Entrevista de Martina Pastorelli a don Samuele Cecotti, vicepresidente del Observatorio Card. Van Thuan: «El proyecto de restaurar el orden y la naturaleza de las cosas choca con el pensamiento débil del “nuevo” catolicismo».
[Publicamos la entrevista publicada en el periodico “La Verità” el 3 de Febrero pasado, p. 9]
Oscurecido por los moralismos progresistas sobre los repatriados clandestinos y delincuentes extranjeros, entre las medidas de Donald Trump hay una que merece especial atención dadas sus implicaciones éticas fundantes y universales: el empeño por la tutela de la vida del nacido, que se concreta por una parte, en una orden ejecutiva que corta los fondos federales destinados a financiar abortos selectivos, suprime el mantenimiento de las organizaciones que promueven el aborto en el exterior, y concede gracia a los activistas provida condenados por haber bloqueado el acceso a las clínicas abortivas; y por otra, con el apoyo a la Marcha por la Vida en Washington. A esta manifestación, Trump ha mandado un video-mensaje prometiendo defender “con orgullo las familias y los derechos del nasciturus” mientras que el vicepresidente Vance exponía un apasionado discurso sobre la riqueza de las naciones, que reside “no en su PIB sino en su capacidad de formar y hacer crecer familias prosperas y felices”.
Además del tema de la vida volvió al escenario el tema de la ideología de género y la complementariedad sexual, con la revisión de aquellas políticas del Pentágono acerca de las tropas transexuales, con el retiro de los fondos públicos destinados a escuelas que enseñan la ideología de género y otras teorías críticas raciales, y con leyes contrarias al cambio de género en los menores.
A pesar de este empeño provida, anti-ideología de género y de defensa de la familia, el Observatorio Cardenal Van Thuân acerca de la Doctrina Social de la Iglesia – de quien usted, don Samuel Cecotti, es el vicepresidente – ha escrito que las decisiones políticas del magnate pondrán en dificultad los vértices de la Iglesia católica. ¿Por qué?
Justamente porque es provida, anti-ideología de género y defiende la familia. Parece algo contradictorio, pero no es así si se conoce la dinámica interna de la Iglesia actual y el proceso de radical transformación teológico-ideológica que está sucediendo. Hoy la Iglesia, al menos en sus vértices, vive del pensamiento débil, teología narrativa a-dogmática, fluida y de una gran sintonía con el mundo liberal. El proyecto de Trump de restaurar el orden a partir de la naturaleza de las cosas, de volver al buen sentido y de imprimir un cambio identitario en la política de los EEUU no puede ser más contrario con el paradigma del “nuevo” catolicismo.
Acerca de la gran sintonía de parte del mundo católico con Biden, quien reforzó el “derecho al aborto”, ¿influiría quizás la generosidad de su administración que, como informa la web LifeSite, en cuatro años ha llegado a proporcionar casi tres millones de dólares a organizaciones católicas por servicios relacionados con la inmigración?
Pensando mal… Por desgracia se ha dado una soldadura entre el “nuevo” catolicismo y el liberal-progresismo: esto ha volcado las prioridades morales y ha dado vida a una nueva moral neo-católica, muy semejante al humanismo liberal. Esto explica las alabanzas a Pannella, Bonino y la simpatía por Biden.
Se escucha objetar que las políticas americanas anti inmigración desmienten este empeño a favor de la vida: ¿es así?
Veremos en qué manera se realizarán. Lo que es cierto es que es parte de los deberes legítimos de un Gobierno garantizar la seguridad y el respeto de la ley, lo que supone individuar, parar y repatriar a aquellos que se encuentran clandestinamente en el País. Todo esto tiene que ser realizado siempre en respeto a la dignidad de las personas.
¿Qué enseñanza extraer de este cambio?
Al problema de la inmigración el Observatorio Cardenal Van Thuân dedicó en el año 2016 un artículo: “El caos de las migraciones – las migraciones en el caos”. Ya entonces en muchos ambientes de la Iglesia se propuso una visión de la inmigración como si fuera un derecho, de aquí que ahora se condenen los rechazos y repatriaciones. Esta no es precisamente la respuesta de la Doctrina social de la Iglesia, ni semejante pretensión encuentra raíz en la gran tradición moral católica. La DSI, afirma en primer lugar el derecho de cada ser humano a no emigrar, sino a vivir en la propia patria. En segundo lugar, el derecho a emigrar se ejercita para buscar riquezas, pero no es un derecho la inmigración, es decir, el entrar en País ajeno. Al contrario, la autoridad política tiene el deber de vigilar los confines y regular los ingresos de los extranjeros. Queda a manos de la autoridad política de cada País el decidir si se entra y quién entra.
Quién tiene razón ¿Trump que ha interrumpidolas políticas verdes calificándolas de “una nueva estafa” o quienes –incluido el Vaticano– lo sostienen en nombre de la salvaguarda del medioambiente?
Las políticas verdes tienen poco que ver con la salvaguarda del medioambiente por estar centradas en la tesis de la descarbonización: incluso los niños saben que el dióxido de carbono no contamina. La agenda verde se basa en la teoría del calentamiento global por causas antropogénicas, tesis todavía por demostrar. La DSI enseña que tenemos el deber de custodiar la creación, tutelar el medioambiente y evitar o limitar la contaminación, pero no sostiene que se deban imponer políticas globales que invaden fuertemente la vida de los hombres sobre la base de teorías muy discutibles, probablemente hechas para dar fuerza a las ideologías neomalthusianas.
El hecho de que la Santa Sede se haya casado acríticamente con las teorías del CO2 y la agenda verde me espanta mucho. ¡Imagínese el descrédito en el que caería toda la Iglesia si de aquí a unos años se demostrase que Franco Prodi y Carlo Rubbia tenían razón y que todo era una estafa!
¿Abre la presidencia de Trump nuevos espacios a una presencia católica menos tímida en la vida pública? Me gustaría pensar que la Iglesia aprovechará esta oportunidad que se le ofrece y trabajará buscando poner las bases para un renacimiento de la sociedad cristiana. Pero siendo realista temo que en los próximos cuatro años veremos un encontronazo entre Trump y las Jerarquías católicas.
No obstante, se abre ese espacio y quién aprovechará esa oportunidad será el laicado católico militante, preparado y motivado, capaz de reconducir al mundo provida, profamilia y al archipiélago de la Tradición: mundo católico muy sólido doctrinalmente, alejado del neocatolicismo fluido-liberal, al margen de las lógicas clericales modernas, mal visto por las Jerarquías, católico en el pensamiento y laico en la libertad de movimiento.
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