Aplausos y Gritos en la Iglesia. En defensa de lo sagrado, contra el silencio arzobispal. Bernardino Montejano.

17 Giugno 2024 Pubblicato da


Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, el Prof. Bernardino Montejano, a quien va nuestro agradecimiento, ofrece a vuestra atención estas reflexiones nacidas de un episodio en una iglesia argentina, pero que bien pueden adaptarse a la realidad italiana y universal. Feliz lectura y compartir.

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EN DEFENSA DE LO SAGRADO ANTE EL SILENCIO DEL ARZOBISPO

En la Argentina en general y en Buenos Aires en particular estamos cada vez peor. Y los intentos de acabar con el ámbito sagrado ante el silencio cómplice de la autoridad eclesiástica nos obliga a manifestarnos.

Los romanos, que algo sabían del tema, consagraron algo fundamental: “Donde hay hombre, hay sociedad, donde hay sociedad hay derecho”. También la Iglesia Católica, el Cuerpo Místico de Cristo, tiene una dimensión jurídica, que es el Derecho Canónico.

Juan Vázquez de Mella enseña que “no puede existir una sociedad sin un orden de principios morales y jurídicos inmutable e inviolable que sirva de frontera a la voluntad humana individual o colectiva… pues si todo es variable y violable, no existe más que el imperio de la fuerza y el derecho es un proscripto. Y una sociedad que no esté unida por el derecho, será una congregación de fieras, pero no será una comunidad de personas”.

El Código de Derecho Canónico, en su artículo 1205, primera parte, se ocupa de los lugares sagrados y los define como “aquellos que se destinan al culto divino”, y en ellos, “solo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y fomento del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe todo lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar” (artículo 1210).

El artículo siguiente lo complementa: “Los lugares sagrados quedan violados cuando con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que, a juicio del ordinario, revisten tal gravedad, y son tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos”.

Estas son las normas para juzgar lo sucedido hace unos días en la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal transformada en un ámbito político: cánticos contra Milei en una misa, gritos “la patria no se vende”, aplausos y como señala en Facebook Alejandra Coronel de Diez: “una falta de respeto. Dentro del templo no se puede estar aplaudiendo. Dan vergüenza ajena” o como se pregunta en la misma red Claudio Fernández: “¿Qué es? ¿Una sede de un partido político?”

Ante el silencio cómplice de quien debería, juzgar y castigar, nuestro ordinario, que bien lo es en el sentido usual del término, los católicos debemos expresarnos y repudiar a los actores y cómplices, pues como bien escribió Chesterton “cuando entramos en la Iglesia nos sacamos el sombrero, pero no nos arrancamos la cabeza”.

Respecto a los gritos y aplausos bien lo dijo Juan XXIII: “En la Iglesia no se aplaude ni se grita” porque a ella debe acudirse con veneración y respeto.

Hartos de escuchar aplausos en el ámbito sagrado, a veces pedidos por los mismos sacerdotes celebrantes queremos comentar las palabras de un filipino, monseñor Sócrates Buenaventura Villegas, arzobispo en ejercicio de Lingayen-Dagupan y presidente de la comisión para los seminarios de la Conferencia Episcopal Filipina, porque no tienen desperdicio y pueden servir de criterio para los sacerdotes argentinos despistados que vagan como ovejas sin pastor.

El prelado filipino pide a los católicos que se abstengan de los aplausos durante la Misa y recuerda que la Eucaristía es un “memorial del Calvario”, porque esos aplausos “pueden robarnos el verdadero significado de la liturgia y del culto cristianos”.

Y se pregunta: “¿Acaso alguien hubiera aplaudido mientras Cristo subía al Calvario? ¿Acaso la Santísima Madre, o Juan, su predilecto, lo habrían hecho?

Se refiere al Miércoles de Ceniza que inaugura la Cuaresma y señala “que brinda una buena ocasión para reflexionar sobre el valor y la importancia de la sobriedad, del silencio y del dominio de sí, en la búsqueda de la santidad de la vida”.

¡Magníficas palabras! como añoramos los espacios de silencio en tantas misas, sobre todo después de la comunión para en su marco poder hacer como se debe y el Señor lo merece, la acción de gracias de rodillas.  Como los extrañamos cuando nos sentimos invadidos por un guitarrero gritón que casi sustituye al oficiante y cuando nos obligan a entonar cantos heréticos como “Pescador de hombres” obra de un conocido pedófilo. Pero como nos dijo un día un párroco muy bruto: “No tengo buen oído y esa canción me ayuda porque es fácil de entonar.

El arzobispo invita a analizar los supuestos motivos que llevan al aplauso: “¿No será que el batir palmas es un antídoto contra el aburrimiento en la iglesia? ¿Será un signo de vitalidad litúrgica? ¿No será que al aburrimiento tiene su raíz en una concepción errada de lo que es la adoración y la oración? ¿No será que la comunidad en oración se convierte en un público necesitado de entretenimiento, los ministros litúrgicos devienen artistas y los predicadores se convierten en eruditos anunciadores de brindis? No debería ser así.

Monseñor Villegas cita a dos papas: San Pío X prohibió los aplausos en la Basilica de San Pedro cuando dijo: “No es correcto aplaudir al siervo en la casa del amo” y Benedicto XVI: “Allí donde irrumpe el aplauso se está frente a un claro signo de que se ha perdido la esencia de la liturgia, que ha sido sustituido por una suerte de entretenimiento de trasfondo religioso”.

Continúa: “Somos una Iglesia congregada por Dios y no un club auto-organizado para la mutua admiración” Y les dice a sus sacerdotes: “Una homilía bien preparada, breve, inspirada y estimulante, tiene una vida más larga que el aplauso mientras ustedes predican”. Mejor y más inteligente que los 8 minutos señalados por el cuantofrénico papa Francisco.

Y concluye: “El tiempo de Cuaresma tiene un austero color violeta; un aura sobria y serena… Los instrumentos musicales ceden. Aunemos del placer y retengamos nuestro apetito. Agreguemos una mayor abstinencia a este tiempo sobrio.  Abstengámonos de los aplausos en la Iglesia y que la misma fluya y se extienda al resto del año”.

Dios quiera que un día tengamos aquí un arzobispo residencial como el filipino.

Buenos Aires, junio 16 de 2024

 Bernardino Montejano

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