Cuaresma: el Ayuno. Quinta meditación de Investigador Bíblico.
9 Marzo 2025
Lascia il tuo commentoMarco Tosatti
Cari amici e nemici di Stilum Curiae, offriamo alla vostra attenzione la quinta meditazione di Quaresima di Investigatore Biblico. Buona lettura e condivisione. Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención la quinta meditación cuaresmal del Investigador Bíblico. Disfruten la lectura y compartan.
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“EJERCICIOS DE CUARESMA, QUINTA MEDITACIÓN: el Ayuno”, por IB
Queridos hermanos:
el Señor nos llama hoy a entrar en este tiempo fuerte, la Cuaresma, con un corazón nuevo y con una disposición profunda a la conversión. ¡Y Jesús nos habla del ayuno! Nos dice en el Evangelio: «Cuando ayunen, no se pongan tristes como los hipócritas» (Mt 6, 16). ¿Por qué? Porque el ayuno no es una práctica exterior, no es un gesto para aparentar, ¡sino que es un arma muy poderosa, una lucha espiritual, ¡un camino de libertad!
Hermanos, el mundo nos llena de ilusiones. Vivimos en una época en la que todo nos empuja a satisfacer cada deseo, cada capricho, a consumir, a buscar la felicidad en las cosas. ¡Pero el ayuno nos hace libres! El ayuno nos arranca de esta esclavitud y nos enseña que no somos esclavos de la carne, ni tampoco somos esclavos de nuestros impulsos. «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). Este es el corazón del ayuno: ¡dejar de nutrirnos con las cosas del mundo para alimentarnos de Dios!
Cuando ayunamos, se abre un vacío dentro de nosotros. ¡Pero cuidado! ¡Este vacío no es una ausencia, es una espera! ¡Es el espacio que Dios quiere llenar! Ayunar significa hacer espacio para Dios, permitirle que venga a habitar en nosotros. ¡Es un acto de fe, es declarar con nuestras vidas que nuestra verdadera riqueza es el Señor!
Y así, hermanos, ¡ayunen! ¡Pero no solo en la comida! ¡Ayuno de palabras inútiles, quejas, críticas! ¡Ayuno de las imágenes impuras, de las distracciones, de todo lo que nos separa de Dios! ¡Ayuno del egoísmo, del orgullo, de la búsqueda de ustedes mismos! Porque el verdadero ayuno es un camino de conversión, es un arma para destruir el pecado, para decirle a Dios: “¡Tú eres mi todo, Tú eres mi alimento, Tú eres mi vida!”
¡Y cuidado, hermanos! El ayuno no es solo para nosotros. El verdadero ayuno nos abre a los demás. Cuando renuncias a algo, ¡descubres que puedes donar, que puedes compartir! ¡Que tu corazón se abre a los pobres, a los que sufren! El ayuno rompe las cadenas del egoísmo y nos hace entrar en la lógica del Reino: ¡dar la vida por los demás!
¡Hermanos, este es el camino de la libertad! El mundo nos dice que la felicidad es poseer, es llenarse, es satisfacer todos los deseos. Pero Jesús nos dice que la verdadera alegría es darse a sí mismo, es vaciarse, ¡es perder la vida por Él! ¡Y el que pierde su vida, la volverá a encontrar!
Pidamos al Señor que nos conceda la gracia de un ayuno verdadero y profundo, que nos haga libres, que nos abra a su presencia, que nos enseñe a vivir para É y para los hermanos. ¡Pidámosle que nos haga descubrir que nuestra única riqueza es Él!
Oremos juntos:
Señor, enséñanos a ayunar por Ti, a liberarnos de todo lo que nos separa de Ti. Danos la gracia de un corazón pobre y humilde, que sabe decir “sí” a tu voluntad. ¿Señor, haz de nuestro ayuno una alabanza para ti, una ofrenda de amor, un camino de libertad1 ¡Amén!
«TENGO SED»
La sed de ayuno
La quinta frase, aún más humilde y compasiva, es el grito de la angustia física.
Las cuatro frases anteriores presuponían presencias. Hasta la cuarta, hay un diálogo entre Jesús y su Dios. Aquí, las presencias se han retirado, el desierto no tiene límites, solo se oye el grito de la tortura de la sed. Pero el que dice: «¡Tengo sed!» es el Verbo divino, y una vez más, se abre ante nosotros el misterio de la Encarnación.
Al igual que la anterior, la quinta frase tiene también dos rostros. Es el lamento extremo, arrancado espontáneamente a Jesús por el dolor físico. Y es la reanudación voluntaria por su parte de una palabra de un Salmo mesiánico.
Por un lado, se diría que ya no hay otra conciencia en Jesús que la de la sed que lo quema interiormente. Por otra parte, permanece atento, en espíritu, a seguir el camino trazado de antemano por el Padre y a sufrir en cada uno de los episodios sucesivos de la Pasión redentora.
A la sed física que tortura a Jesús, se agrega la sed aún más insoportable de su deseo de salvar al mundo.
Había dicho a sus discípulos el Jueves Santo: «He deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer»[1]. ¿Cómo puede desear así la Pascua cuando comenzará su Agonía y su Pasión? La respuesta secreta es que, desde el momento de su entrada en el mundo, está atormentado y consumido por tal deseo de compensar la infinita ofensa hecha a Dios por el pecado, y de abrir a los hombres las fuentes del perdón prometido por el profeta, que la proximidad del suplicio sangriento de la Cruz, por medio de la cual todas las cosas en la tierra y en el cielo serán reconciliadas, Le proporciona un alivio misterioso.
En el Evangelio, Jesús nos lleva a un ayuno oculto, lejos de la mirada humana, para buscar solo el rostro del Padre. Nos llama a un gesto íntimo, no para ostentación, sino para entablar un diálogo silencioso con Aquél que escudriña los corazones, en un espacio sagrado donde el alma se dirige a Él.
De la misma manera, a semejanza de Cristo, los Santos tienen sed de la salvación del mundo. El sufrimiento redentor de Cristo en la Cruz, que bien podemos describir desde fuera, no revela su vehemencia, sus terribles exigencias, excepto a aquellos que, de edad en edad, se dejan perder en él sin reservarse nada de sí mismos. Es el misterio de la corredención el que les abre las puertas supremas del misterio de la redención.
El ayuno es un acto que nos despoja, no como castigo, sino para acoger la plenitud divina. Renunciemos a lo que sacia al cuerpo para abrir el alma al soplo de Dios que disipa las ilusiones terrenas y nos alimenta con su Verdad eterna. Es una liberación de las cadenas del deseo, una ofrenda que nos entrega enteramente a su voluntad.
Nuestros pecados de mañana habrán desolado la agonía de Jesús. Pero también, porque es verdad, nuestras fidelidades del mañana lo habrán consolado.
En el momento privilegiado de su Pasión, dominador de todo el fluir de los tiempos, Jesús siente en su Corazón todo el drama que vivirá la Iglesia hasta el fin del mundo. El instante de su pasión redentora, el punto final de su vida mortal, coexiste para irradiar con todo el desarrollo del drama de la Iglesia. En este sentido, el drama de la Iglesia es como una difusión -en el espacio y en el tiempo – del drama de Jesús. La Pasión de Jesús es ya, pero en su fuente, la Pasión de la Iglesia; la pasión de la Iglesia es también, pero en su expansión, la Pasión de Jesús.
Jesús ha tenido sed de la gloria de Dios y de la salvación del mundo.
Oh Jesús, ¿es verdad que puedes tener sed de mi alma embarrada? Estos pobres y brevísimos momentos de oración que encuentro para darte cada día, ¿es verdad que puedes tener sed de ellos?
En el ayuno buscamos a Dios, comprendiendo que no son las cosas materiales las que nos dan la vida, sino su misericordia. En ese vacío, saboreamos un alimento eterno que calma toda hambre y nos revela nuestra dependencia solo de Él, como un eco de su Palabra que sostiene la existencia.
Este camino nos une a los demás: la renuncia nos aproxima más a los que sufren, abriendo nuestro corazón de par en par a sus dolores. No es un acto aislado, sino un puente hacia nuestros hermanos, un paso para romper las cadenas del individualismo y abrazar la fraternidad.
Imploramos hoy al Señor que nos conceda un ayuno sincero, no una mera forma, sino un impulso hacia su luz, eco de su llamada a unirnos a Él y a nuestros semejantes en un vínculo de amor.
Rezamos con el Salmo 68 (69)
2∗¡Sálvame, oh Dios! porque las aguas me han llegado al cuello. 3Estoy sumergido en lo hondo del fango, y no hay donde hacer pie;
he caído en aguas profundas y me arrastra la corriente. 4Me he cansado de llamar, mi garganta ha enronquecido, han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios. 5∗Más que los cabellos de mi cabeza son los que sin causa me odian. Son demasiado poderosos para mis fuerzas los que injustamente me hostilizan, y tengo que devolver lo que no he robado. […]11∗Mi afligí con ayuno, y se me convirtió en vituperio. 12Me vestí de cilicio, y vine a ser la fábula de ellos. […] 17Escúchame, Yahvé, porque tu gracia es benigna; mírame con la abundancia de tu misericordia; 18no escondas tu rostro a tu siervo, escúchame pronto porque estoy en angustias. 19Acércate a mi alma y rescátala; por causa de mis enemigos, líbrame. |
No escondas tu rostro divino a tu siervo que te amó con todo su
corazón: date prisa, responde, porque estoy angustiado de dolor, de tristeza. 8¡Oh! ¡Ven a mi alma, ven ahora! ¡Redímela, redímeme, oh Señor! ¡De mis enemigos, con cruel furia, que saben bien la vergüenza que se me ha hecho! Tú conoces la vergüenza, ves mi desprecio, ves a todos mis enemigos: estoy afligido en mi alma, lleno de odio, mi corazón debe ceder ante tal mal. 9Esperaba que alguien se entristeciera conmigo, pero no vi a nadie que se compadeciera. Incluso entre tantos problemas, nunca encontré a nadie que pudiera consolarme aquí. De hecho, colocó sus crueles venenos en mi comida con un corazón feliz y luego inhumanamente mojó estos labios sedientos con vinagre. |
Publicado originalmente en italiano por Marco Tosatti el 7 de marzo de 2025, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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Tag: ayuno, biblico, investigatdor
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