través de alguna grieta el humo de Satanás entró en el templo de Dios”? ¿Se refería al Concilio Vaticano II?  

Carlo Maria Viganò: Como sabemos, la Iglesia Católica es indefectible, porque está asistida divinamente por el Espíritu Santo. Pero esto no significa que no pueda ser perturbada por grandes crisis, herida en su unidad por cismas, golpeada en su doctrina por herejías, desfigurada por la corrupción moral de sus ministros. Por lo tanto, la promesa del Señor –portæ inferi non prævalebunt– debe entenderse no como una preservación de la Iglesia de estas crisis, sino en el sentido de que las puertas del infierno no tendrán éxito en su intento, que es precisamente destruirla. Sin embargo, se acercarán mucho. La apostasía de la que habla el Apocalipsis, junto con los mensajes de Nuestra Señora y las revelaciones de los santos y místicos, nos advierten sobre esta guerra sin cuartel entre Dios y Satanás, una guerra hecha de muchas batallas con desenlaces alternos, pero en la que  al final el triunfo de Dios es muy seguro y definitivo. Ese triunfo fue sancionado en la Cruz por la Pasión y Muerte del Hombre-Dios, con el hecho histórico de la Resurrección.

Puesto que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, la passio Ecclesiæ está intrínsecamente ligada a la passio Christi, de modo que también ella deberá afrontar su propio Calvario, ser crucificada místicamente y creerse derrotada por sus enemigos. Los cuales han logrado penetrar en la Ciudadela, usurpando como en los tiempos de Cristo la autoridad legítima para destruirla desde dentro con un nuevo Judas. Pablo VI es conocido por sus inquietantes contradicciones entre algunas de sus palabras y su comportamiento, como cuando denunció ese humo de Satanás que él mismo había dejado entrar en el templo a sabiendas, avalando las llamadas reformas del Vaticano II y dando vía libre a aquellos que hasta Pío XII eran considerados justamente herejes o pervertidos, pero que ya estaban trabajando bajo su pontificado (basta pensar en Annibale Bugnini o en el cardenal jesuitas Agostino Bea). La indulgencia de Roncalli y Montini hacia estos personajes formaba parte de un plan de ocupación de la Jerarquía: una acción subversiva en toda regla, frente a la cual Pablo VI no sólo permaneció inerte, sino que él mismo favoreció, al mismo tiempo que expulsó a muchos buenos prelados a los que consideraba (con razón) enemigos del modernismo del que era un partidario convencido.

¿Cómo consiguió la Iglesia Católica -o mejor dicho: su Jerarquía- subvertir el Magisterio inmutable y enseñar abiertamente aquellos errores doctrinales y morales que hasta entonces habían sido severamente condenados? Fomentando ese sentimiento de inferioridad de la Iglesia católica -la Domina gentium- con respecto al mundo, rebajándola al nivel de las falsas religiones y de las supersticiones idólatras; por la corrupción moral de cada uno de los eclesiásticos; por la pérdida de la vida interior y del estado de gracia; por la adicción a una vida en pecado mortal y en continuo sacrilegio. Un sacerdote que vive en contradicción con lo que debe creer y profesar se convierte en una presa perfecta para el Diablo y ya no es capaz de enseñar lo que él mismo no practica. De ahí la ceguera espiritual y la incapacidad de comprender la perfección de la Revelación Divina. De ahí la ilusión de poder agradar al mundo diluyendo la Fe y la Moral, de poder obtener audiencia y aprecio haciendo suyas sus modas. Al obrar así, la Jerarquía ha transformado progresivamente a la Iglesia en una entidad humana, con horizontes humanos, condenándola a la irrelevancia social. Por otro lado, ¿por qué debería el Señor bendecir y proteger a los hombres de una institución que lo han puesto a un lado -literalmente, es suficiente con ver el abandono de los Tabernáculos en nuestras iglesias-, creyendo que pueden prescindir de Él?

Matteo Demicheli: Los asociados de McCarrick, los cardenales Farrell, Cupich, McElroy, Wuerl, Gregory, Tobin y muchos otros, han sido promovidos a altos cargos en el Vaticano y en la Iglesia Católica estadounidense que, casualmente, va de la mano con el Partido Demócrata. Que son los que apoyan el aborto, propagandizan la ideología de género y, en general, cualquier cosa que sea contraria a la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Mera coincidencia?

Carlo Maria Viganò: Los herederos de McCarrick constituyen una cúpula subversiva ultraprogresista presente hoy en Roma y en las diócesis de Estados Unidos (y más allá). Son expresión de la Iglesia profunda, de la corrupción de sus miembros, de la complicidad en la búsqueda de un mismo plan subversivo con la oligarquía globalista del Nuevo Orden Mundial. Por lo tanto, para resolver la suerte de la Iglesia, es entonces imprescindible denunciar, perseguir y expulsar a quienes han ocupado su liderazgo para demolerla desde dentro. Su comportamiento constituye un delito de alta traición y debe ser castigado como tal.

Matteo Demicheli: ¿Cuánto pesaron la mafia de San Galo, el Estado Profundo de Estados Unidos y el bloqueo de los sistemas de pago electrónico del Vaticano en la renuncia del papa Benedicto XVI y en la elección de Bergoglio?

Carlo Maria Viganò: No sabría decirlo, porque lo que conocemos de ese golpe de Estado que llevó al usurpador Bergoglio a la Sede de Pedro es parcial y fragmentario. Es necesaria una investigación seria e imparcial, que verifique las responsabilidades de las personas y, sobre todo, saque a la luz la existencia, además incontrovertible, de un único guión bajo una sola dirección.

También debemos considerar que tener un Papa que actuó como quinta columna del enemigo forma parte de un proyecto, sacado a la luz en el siglo XIX por los carbonarios italianos: es la “revolución con capa y tiara” de las instrucciones de la Alta Vendita. Fue retomada no solo por el Estado profundo estadounidense y, en general, por el lobby globalista internacional, sino también por la dictadura comunista china, especialmente después de su ingreso en la Organización Mundial del Comercio en 2001 con la “conversión liberal” de Xi Jinping (formado en el King’s College de Londres y, por lo tanto, cercano a los círculos de la masonería angloamericana). Como expliqué en mi reciente declaración sobre el Acuerdo Secreto Sino-Vaticano, China comunista es considerada un aliado indispensable del globalismo de Davos. Después de la sinezación de las economías occidentales con la competencia desleal de Pekín, era útil tener al Vaticano de su lado, para “sinecizar” también el catolicismo. En esto, Bergoglio, McCarrick, Parolin, Zuppi, los jesuitas y los potentados de la izquierda católica -incluida la Comunidad de Sant’Egidio- jugaron un rol decisivo al que Benedicto XVI había tratado de oponerse. Esta es la razón por la que Benedicto tuvo que ser obligado a dimitir -incluso con el bloqueo del sistema interbancario SWIFT- para dar paso a un emisario de la agenda globalista woke. Es evidente que Bergoglio ha logrado realizar perfectamente lo que sus jefes esperaban de él, empezando por la vergonzosa traición a los católicos chinos fieles a la Sede Apostólica. Su efigie, en la galería de los Papas, merecería ser cubierta por un paño negro, como hizo el Senado veneciano con el dux Marino Faliero, traidor a la Serenísima, decapitado pro crimine proditionis en 1355 después de haber intentado instaurar una dictadura personal en lugar de la Monarquía electiva.

Matteo Demicheli: A pesar de todo, hasta Benedicto XVI el Papado trató de actuar como barrera frente a la creciente influencia masónica en las altas esferas del Vaticano. Con la llegada de Bergoglio, ¿se le abrieron las puertas?

Carlo Maria Viganò: Lamento tener que contradecirle: la masonería penetró en las altas esferas del Vaticano incluso antes del Concilio. La elección de Angelo Giuseppe Roncalli –de quien se dice que fue iniciado en las Logias desde que era Nuncio en Turquía– nos confirma que el poder de las sectas secretas ya estaba presente dentro de la Iglesia, especialmente durante los últimos años del pontificado de Pío XII. Las audiencias con los jefes de la logia judía de la B’nai B’rith, los guiños masónicos de Pablo VI –”También nosotros, nosotros más que nadie, somos amantes del hombre”– dijo en la Alocución del 7 de diciembre de 1965– y más en general la adopción de principios revolucionarios en los documentos del Concilio, nos muestran una Iglesia bajo la influencia directa de la masonería. El consorcio va del cardenal Villot a Casaroli, del cardenal Silvestrini a Pietro Parolin. Este último mereció el elogio público del masón Di Bernardo, quien espera su elección. Me permito destacar que todos los exponentes de la Iglesia conciliar y sinodal gozan del aprecio de las Logias, que los reconocen como promotores de los ideales masónicos: esto sería suficiente para comprender su rol como quintas columnas del enemigo.

Matteo Demicheli: La Iglesia de Bergoglio impuso la vacuna como un acto de amor, pero un acto de amor forzado es violencia. Fue el primero en adoptar el pase verde, despidiendo a los guardias suizos no vacunados, incitando así a la discriminación. Está escrito “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, no en base a cuántas dosis se han aplicado, ¿o recuerdo mal? Suspendió las Misas justo cuando la gente más necesitaba consuelo espiritual, eliminó el agua bendita, abrió las puertas de las iglesias a la policía. La mayoría de los sacerdotes no han dado bendiciones y extremaunciones a los pacientes de Covid, los funerales también fueron suspendidos. ¿Pero no está escrito: “Porque estuve enfermo y me visitasteis”?

Carlo Maria Viganò: La acción de Bergoglio en la Iglesia fue el corolario indispensable del  golpe sanitario de  la OMS, financiado por Bill Gates y las farmacéuticas. El objetivo era inocular un suero con tecnología de ARNm que indujera modificaciones a nivel genético, destruyera el sistema inmunológico, provocara enfermedades graves como el cáncer y la esterilidad y, en muchos casos, fuera mortal. Hoy en día, la peligrosidad de los sueros que se hacen pasar por vacunas milagrosas se confirma por las admisiones de quienes los distribuyeron e impusieron. Su ilegalidad moral también estaba dada por la presencia de tejidos fetales no solo para producir el antígeno, sino también para replicarlos. La autorización para su uso por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe -que impugné en su momento con abundante documentación- constituye la prueba de la complicidad de la Iglesia bergogliana en el plan de despoblación perseguido por la Agenda 2030.

Pero si para dramatizar la pandemia las autoridades sanitarias han llegado a imponer mascarillas y los distanciamientos (completamente inútiles), matando a ancianos y frágiles con medicamentos mortales (como el Propofol o el Rivotril) y ventilación forzada, no hay que sorprenderse que esta obediencia supersticiosa a la anticiencia se haya propagado usurpando la autoridad papal para engañar a los fieles e inducirlos a hacerse daño a sí mismos y a sus seres queridos. Sin la farsa de las iglesias cerradas, la Sagrada Comunión administrada con guantes de seda, el alcohol en gel en lugar de agua bendita, los funerales prohibidos, las confesiones suspendidas y las Misas online, la narrativa psicopandémica habría tenido muy poco éxito. Pero los spots comerciales de Bergoglio para Pfizer no fueron desinteresados: detrás del aparente celo sanitario del jesuita argentino hubo patrocinios millonarios, que hacen de todo esto un enorme conflicto de intereses. Esto hace a Bergoglio culpable de un gravísimo crimen, por el que tarde o temprano también habrá un juicio del tribunal de la Historia: el mismo juicio que espera a los colaboradores del sistema de salud en todas las naciones occidentales.

Matteo Demicheli: Benedicto XVI decía que el primer derecho del ser humano es poder vivir dignamente en la tierra donde nace y que el derecho a la inmigración viene después; Bergoglio ha dado la vuelta a este concepto, haciendo de la acogida indiscriminada una especie de dogma. Al igual que para lo verde y  el woke. Es un Papa globalista el que bendice al FEM: ¿dónde se encuentra todo esto en el Evangelio, en la Palabra de Dios?

Carlo Maria Viganò: El reemplazo étnico a través de la invasión sin control de inmigrantes fue teorizado por el Plan Kalergi, llamado así por el conde Richard Nikolaus de Coudenhove-Kalergi, uno de los “padres fundadores” de la Unión Europea. El ecumenismo conciliar tenía que proporcionar las bases doctrinales para esta operación de ingeniería social, y así fue. Por esta razón, Macron ha presionado al Colegio Cardenalicio para evitar la elección del cardenal Sarah, notoriamente opuesto a las políticas migratorias globalistas. Es por eso que Bergoglio ha desfigurado la Plaza de San Pedro con un horrendo monumento a la invasión islámica por mar. Todos son exponentes de la misma organización subversiva.

Un Pontífice Romano auténticamente católico es consciente de que sus palabras y sus acciones deben ser coherentes con todo el Papado Católico y con Cristo Sumo Pontífice: eodem sensu eademque sententia, en el mismo sentido y con las mismas palabras; o como escribió san Vicente de Lérins, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est: Lo que profesamos debe haber sido tenido como tal en todas partes, siempre y por todos. Esta es la razón por la que los Papas, quiero decir, los Papas católicos, usan el plural humilitatis, porque a través de ellos habla toda la Iglesia docente. Esta visión sagrada de la autoridad del Romano Pontífice garantiza que todo Papa, para serlo, debe ante todo custodiar y transmitir fielmente el Depositum Fidei: no debe quitar ni añadir nada a lo que ha establecido Nuestro Señor, Cabeza de la Iglesia.

El que modifica, cambia, añade, quita, relee, reinterpreta, calla certezas e insinúa dudas, no habla como Papa, ni como Vicario de Cristo, sino que actúa a título personal y por lo tanto su autoridad no es la autoridad de Cristo. El propio Bergoglio lo admitió, con su “¿Quién soy yo para juzgar?”. Bergoglio no se consideraba ni Vicario de Cristo, ni Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, ni Siervo de los siervos de Dios: creía que el Papado era suyo, y en esto no se diferenciaba mucho de otros predecesores suyos inmediatos, para quienes las novedades y los cambios eran una costumbre bajo la bandera del personalismo más desenvuelto. Pero con Bergoglio vamos mucho más allá: nada de lo que constituye ni siquiera las apariencias externas del Papado romano se ha salvado, de modo que cualquier explicación externa del munus petrinum era en realidad una manifestación de egocentrismo prepotente, una provocación, una ostentación de fuerza. Basta ver con qué arrogante orgullo Bergoglio escandalizaba a los sencillos, empezando por mantenerse de pie coram Sanctissimo, para después ponerse en cuatro patas delante de gobernantes africanos o de prisioneros. Impidió fastidiosamente que los fieles besaran su anillo, pero no dudó en inclinarse y besar la mano de los usureros Rockefeller y Rothschild, Henry Kissinger y muchos magnates súper corruptos, humillando al Pontificado y a la Iglesia. Y siempre bajo la mirada de cámaras y fotógrafos, dispuestos a inmortalizar “la humildad del papa Francisco”. Nuestro Señor lavó los pies a los Apóstoles, no a Caifás, Herodes o Pilato: a ellos les respondió con monosílabos, y no dejó de recordarles que no habrían tenido ningún poder si no se lo hubiera dado su Padre.

Si comprendemos que Bergoglio tenía su propia idea del “papado”, totalmente ajena al Papado católico, comprendemos también que es totalmente razonable plantear la hipótesis de un vitium consensus al aceptar la elevación al Trono [de Pedro]; un vicio que hace que la aceptación sea completamente inválida y nula, porque Bergoglio estaba convencido de que el Papado era algo de lo que podía disponer a voluntad para destruir la Iglesia Católica. Como “Papa de la Iglesia sinodal”, se sentía con derecho a predicar el discurso globalista, la  ideología woke, la homosexualidad arcoíris, el fraude climático y pandémico, el inmigracionismo desenfrenado, la moralidad situacional, etc. Considerándose un monarca absoluto, es decir, desligado de cualquier vínculo con la autoridad de Cristo, Bergoglio ha llevado a cabo la tarea que le asignaron sus jefes: dar cuerpo a una Iglesia de la humanidad –deseada por la masonería– totalmente desacralizada y horizontal, globalista, ecuménica y sincretista, verdede género fluido y gay friendly. Usurpó la autoridad y el poder del Papado romano, subyugándolo a los poderosos del Nuevo Orden Mundial. En este sentido, fue a todos los efectos el Vicario del Anticristo (1Jn 4, 3). Ahora su legado es retomado por figuras como Pietro Parolin y Matteo Zuppi, Tagle, Grech, Hollerich, los cardenales estadounidenses de la cadena McCarrick y muchos otros, todos emisarios del mismo lobby de poder, todos queridos por el Gran Oriente, Tel Aviv y Pekín.

Matteo Demicheli: ¿Qué Iglesia nos espera? Bergoglio nombró a la mayoría de los cardenales electores y los cardenales tradicionalistas, dispuestos a dar batalla, se pueden contar en la palma de la mano. ¿Tienen el cardenal camarlengo Kevin Farrell y el sustituto de la Secretaría de Estado Edgard Peña Parra tanto poder como para influir en el Cónclave? ¿Debemos confiar en el Espíritu Santo?

Carlo Maria Viganò: ¿Usted ve en el Colegio Cardenalicio cardenales auténticamente fieles a la Tradición? Yo no: a lo sumo son conservadores, pero todos son de matriz conciliar. Los que aceptan los errores del Concilio y de la reforma litúrgica aceptan las premisas ideológicas que llevaron a Bergoglio, y no pueden curar el cáncer conciliar simplemente poniéndose una capa de vez en cuando, pero continuando con el reconocimiento de Bergoglio como Papa y con el Novus Ordo como la forma ordinaria del Rito Romano.

El Cónclave es el espejo de la desastrosa situación en la que se encuentra toda la Jerarquía: 108 cardenales fueron creados por un usurpador que no era Papa. Tratarán de perpetuar la usurpación bergogliana con un Papa que recogerá el testimonio y llevará a cabo la acción destructiva de Jorge Bergoglio: admisión de las mujeres al Orden Sagrado, abolición del celibato sacerdotal, eliminación de la Misa de todos los tiempos, cancelación de la Tradición Católica, legitimación de la sodomía, obnubilación de la condena del aborto y de la eutanasia, legalidad de la manipulación genética, democratización del gobierno de la Iglesia, deshumanización de las actividades intelectuales con la aceptación de la llamada inteligencia artificial. Que sean herejes, y muchos de ellos moralmente pervertidos, los hace completamente extraños a la autoridad que usurpan. Es de esperar que esos pocos cardenales tímidamente conservadores decidan “dar batalla”.

Usted me pregunta si debemos confiar en el Espíritu Santo. Es útil recordar las palabras de Nuestro Señor: “A quien blasfema contra el Espíritu Santo no le será perdonado para siempre, sino que será culpable de una culpa eterna” (Mc 3, 29). El Catecismo nos enseña que entre los pecados contra el Espíritu Santo se encuentran la presunción de salvación sin mérito, la impugnación de la verdad conocida, la obstinación en los pecados y la impenitencia final. Ahora bien, no se ve claramente cómo puede actuar el Espíritu Santo sobre personajes que consideran todas las religiones equivalentes, que rechazan el Magisterio perenne e inmutable de la Iglesia, que legitiman y alientan los peores vicios y que consideran que no hay nada por lo que haya que pedir perdón a Dios si no es la falta de acogida de los migrantes, el rechazo de la vacuna o las emisiones de CO2. El Señor no viola nuestro albedrío y el Espíritu Santo no puede inspirar a los que se resisten a él. Esto no significa que no debamos rezar por estas almas, para que se conviertan, se arrepientan y hagan penitencia.

Matteo Demicheli: Muchos alaban a Bergoglio, ¿pero no actuó promoviendo a los corruptos y deshaciéndose de los que lo contradecían, lo obstaculizaban, los que persistían en seguir la Palabra de Dios? ¿Para Bergoglio son todos hermanos, todos son dignos de acogida, excepto los que siguen el Evangelio, los que se oponen a sus herejías o los que cuestionan el Concilio Vaticano II y sus consecuencias para la Iglesia y la fe católica?

Carlo Maria Viganò: Quienes alaban a Bergoglio no pueden llamarse católicos, así como los que quieren apagar un incendio no pueden animar y apreciar a los que lo iniciaron y alimentaron. Pero la revolución no comenzó con Bergoglio, sino con Juan XXIII y el Concilio. Desde hace sesenta años, la propaganda herética golpea desde todos los púlpitos, con ritos irreverentes y protestantizados, con críticas al pasado de la Iglesia y con la rehabilitación de heresiarcas y apóstatas. Y durante sesenta años las poquísimas voces disidentes han sido perseguidas, condenadas al ostracismo y excomulgadas por no querer negociar el Magisterio católico con ascensos y poder. He comprendido este fraude solo en los últimos tiempos, pero he tenido la coherencia de extraer las consecuencias necesarias y denunciar no solo la corrupción moral, sino también y sobre todo las desviaciones doctrinales que siempre la acompañan. Ya no podría celebrar la Misa reformada, después de entender por qué se quería en contra de la Misa tradicional. Si yo lo hice, ¿por qué mis hermanos [obispos y sacerdotes] no pueden y no quieren hacerlo?

Matteo Demicheli: Manipular, mistificar, engañar, hacer parecer bueno lo que es malo es típico del demonio. De la Pachamama a Fiducia Supplicans, de Fratelli Tutti al Sínodo, del “Jesús fue un poco tonto ese día” a María Santísima que era humana y que bajo la cruz tal vez dijo “¡Mentiras! ¡Me engañaron!”. Está todo tan claro, ¿cómo es posible que sacerdotes y fieles hayan sido engañados por todo esto?

Carlo Maria Viganò: Hay sacerdotes y fieles que se han acostumbrado a practicar la obediencia sin distinción, convirtiéndola en un fin y no en un medio. La obediencia no es un bien en sí misma: es un bien si se obedece a una autoridad legítima por una orden legítima; es mala si se obedece a una autoridad ilegítima o a una orden ilegítima. Transformar la obediencia en un fin, cuando es un medio ordenado a un fin superior, es un grave error que, si se hace conscientemente, se convierte también en pecado.

Al considerar la obediencia, olvidamos con demasiada frecuencia que no sólo hay una obligación por parte del súbdito de obedecer al superior, y sólo en los asuntos sobre los que tiene autoridad y nunca se debe desobedecer a Dios. Pero también el superior tiene la obligación de impartir órdenes legítimas dirigidas al bien. Aquellos que abusan de su autoridad exigiendo obediencia acrítica a sus súbditos con un propósito ilícito -como obligar a los fieles a cometer pecados contra la Fe o la Moral, o en cualquier caso obligarlos a desobedecer a la Iglesia y a Dios- hacen odiosa la autoridad que ejercen ilícitamente y a su vez desobedecen a Aquél que los ha constituido en autoridad.

Desgraciadamente, la ignorancia del Catecismo y de los rudimentos de la Religión católica fue impuesta precisamente por quienes sabían bien que un pueblo instruido sabría desobedecer y rebelarse contra los falsos pastores y contra sus falsas doctrinas. Y después de sesenta años vemos los resultados: los fieles católicos y muchos sacerdotes creen que la obediencia a la autoridad eclesiástica es un deber sin ninguna limitación. Pero de esta manera se legitimó la tiranía, y Bergoglio fue un tirano en sentido pleno. La suspensión de la excomunión del jesuita Rupnik, la promoción de sodomitas notorios, la protección de pedófilos y depredadores sexuales es solo una manifestación del absolutismo digno de un sátrapa babilónico, así como la persecución -contraria a la ley y a la justicia- hacia sus adversarios.

Matteo Demicheli: Siempre he sostenido que el europeo, el de la UE, es un designio satánico, ¿he cometido un pecado?

Carlo Maria Viganò: Estaría cometiendo un pecado si no considerara satánico el proyecto sinárquico de la Unión Europea y de la élite globalista. No olvidemos que la ideología que subyace en el Nuevo Orden Mundial es esencialmente luciferina y anticrística. O, como dijo eufemísticamente Ursula von der Leyen, “de inspiración talmúdica” (aquí).

Matteo Demicheli: ¿Qué debemos hacer los católicos, a quienes Dios ha concedido la gracia de entender el engaño del diablo? ¿Permanecer en la Iglesia Católica, seguir asistiendo a Misas y recibir los Sacramentos? ¿O alejarnos de ella para seguir a los sacerdotes fieles a la Palabra de Dios? Porque hay de todo allí afuera, incluso los que acaparan a “los fieles” proclamando estar en contacto directo con la Virgen. El Demonio siempre está al acecho, los fieles están desorientados y corren el riesgo de dispersarse, ¿cómo sería un buen pastor, cómo guiaría a la grey?

Carlo Maria Viganò: No debemos cometer el error de creer que un católico, para seguir siéndolo, debe alejarse de la Iglesia: son los subversivos que la ocupan los que deben ser expulsados de ella y no los fieles, que tienen todo el derecho a permanecer allí. El pasto y el redil no se cambian: hay que cambiar a los mercenarios y los falsos pastores. Los fieles, como ovejas que reconocen la voz de su Pastor, deben más bien ejercitar ese discernimiento que es indispensable en tiempos de crisis: reconocer a los buenos sacerdotes y sostenerlos, materialmente y con la oración, porque tarde o temprano el Dueño de la mies volverá y pondrá fin a esta situación absurda. Lo cierto es que hay que empezar a no dar ninguna ayuda a los que en la Iglesia apoyan los errores de la secta que la ocupa: ni ofrendas, ni donaciones, ni ocho por mil. Y si en la propia parroquia el párroco es un hereje, no se debe asistir a ella ni para la Misa ni para ninguna otra cosa.

También hay que tener presente que, en una situación de crisis, es fisiológico que se creen nichos de anarquía no sólo en la institución, sino también en el frente opuesto. El Demonio nunca cesa de sembrar cizaña, ni de corromper también las mejores intenciones apelando a las mezquindades y debilidades humanas. Si miramos a los que hoy encuentran visibilidad mediática –no creo que sea necesario dar nombres– nos damos cuenta de que el Sistema tiene todo el interés en canalizar la oposición hacia  las figuras de los porteros, anulando y frustrando de hecho cualquier resistencia. Pero la verdadera resistencia -como la de san Atanasio, cuyo memorial litúrgico celebramos la semana pasada- existe, aunque sea silenciosa o poco conocida. Es el pusillus grex, el pequeño rebaño esparcido por el mundo, al que el Señor dirige sus palabras de consuelo y esperanza: «No tengáis miedo: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).

 

Publicado originalmente en italiano por Marco Tosatti el 10 de mayo de 2025, en https://www.marcotosatti.com/2025/05/10/extra-omnes-bergoglio-la-deep-church-il-conclave-intervista-dellarcivescovo-carlo-maria-vigano-7-maggio-2025/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

 

 

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