Contra los espíritus del mal. Carta de Monseñor Carlo Maria Viganò a los católicos de Estados Unidos
4 Febbraio 2025
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Marco Tosatti
Queridos amigos y enemigos de la Stilum Curiae, ponemos a vuestra consideración la carta que el arzobispo Carlo Maria Viganò dirigió a los católicos en Estados Unidos. Feliz lectura y difusión.
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Carta a los católicos estadounidenses
Monseñor Carlo Maria Viganò
Contra spiritualia nequitiæ
Carta a los católicos estadounidenses
después de la toma de posesión del presidente Donald J. Trump
Quoniam non est nobis colluctatio
adversus carnem et sanguinem,
sed adversus principes, et potestates,
adversus mundi rectores tenebrarum harum,
contra spiritualia nequitiæ, in cælestibus.
Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre,
sino contra los Principados y contra las Potestades,
contra los Dominadores de este mundo tenebroso,
contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.
Ef 6, 12
La reciente toma de posesión del presidente Donald J. Trump, después de su aplastante victoria en las elecciones presidenciales, es motivo de gran esperanza para todos los católicos estadounidenses, pero también para todos los católicos de las naciones occidentales, que hoy han sido objeto del golpe globalista, que son conscientes de la necesidad y también de la posibilidad concreta de rebelarse contra la tiranía del Nuevo Orden Mundial –siempre con la ayuda de Dios– antes de que sea demasiado tarde. Ahora se logró lo que el Estado profundo había evitado con el fraude electoral en 2020: por primera vez después de años de locura woke, un presidente de Estados Unidos puede llevar a cabo el programa para el que fue elegido, restaurando esos principios de la ley natural que son la base de la vida civil y de una sociedad bien ordenada. Es la revolución del sentido común, o, mejor dicho, la contrarrevolución del sentido común.
El conflicto de interés de los opositores a Trump
Pero si los cristianos y todas las personas de buena voluntad casi parecen respirar un aire colectivo de alivio al ver que las promesas de campaña del presidente se materializan día tras día -comenzando con la abolición de la “comunidad” LGBTQ+ y el adoctrinamiento de género en las escuelas- no debería sorprender que la elección de Donald Trump represente un verdadero desastre para muchos otros. Entre estos hay sin duda personajes con conductas más que cuestionables -exponentes de los lobbies farmacéuticos, alimentarios y militares, magnates de las altas finanzas o de organizaciones internacionales- que se han beneficiado y siguen beneficiándose en términos de poder y dinero de la ideología woke, la Agenda 2030, el NetZero, las pandemias, las ciudades inteligentes y la inmigración descontrolada.
Individuos a los que nadie ha elegido y que no tienen derecho a interferir en el gobierno de las naciones más que por el poder de chantaje que han adquirido sobre sus sirvientes y la corrupción de sus cómplices, han creado falsas emergencias -emergencias sanitarias, emergencias bélicas, emergencias económicas, climáticas y sociales- para poder imponer sus soluciones, basadas en datos falsos. Muchos de ustedes se han dado cuenta de la incongruencia de las respuestas que los gobiernos y los organismos internacionales dieron a ciertos eventos: por ejemplo, por la supuesta relación causal entre el porcentaje de dióxido de carbono en la atmósfera y el supuesto calentamiento global (premisa falsa) y la supuesta consecuente necesidad de reducir su presencia en la atmósfera (objetivo falso) se han aplicado medidas draconianas en las naciones occidentales para reducir la emisión de CO2 (solución falsa).
El verdadero propósito de las “emergencias”
Esta aparente inconsistencia se debe a un hecho que poco a poco está empezando a ser comprendido por cada vez más personas: el propósito último de todas estas llamadas emergencias es justificar la adopción de políticas sociales, económicas, alimentarias y de salud que están destinadas a conducir invariablemente a una reducción drástica de la población mundial. Este es el objetivo declarado de los seguidores del Foro Económico Mundial de Davos, encabezado por Klaus Schwab. No importa si la población muere por cánceres inducidos por las vacunas, por venenos añadidos a los alimentos o rociados desde el cielo, por sustancias nocivas liberadas en el agua, por esterilidad psicológicamente inducida por la ideología LGBTQ+ o quirúrgicamente por la transición de género, por la pobreza causada por el aumento de la inflación, por las guerras o por la violencia y los crímenes de los inmigrantes ilegales. El resultado final corresponde a un preciso proyecto neomaltusiano, que Bill Gates y otros autodenominados “filántropos” persiguen como el objetivo principal de sus empresas y fundaciones.
No es ningún misterio que las organizaciones privadas supranacionales como la ONU, la OMS, el Foro Económico Mundial, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional responden a una junta directiva, cuyos miembros son todos partidarios convencidos de la disminución demográfica y de la necesidad de reemplazar la soberanía nacional con el Nuevo Orden Mundial.
Tampoco es ningún misterio que existen enormes conflictos de intereses en el sector público, derivados de la actividad de cabildeo de empresas multinacionales o de otros organismos que interfieren en el gobierno de las naciones. Hay miembros del Congreso de Estados Unidos que reciben grandes sumas de dinero de las empresas multinacionales a cambio de la aprobación de leyes que las benefician: esto se aplica a las industrias militar, farmacéutica, agroalimentaria y tecnológica. Sin estas interferencias indebidas y subversivas, nunca habríamos tenido la pandemia del Covid, el temor de la gripe aviar, los automóviles eléctricos, las guerras en Ucrania y en Medio Oriente, la carne sintética, la harina hecha con insectos y la geoingeniería. Todas estas “emergencias” tienen como objetivo inmediato el enriquecimiento de lobbies financieros específicos, que a menudo forman parte de los mismos fondos de inversión.
Dos entidades subversivas
Entre las entidades que apoyan la agenda globalista por las ganancias que obtienen de ella en términos de poder y dinero se encuentra el Estado profundo, formado por aquellos aparatos que se han incrustado dentro del gobierno y que determinan su acción política y sus opciones, independientemente del color de las diversas administraciones que se alternan, actuando por sus propios intereses frente a los de los ciudadanos a los que dicen servir.
Sin embargo, también existe lo que yo mismo he llamado la Iglesia profunda, que está compuesta de manera similar por exponentes de la jerarquía católica, quienes después de décadas de infiltración y ocupación progresista han llegado a tomar el control total de la Iglesia Católica, junto con Jorge Mario Bergoglio. Estas quintas columnas de la élite globalista usan su autoridad para los intereses de terceros, en oposición a la gloria de Dios, el honor de la Iglesia y el bien de las almas.
Estas dos entidades subversivas –el Estado profundo y la Iglesia profunda, como recordé en mi primera Carta Abierta al presidente Trump en 2020 (aquí)– son imágenes especulares y complementarias: sus miembros son traidores al servicio de poderes ilegítimos, a los que hemos visto actuar en forma coordinada durante la farsa de la pandemia, con el “fraude verde” y el tráfico de inmigrantes ilegales. Los ciudadanos estadounidenses y los fieles católicos han comprendido ahora que la grave crisis social, económica y religiosa de la nación ha sido causada y preparada desde lejos por el golpe de estas fuerzas que subvierten la autoridad legítima, una en la esfera civil y la otra en la esfera religiosa. Los estadounidenses también han llegado a comprender que hay una gran diferencia entre el refugiado que huye de la persecución y una masa organizada de hombres adultos en edad militar, transferidos de manera sistemática dentro de las fronteras nacionales, que constituyen efectivamente un contingente de soldados enemigos y una amenaza potencial para la seguridad nacional y la seguridad de los ciudadanos.
La complicidad del Estado Profundo con la Iglesia Profunda
La prueba de la complicidad entre el Estado profundo y la Iglesia profunda está dada no sólo por el hecho de que ambos apoyan los puntos programáticos de la Agenda 2030 porque obtienen una ventaja inmediata de ellos, sino también por su mutua falta de voluntad para aceptar la realidad de que un presidente legítimamente elegido desea ahora implementar concretamente los compromisos que asumió durante su campaña electoral. Su resistencia se debe a que las iniciativas de Trump buscan poner fin al entramado de intereses y ganancias que han construido fraudulentamente en los últimos años. No es ningún misterio que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) nunca ha recaudado -lo repito: nunca– un centavo para luchar contra el aborto, sino que ha financiado con decenas de millones de dólares a asociaciones que se adhieren a la Campaña Católica para el Desarrollo Humano y promueven el aborto, la anticoncepción y la homosexualidad. La USCCB tampoco tiene reparos en recibir subvenciones del Departamento del Tesoro para su gestión de la inmigración ilegal, como demuestran sus presupuestos, que son públicos. Y habría que recordar que, además de los fondos gubernamentales, la USCCB recibe financiación de instituciones y fundaciones privadas para los mismos fines.
Si, de hecho, como algunos nos quieren hacer creer, la Jerarquía bergogliana realmente tenía en el corazón la salvación de las almas –de todas las almas, tanto las almas de los ciudadanos estadounidenses como las almas de los migrantes que llegan a territorio estadounidense– debería estar haciendo lo que la Iglesia Católica ya ha emprendido con mucho éxito en el pasado: proveyendo a la evangelización, conversión e instrucción religiosa de estas almas. Pienso, por ejemplo, en santa Francisca Javiera Cabrini, fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, la primera ciudadana estadounidense en ser elevada al honor de los altares. Su trabajo de asistencia a los inmigrantes (inicialmente italianos) se amplió para incluir a todos los necesitados. Construyó iglesias, jardines de infantes, escuelas, internados para estudiantes mujeres, orfanatos, hogares de retiro para mujeres laicas y religiosas, hospitales y colegios gracias a la generosidad de los católicos. Se ha renunciado a su ejemplo de verdadero espíritu apostólico y misionero, y la cultura de la cancelación, tan en boga hoy en la Iglesia bergogliana, casi se avergüenza de la obra de caridad emprendida por ella y otros santos.
El lucrativo negocio de la inmigración
Lo que está sucediendo hoy es precisamente lo contrario de la verdadera misión de la Iglesia: a la Jerarquía sólo le preocupa acaparar los fondos gubernamentales para la gestión de la “acogida de inmigrantes” a expensas de los contribuyentes o para la provisión de tratamientos moralmente inaceptables en los llamados hospitales católicos, incluso incluyendo la mutilación para la transición de género. En Estados Unidos hay cientos de instituciones nominalmente “católicas” que reciben dinero público para prestar servicios que son totalmente incompatibles con el Magisterio Católico.
Al promover la “acogida” indiscriminada de inmigrantes, los obispos muestran que se ocupan más de los beneficios del negocio de los inmigrantes ilegales que por la salvación de las almas, la auténtica redención social de los más débiles o la protección del rebaño que les ha sido confiado. Y aquí es oportuno recordar a los fieles católicos que los obispos tienen, ante todo, una responsabilidad moral ante Dios y ante la Iglesia por las ovejas de su rebaño, a las que tienen el deber de proteger de los ataques de los lobos.
La complicidad de tantos obispos de Estados Unidos en la crisis actual deriva de su total coincidencia con el globalismo, cuya alma es intrínsecamente anticrística y, por lo tanto, antirreligiosa y antihumana. Esta complicidad se expresa no solo en la promoción de la acogida indiscriminada de inmigrantes ilegales, sino también en los otros “objetivos sostenibles” de la Agenda 2030, incluyendo la ideología LGBTQ+ y la teoría de género: en Estados Unidos, según los datos actuales, hay más de 150 hospitales católicos que ofrecen “tratamiento” -es decir, mutilación genital- para la transición de género.
No debería sorprender a nadie que la economista estadounidense Mariana Mazzucato, miembro del Foro Económico Mundial (aquí), con vínculos con el Club de Roma (aquí), haya sido nombrada por Bergoglio miembro de la Pontificia Academia para la Vida a pesar de ser atea y proabortista. En noviembre de 2024 declaró en la Reunión Anual de Davos que, dado que la élite no ha logrado vacunar a toda la población mundial a través de la crisis pandémica, es necesario centrarse en una estrategia menos abstracta como una crisis del agua (aquí).
La Administración Biden, y más en general todas las administraciones estadounidenses recientes, tanto las dirigidas por demócratas como las dirigidas por neoconservadores, se han distinguido por haber financiado con fondos públicos el aborto, la mutilación genital incluso de jóvenes adolescentes, la manipulación genética, la maternidad subrogada y la eutanasia. Aunque la Iglesia Católica condena estas aberraciones sin excepción, el silencio de los obispos estadounidenses ha sido ensordecedor. Esto deja en claro que no hay nada genuinamente católico en la acción “pastoral” de estos obispos, y que la única razón que lleva al episcopado a apoyar a un gobierno es la ventaja que puede obtener de él en términos de poder y dinero; incluso si esto significa abandonar a millones de seres humanos que han sido traídos a Estados Unidos por organizaciones criminales para luego ser explotados como esclavos en condiciones de trabajo humillantes, o forzados a la prostitución (incluyendo menores de edad), al tráfico de drogas y al mercado negro de la depredación de órganos.
Esta masa de víctimas del cinismo de las élites pesa sobre la conciencia de muchos gobernantes y muchos obispos, y la nueva Administración Trump da esperanzas de que una sabia regulación del fenómeno migratorio pueda resolver en gran medida los problemas de seguridad y delincuencia que todos los ciudadanos han llegado a conocer demasiado bien.
La Iglesia bergogliana es cómplice del reemplazo étnico
En este contexto, es desalentador escuchar las palabras de Jorge Mario Bergoglio, quien recientemente afirmó -refiriéndose a Italia pero hablando de todo el mundo occidental- que frente al declive demográfico la única solución viable es importar inmigrantes, concretando así el reemplazo étnico teorizado por Kalergi, el paneuropeo. Esta propuesta se refleja ampliamente también en solicitudes similares de empresas multinacionales, que ven en la importación de inmigrantes una forma de reducir drásticamente el costo de la mano de obra en detrimento de los trabajadores nativos, aumentando aún más sus ganancias. Como vemos, la Autoridad está ahora completamente subordinada a los dictados de la élite, con la complicidad de los grandes medios de comunicación, incluso si esto conduce a un empeoramiento de las condiciones sociales y laborales de la población. O mejor dicho, es precisamente por esta razón, ya que, como he dicho, el objetivo final de este lobby es el exterminio de una parte considerable de la raza humana.
Los números hablan por sí solos
Por último, no podemos olvidar que los presupuestos de las diócesis estadounidenses, ya en gran parte comprometidos por los millones de dólares repartidos en indemnizaciones por los casos de abusos sexuales, y también mermados por el abandono de un número cada vez mayor de fieles de la Iglesia católica oficial por su traición a su naturaleza y misión, tienen sus principales ingresos procedentes de fondos gubernamentales que se les dan con el fin de “acoger” a los inmigrantes. Junto a las organizaciones caritativas católicas, la suma recibida por la Iglesia católica estadounidense por “acoger” a los inmigrantes asciende a más de 2.400 millones de dólares (aquí), una cifra desorbitada que pone de manifiesto al menos un grave conflicto de interés y que no resuelve en lo más mínimo los problemas sociales que se derivan de ello. Y es gravemente perjudicial para toda la Iglesia Católica tener obispos para los que el mantenimiento del poder hace irrelevante el vínculo entre la presencia de miles de menores irregulares en suelo estadounidense y su explotación por parte de pervertidos, pedófilos, recolectores de órganos y criminales de todo tipo. El presidente Trump y el vicepresidente Vance están demostrando que saben cómo proteger a los pequeños de los que habla el Evangelio (Mt 18, 6), al contrario de lo que han hecho hasta ahora los obispos estadounidenses y el propio Bergoglio.
La (contra)revolución del sentido común
Las Órdenes Ejecutivas del Presidente Trump sólo pueden ser aclamadas como absolutamente apoyadas por todos los católicos dignos de ese nombre, al igual que los católicos deberían alabar el apoyo mostrado por el Presidente y el Vicepresidente a la Marcha por la Vida, a la que la Administración anterior se opuso oficialmente, incluso hasta el punto de arrestar a quienes rezaban en silencio cerca de las clínicas abortistas. El indulto presidencial de Donald Trump para quienes habían sido así encarcelados confirma una inversión de la tendencia con respecto al “católico” Joe Biden, así como el fin de la financiación pública a la multinacional del aborto Planned Parenthood y los recortes providenciales en los desembolsos a las autodenominadas organizaciones católicas que favorecen la inmigración ilegal representan un cambio radical.
La afirmación de que sólo hay dos sexos, en su obviedad banal, es ahora una propuesta revolucionaria -lo que el presidente Trump llama la “revolución del sentido común”-, pero obispos, sacerdotes y monjas deploran su acción como “divisiva”. Pero si alguien está sembrando división, son precisamente esos que están alimentando las monstruosidades de la ideología woke contra el mandato que han recibido de Cristo: en primer lugar y sobre todo Jorge Mario Bergoglio.
El rol de la USCCB
Por supuesto, no es de extrañar que los herederos de McCarrick, que han sido promovidos por Bergoglio a la cima de la Iglesia Católica en Estados Unidos, sean tan rápidos en deplorar las políticas de cancelación de leyes en favor de la ideología woke, empezando por aquellos que negaban la complementariedad binaria de los sexos y reconocían la disforia de género incluso en menores: su subordinación al lobby LGBTQ+ está ampliamente probada, tanto institucional como personalmente. Y es bien sabido, como ha señalado el Dr. Taylor Marshall, que casi todos los obispos católicos en los Estados Unidos han sido examinados y nominados por los tres cardenales liberales anteriores en Washington, DC (los homosexuales pedófilos McCarrick, Wuerl y Gregory), y luego nombrados directamente por Bergoglio. Marshall comenta con razón: “Los hombres de la compañía siguen las órdenes de la compañía. Todos se deben” (aquí).
Estas graves desviaciones en el seno del clero y de los obispos tendrán que ser objeto de una gran operación de remoción y reforma a su debido tiempo, porque constituyen un elemento subversivo dentro de la estructura eclesial que es irreconciliable con la fe y la moral de la Iglesia Católica. Las propias Conferencias Episcopales –un cuerpo espurio de matriz parlamentaria que no tiene legitimidad desde el punto de vista doctrinal y canónico– representan una entidad independiente que ha sido transformada en las últimas décadas en grupos de presión política por los obispos ultra progresistas. Por lo tanto, la propuesta de revocar el estatus de exención de impuestos de la USCCB (aquí) debería ser ampliamente apoyada por los fieles católicos. Y, por supuesto, Bergoglio debería ser el primero en apoyar esta saludable iniciativa, ya que, después de todo, desea una “Iglesia pobre para los pobres…“.
Los católicos tienen también la posibilidad de reorientar sus ofrendas y donaciones a aquellas realidades eclesiales que permanecen fieles a la Tradición y al Magisterio perenne de la Iglesia Católica, negándolas a las diócesis cuyos obispos imponen errores doctrinales y desviaciones morales.
El Gobierno también puede intervenir, sin violar la libertad de la Iglesia, para sacar a la luz y castigar severamente los escándalos y encubrimientos que no han impedido el nombramiento de algunos prelados al frente de las diócesis más prestigiosas de América, entre ellos el recién nombrado arzobispo de Washington, Robert McElroy. Muchos católicos esperan que se haga justicia, en primer lugar por respeto a las víctimas que hasta ahora han sido abandonadas tanto por el poder civil como por la autoridad eclesiástica (aquí).
La retirada de la OMS
Los católicos están absolutamente de acuerdo con Donald Trump y Robert F. Kennedy, Jr., sobre la salida de Estados Unidos de América de la Organización Mundial de la Salud, que se llevó a cabo mediante una reciente Orden Ejecutiva. Las políticas promovidas por esta organización privada -financiadas principalmente por las compañías farmacéuticas y Bill Gates- para la llamada “salud reproductiva” y para la “igualdad de género”, junto con las afirmaciones sobre los supuestos “derechos sexuales de los menores” y las inquietantes iniciativas para despenalizar la pedofilia, no pueden ser aceptadas, ni siquiera financiadas por los católicos estadounidenses. Lo mismo se aplica a las “políticas sanitarias” globales que la OMS quisiera imponer a las naciones soberanas.
La Iglesia Woke
Los católicos estadounidenses tienen el derecho de exigir que sus obispos se comporten de acuerdo con el magisterio perenne de la Iglesia Católica, y que no presten ningún apoyo moral o material a lo que es repugnante para la Ley Natural, incluso antes de que sea una violación de los Mandamientos de Dios. Por lo tanto, es indignante y escandaloso saber del Foro de Davos que importantes organizaciones LGBTQ+ consideran a Jorge Mario Bergoglio un aliado precioso para lograr su agenda de normalización de las perversiones sexuales (aquí).
En el ámbito civil, los emisarios del Estado profundo han comprometido seriamente la confianza de los ciudadanos en las instituciones y los gobiernos, y corresponderá al presidente Trump y a su Administración restaurar la confianza y el respeto que los gobiernos anteriores (ya sean demócratas o RINO) han socavado deliberadamente en los últimos años. Del mismo modo, la Iglesia profunda ha deslegitimado fuertemente la confianza de los fieles en la Iglesia Católica y su Jerarquía, pero no sabemos cuándo terminará la ocupación de estos herejes y pervertidos. Por esta razón, es comprensible que los católicos se sientan de alguna manera más protegidos por un presidente protestante que por su “Papa” -que no es católico y tal vez ni siquiera cristiano- en la lucha que el presidente está liderando contra el Estado profundo y la Izquierda globalista. De hecho, tienen un “Papa” que encarna perfectamente al que estaba destinado a reemplazar a Benedicto XVI, como revelaron los correos electrónicos de John Podesta publicados por Wikileaks en 2016. Y para cerrar el círculo mágico de vicios y perversiones, basta recordar que entre los colaboradores más cercanos de Podesta se encuentra Slade Sohmer, quien fue arrestado en 2023 por pedofilia y pornografía infantil: estamos hablando de un importante colaborador de Hillary Clinton y John Podesta, vinculado al mundo de Broadway y al cine, que había trabajado en el esfuerzo por desacreditar el infame Pizzagate, es decir, la red de viles complicidades y horrendos crímenes contra menores que gira en torno al Estado profundo internacional. ¿Cómo se puede pensar que los personajes orgánicos al sistema de corrupción pueden condenar en primer lugar los vicios y delitos que los involucran? ¿Y cómo sorprendernos de la reacción histérica de algunos obispos y cardenales, ahora que se enfrentan a la remoción de un abrevadero del que se han alimentado continuamente?
La verdadera batalla comienza ahora
Es difícil predecir cómo reaccionarán estas fuerzas subversivas a la acción organizada e incisiva de la Administración Trump. No obstante, es probable que los colosales intereses económicos y la red de corrupción existente conduzcan a un choque entre fuerzas opuestas e irreconciliables. En esta batalla, que san Pablo señala con razón como eminentemente espiritual, el rol de los católicos será decisivo, y será una batalla sin restricciones. Si el Estado profundo llegó al punto de subvertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 y la Iglesia profunda llegó al punto de colocar en la Cátedra de Pedro a su propio emisario que encarnaría los ideales woke de una “primavera progresista” bien recibida por el Estado profundo, es poco probable que renuncien al poder que han adquirido simplemente porque la mayoría de los estadounidenses ahora entienden la amenaza que ellos mismos representan. De hecho, la conciencia cada vez más generalizada del golpe de Estado perpetrado por la élite globalista y el fin del sistema de censura de algunas plataformas sociales hacen que esta redde rationem [dar cuenta] sea inevitable. Y junto con el colapso de la cábala woke en Estados Unidos, el lobby subversivo de otras naciones también comenzará a caer como fichas de dominó, empezando por Europa.
El significado de la palabra apocalipsis es “desvelamiento”, “revelación”. En estos tiempos que marcan una época, las fuerzas del Bien deben finalmente unirse para formar un frente común contra las fuerzas del Mal, que siempre han sido organizadas y muy poderosas. Y los católicos deben comprender que, como enseñan la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, a medida que se acerca el fin de los tiempos habrá un choque que hará que las dos partes se muestren claramente. Esta será el verdadero desvelamiento, la verdadera revelación, tal como fue anunciada a la Santísima Virgen María por el profeta Simeón: “He aquí que este niño está destinado a la caída y a la resurrección de muchos en Israel, y a ser un signo contra el que se hablará […], para que se revelen los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35). Este desvelamiento nos mostrará las verdaderas intenciones ocultas detrás de las emergencias y crisis planeadas engañosamente por la élite globalista y ratificadas por la iglesia bergogliana, y nos obligará a ponernos del lado de Cristo o en contra de Cristo, ya que nadie puede servir a dos señores; […] no se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24). Y el dinero, como vemos, es verdaderamente el estiércol de Satanás, el combustible que alimenta la máquina infernal del Nuevo Orden Mundial.
La autoridad en la tierra, tanto temporal como espiritual, pertenece exclusivamente a Nuestro Señor Jesucristo, Rey y Sumo Sacerdote. Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra (Mt 28, 18), dijo Nuestro Señor. Él la concede en forma vicaria a sus representantes, para que puedan ejercerla dentro de los límites bien definidos del Bien y de la Verdad. Si esta autoridad vicaria, ya sea temporal o espiritual, se ejerce contra el propósito para el cual fue querida por Dios, se vuelve ilegítima y nula. Por esta razón, ante la evidencia de la traición de los que detentan la Autoridad en la tierra, todos los católicos deben negarse a dar obediencia a quien fue el primero en desobedecer a Cristo; ni deben atribuir a la Santa Iglesia las faltas, por horribles que sean, de sus indignos Ministros. Más bien, debemos orar para que el Señor guarde a Sus ovejas y castigue a los lobos que están disfrazados de ovejas. Recordemos con esperanza segura las palabras del Señor: “Estas cosas os he hablado, para que tengan paz en mí”. En el mundo tendrán tribulación, pero tengan ánimo: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
Conclusión
Si bien es cierto que toda la salvación viene en última instancia de Dios, esto no significa que simplemente podamos sentarnos pasivamente a esperar la intervención divina. No, debemos cooperar con la gracia de Dios a través del compromiso personal, el testimonio valiente y el testimonio coherente de nuestras vidas. En consecuencia, comencemos a hacer nuestra esta contrarrevolución del sentido común, rechazando las mentiras y los engaños de quienes pretenden subvertir los fundamentos mismos de la Ley Natural después de haber pisoteado la Ley Divina. Defendamos a la familia, a los niños y a los débiles. Guardemos celosamente nuestra Fe, la civilización construida sobre sus cimientos y las tradiciones de nuestros padres.
Que la Santísima Virgen de Guadalupe, Emperatriz de América, extienda su manto protector sobre todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, sobre el presidente Trump y el vicepresidente Vance, y sobre todos aquellos que se niegan a retroceder frente a la arrogancia de los malvados. Y que Dios bendiga a Estados Unidos de América.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
2 de febrero de 2025
Purificación de la Santísima Virgen María
Presentación de Nuestro Señor Jesucristo en el Templo
Publicado originalmente en inglés por Marco Tosatti el 3 de febrero de 2025, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español por José Arturo Quarracino
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