Vita Mutatur, non Tollitur. Elogio fúnebre de monseñor Richard Nelson Williamson. Monseñor Carlo Maria Viganò
2 Febbraio 2025
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Marco Tosatti
Muy estimados StilumCuriales, ponemos a vuestra disposición el elogio fúnebre de monseñor Williamson, pronunciado por el arzobispo Carlo Maria Viganò. Feliz lectura y difusión.
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Vita mutatur, non tollitur
Mons. Carlo Maria Viganò
Vita mutatur, non tollitur
Elogio fúnebre de monseñor Richard Nelson Williamson
pronunciado por el arzobispo Carlo Maria Viganò
+Monseñor Richard Nelson Williamson
A 8 de mayo MCMXL – Ω 29 de enero MMXXV
Tuis enim fidelibus, Domine,
vita mutatur, non tollitur;
et, dissoluta terrestris hujus incolatus domo,
æterna in cælis habitatio comparatur.
Porque a tus fieles, oh Señor,
la vida se les cambia, no se las quita;
y la morada terrenal ha desaparecido,
El Hogar Celestial Eterno está preparado
Præf. Defunct.
Un querido Amigo, un venerable hermano en el episcopado, un compañero de batallas ha concluido su peregrinación terrenal y ha pasado a la eternidad. Y en estas horas de duelo, aliviadas solo por los ojos de la fe, no podemos menos que llorar su partida, recordar su lucha denodada, su fidelidad, su trabajo al servicio de la Santa Madre Iglesia y recurrir a la oración por el sufragio de su alma.
Mi amistad fraternal con monseñor Williamson es relativamente reciente. Comenzó en el momento en que me encontré chocando con las autoridades romanas, después de haber madurado la conciencia de la revolución conciliar y sus efectos devastadores, una conciencia que Su Excelencia había alcanzado mucho antes que yo. De nuestros encuentros guardo el recuerdo de su capacidad para conciliar la adhesión incondicional a la verdad católica con un aliento de verdadera caridad y una fuerza incansable en la predicación oportuna e inoportuna de la Palabra. Recuerdo su trato humilde y afable. Como un verdadero caballero británico, tenía un agudo sentido del humor. Su vasta cultura no le impidió comportarse de manera sencilla y modesta, incluso en la pobreza de la vestimenta. Recuerdo bien la sotana gastada que solía llevar y su reticencia a las bromas artificiosas.
Convertido del anglicanismo y educado en la fe tradicional en la escuela de un gran arzobispo, monseñor Marcel Lefebvre, supo permanecer fiel a él incluso frente a la sumisión de sus hermanos, cuando las conveniencias humanas y los cálculos diplomáticos prevalecieron sobre el legado del arzobispo francés. El obispo Williamson fue desobediente para una Roma apóstata; desobediente para un conservadurismo debilitado que había olvidado las verdaderas razones de su existencia; desobediente para un mundo incapaz de que se le diga la verdad a la cara. Esta aparente desobediencia suya -que lo vincula inextricablemente a la figura de monseñor Lefebvre, el “obispo rebelde” que se atrevió a desafiar el modernismo de Pablo VI y de Juan Pablo II- fue la razón por la que en 2012 fue abandonado y expulsado de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a la que pertenecía, por su falta de voluntad para llegar a un acuerdo con la Roma conciliar y con el pseudo conservadurismo de Benedicto XVI.
Desde entonces, monseñor Williamson se comprometió a construir una “resistencia católica” que pudiera contrarrestar eficazmente por un lado la apostasía de las autoridades romanas y, por el otro lado, los compromisos y claudicaciones de la Fraternidad San Pío X, cuyos superiores estaban cada vez más atrapados en la búsqueda de la normalización canónica. El obispo Williamson fue un hombre libre, especialmente al no conformarse con lo políticamente correcto, y nunca se preocupó por la imagen que la prensa daba de él. En su lúcida visión geopolítica, anticipó muchas ideas que ahora están respaldadas por hechos, empezando por el rol del sionismo en el ataque a la sociedad cristiana. Vivió sin pruebas y humillaciones clamorosas, manteniendo la serenidad de alma y buscando en todo solamente la gloria de Dios y su propia asimilación a Cristo Sacerdote.
Quando, nel 2020, levai la voce per denunciare la frode psico-pandemica, abbiamo avuto modo di condividere la stessa visione del mondo e dei suoi travagli geopolitici, individuando nel globalismo il punto di convergenza delle ideologie dei tempi moderni, e nel rapporto tra deep state e deep church la vera minaccia per l’umanità e per la Chiesa.
Fue un ferviente devoto de la Santísima Virgen y especialmente de Nuestra Señora de Fátima. Su convicción de la victoria del Inmaculado Corazón, según las promesas de Nuestra Señora, fue el faro de su vida interior y de su acción, y el rezo fiel del Santo Rosario fue su arma invencible.
La hemorragia cerebral que lo golpeó en las últimas semanas no le impidió, por la gracia de Dios, recibir el consuelo de los sacramentos y ser acompañado por quienes estaban cerca de él en el momento en que se durmió en el Señor. Así, en un sueño tranquilo del cuerpo, el Señor quiso que terminara una vida de luchador en las trincheras de la Santa Iglesia, lamentado por sus amigos y también respetado por sus adversarios.
La doctrina católica sobre el sufragio, admirablemente expresada en la liturgia tradicional que monseñor Williamson siempre y celosamente ha guardado y transmitido, se basa en el segundo Libro de los Macabeos del Antiguo Testamento. Por lo tanto, Judas Macabeo hizo ofrecer el sacrificio expiatorio por los muertos, para que pudieran ser absueltos del pecado (2Mac 12, 45).
Es este sacrificio expiatorio el que celebramos con las solemnes exequias de nuestro venerado hermano obispo. Un Sacrificio prefigurado por los signos de la Antigua Ley y cumplido en Cristo en la Nueva y Eterna Alianza. Un Sacrificio que monseñor Williamson celebraba diariamente, en la forma custodiada a través de los siglos por la Santa Iglesia, porque veía justamente en el sacrificio el cumplimiento de antiguas promesas y la promesa de infinitas gracias para el futuro.
En definitiva, es la Santa Misa la que une a todos los católicos y en particular a nosotros, los ministros de Dios, en una procesión ininterrumpida que recorre todas las regiones de la tierra y todas las épocas hasta el fin del mundo. Es la Misa Apostólica, la Misa de San Gregorio Magno, de San Pío V, de San Pío X, del Padre Pío y de monseñor Lefebvre. La Misa que es nuestra en la medida en que es una síntesis orante de nuestra Fe, de la Fe de la Iglesia. La Misa que es nuestra y de los fieles, y de la que la Roma conciliar y sinodal querría, sin embargo, privarnos, porque sabe bien que ese venerable rito refuta y condena todos sus errores, todos sus tímidos silencios, todas sus viles complicidades.
Tu es sacerdos in æternum secundum ordinem Melquisedec, dice la Sabiduría divina. Mientras haya sacerdotes y obispos que sigan el ejemplo de los verdaderos pastores como monseñor Lefebvre y monseñor Williamson, el Sacrificio perenne no faltará, y será gracias a él que podremos atravesar victoriosamente estos dramáticos momentos de tribulación que preludian el fin de los tiempos.
Esta asimilación del Sacrificio no puede limitarse a ser meramente ritual. Toda alma sacerdotal —se lo digo a ustedes, queridos hermanos clérigos— debe hacerse también víctima mística, según el modelo de la Víctima pura, santa e inmaculada, para realizar plenamente en su propia carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para el bien de su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1, 24). Esto es lo que monseñor Williamson, que aceptó sufrir la persecución y el exilio por amor a Cristo y para no renegar de los solemnes compromisos asumidos en la plenitud del sacerdocio.
En el Paraíso, reunidos en adoración al Cordero y a la Santísima Trinidad en la eterna Liturgia celestial, todos los Santos de todos los tiempos están unidos por el amor al Sacrificio perfecto. Recemos para que monseñor Williamson sea bienvenido entre las huestes celestiales, y que desde allí nos vea repetir los gestos sagrados y las palabras santas que tuvo en sus labios hasta pocos días antes de dejarnos.
El lema episcopal de monseñor Williamson era Fidelis inveniatur, extraído de la Primera Carta a los Corintios: “Que cada uno nos considere ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea fiel (1Cor 4, 1-2). Porque el administrador no es el propietario del inmueble, sino el que debe entregarlo tal y como lo recibió a los que vendrán después de él. Y esto fue exactamente lo que hizo nuestro hermano Obispo, recordando las palabras del Apóstol: En cuanto a mí, mi sangre está a punto de ser derramada en libación, y ha llegado el momento de desplegar las velas. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he conservado la fe. Ahora sólo tengo la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que esperan su manifestación con amor (Tim 4, 6-8).
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
31 de enero de 2025
Publicado originalmente en italiano por Marco Tosatti el 1 de febrero de 2025, en https://www.marcotosatti.com/2025/02/01/vita-mutatur-non-tollitur-elogio-funebre-di-mons-williamson-mons-carlo-maria-vigano/
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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Tag: elogio, vigano, williamson
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