Mentiras serviles de dos cardenales sobre la evangelización en A.L.. Quarracino.

3 Aprile 2023 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, José Arturo Quarracino, a quien agradecemos de corazón, ofrece a vuestra atención este apasionado artículo en el que critica un opúsculo recientemente publicado por dos pupilos del Pontífice reinante sobre la Evangelización de América Latina, sorprendente -por decir lo menos- en su anticatolicismo. Feliz lectura y difusión.

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Sigue la “Abominación de la Desolación” en el Vaticano

 

El 16 de noviembre del año pasado publicamos un artículo titulado “La Abominación de la Desolación en el Vaticano”, en el que describimos los actos a través del cual el actual ocupante -provisorio- de la sede petrina, nuestro compatriota Jorge Mario Bergoglio, actualizaba en el siglo XXI d. C. la profanación del Templo de Jerusalén sufrida por el pueblo judío dos siglos antes de Cristo, de lo cual dan testimonio el Libro Primero de los Macabeos (capítulos 1 y 6) y el Libro del Profeta Daniel (capítulo 9, 27), y de la cual hacen referencia los evangelios de san Mateo y de san Marcos.

 

Como afirmamos entonces, “en los textos evangélicos hace referencia a los últimos tiempos, los tiempos apocalípticos que preceden a la venida del Hijo del Hombre, la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, mientras que en los textos veterotestamentarios se refiere a hechos históricos concreto de persecuciones y tribulaciones: en el Libro de las Macabeos, a la invasión de Judea por parte del rey sirio Antíoco Epifanes (en 175 a. C.), que impuso a los judíos no sólo la profanación del Templo de Jerusalén, sino también la obligación de abjurar y perjurar de su fe, para someterse a la cultura y a la religión helenista. En el Libro de Daniel, a períodos de sufrimientos y persecuciones, en el marco de distintas visiones del profeta, pero enfocadas fundamentalmente en la purificación de los propios pecados, a lo largo de la historia, del pueblo de Israel contra el mismo Yahvé”.

 

Es fundamental y de suma importancia tener en cuenta que la expresión “desolación abominable” hace referencia al hecho histórico Israel-Judá sucumbió frente al invasor sirio en gran parte gracias a la colaboración prestada por distintos sumos sacerdotes del Templo, que traicionaron la fe en Yahvé y entregaron al pueblo judío a la voracidad y crueldad del monarca sirio.

 

En el artículo mencionado al comienzo especificamos los gestos y actos que, según nuestro humilde entender, actualizan o reiteran en nuestra época el drama veterotestamentario: el abandono y descarte por parte de Francisco del título papal de Vicario de Cristo; su pacto-alianza con la Casa Rothschild, formalizado el 8 de diciembre de 2020 en el Council for the Inclusive Capitalism. With the Vatican [Concejo para el Capitalismo Inclusivo. Con el Vaticano][1]; el aval irracional al experimento génico llevado a cabo por las grandes farmacéuticas internacionales sin ningún tipo de aval científico ni de información disponible, con la excusa de la pandemia global; la prédica incesante del ecologismo, en perfecta sintonía con el Foro Económico Mundial y la Agenda 2030 de la ONU; el ataque y el intento de erradicación definitiva de la Misa Romana (Misa Tradicional en Latín), al mismo tiempo que se permiten aberraciones litúrgicas, doctrinales y pastorales de todo tipo; la promoción del homosexualismo y la homosexualidad como nueva norma; la conversión de la Basílica de San Pedro en un museo, en el que se celebran muy pocas veces al día; el culto a la Pachamama y la devoción a la Madre Tierra; la condena teórica del aborto –“un crimen”-, al mismo tiemmpo que promueve en puestos importantes de la curia vaticana a abortistas confesos y declarados; la amistad y alianza con gobernantes y funcionarios confesos pro-aborto (Joseph Biden, Emmanuel Macron, Nancy Pelosi, Hillary Clinton, Ema Bonino, Eugenio Raúl Zaffaroni, Evo Morales, etc.; la tibieza y lavado de manos, al mejor estilo Poncio Pilato ante la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de abolir la sentencia de 1973 que abrió las puertas al aborto en Estados Unidos; la protección personal brindada a prelados y sacerdotes abusadores y depredadores sexuales, etc. etc.

 

 

 

A este listado de abominaciones vaticanas se ha agregado ahora la condena a la evangelización llevada a cabo -desde la actual Canadá hasta las actuales Argentina y Chile- por la España católica en el que sería posteriormente el continente americano.  A través de una Nota conjunta sobre la “Doctrina del descubrimiento” del Dicasterio para la Cultura y la Educación y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Nota que es en realidad una descalificación lapidaria que en menos de 2 páginas (826 palabras en 9 párrafos[2], reniega de los más de 500 años de la presencia cristiano-católica en estas tierras, con la bajeza de pretender ser voz oficial de la ex Santa Sede sin que ninguno de los 2 titulares de los dicasterios que redactaron semejante deposición pusieran su firma, mostrando cuál es el nivel de cobardía, tanto de un cardenal miembro de la actual Compañía contra Jesús (Michael Czerny, experto en Lüdwig Feuerbach y Karl Marx) como del otro cardenal declaradamente homosexualista, poeta y teólogo, niño mimado del obispo de Roma (José Tolentino de Mendonça). Es decir, dos ignorantes de la Historia de la Iglesia y de la historia en general se han atrevido condenar -anónimamente- la evangelización de América, con consideraciones “evangélicas y teológicas” falsas y con la doctrina británica de la leyenda negra, difundida a mansalva por el progresismo anticristiano y antihumanista del globalismo occidental.

 

 

 

Ya el párrafo 1 empieza con una mentira teológica: “Fiel al mandato recibido por Cristo, la Iglesia católica se esfuerza por promover la fraternidad universal y el respeto de la dignidad de todo ser humano”. El mandato de Cristo, ayer, hoy y siempre, es el anuncio y proclamación de Su evangelio, no impulsar los ideales de la Revolución Francesa, por ejemplo.

 

En los párrafos 2 y 3 se valoriza la acción de los Papas que en diferentes momentos han condenado las injusticias cometidas por miembros de la Iglesia contra los pueblos indígenas, lo cual forma parte de las sombras de la presencia cristiana en América (san Juan Pablo II, por ejemplo).

 

En el párrafo 4 empieza el deslizamiento anticatólico. Atribuye a la Iglesia Católica las políticas de expropiación de las tierras indígenas, de asimilación forzada y de eliminación de las culturas indígenas. Acto seguido recurren al sentimentalismo –los sufrimientos de los indígenas llaman fuertemente a abandonar la mentalidad colonizadora- para proponer el acompañamiento a los pueblos indígenas y la promoción de esfuerzos para promover la reconciliación y la sanación. Típico de lacayos ignorantes, que desconocen el proceso de fusión de los españoles con los indígenas que habitaban las tierras descubiertas -el mestizaje. Y como letrados ignorantes, le atribuyen a la España católica lo que en realidad hicieron la Inglaterra y la Holanda protestantes, como lo demuestran historiadores no católicos, por ejemplo, Samuel Phillips Huntington[3], o investigadores como Alexander von Humboldt, quien sostuvo a principios del siglo XIX que “en la Nueva España […] lejos de extinguirse, la población india ha aumentado considerablemente durante los últimos cincuenta años”, de tal forma que en la América española había en ese entonces 7,5 millones de indios y 5,5 millones de mestizos, es decir, “13 millones de indios y mestizos o mulatos, que representan el 80% de la población total de Hispanoamérica”. En otras palabras: “a finales del siglo XVIII la población amerindia había alcanzado o sobrepasado la cifra supuesta en vísperas de la Conquista”[4].

 

Según el historiador Juan Sánchez Galera, lejos de ser los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo unos crueles genocidas, las Leyes de Indias que reglaron la vida en la América española constituyeron el origen de lo que hoy se conoce como Derechos Humanos: “Los indios, fuera de ser unos desposeídos, son propietarios de pleno derecho de aquellas tierras que trabajan, y del rendimiento de las mismas pagan un tributo o servicio a su encomendero, quien a su vez tiene obligación de protegerlos y cristianizarlos”, aunque hay que reconocer que “como toda institución humana, la encomienda dio lugar a ciertos abusos, y en contados casos, incluso degeneró en una especie de esclavitud encubierta”[5].

 

En otras palabras: los dos cardenales expertos en homosexualidad muestran ser ignorantes cum laude en historia de la Iglesia y de la evangelización cristiana en América.

 

En el párrafo 5 afirma el documento en forma vaga, imprecisa e infundamentada que el concepto jurídico de “descubrimiento” ha sido debatido a lo largo de tres siglos y que “la jurisprudencia del siglo XIX” -sin identificar cuál- “en los tribunales de diferentes países” -también sin identificar- determinó que “el descubrimiento de tierras por parte de los colonos concedía el derecho exclusivo de extinguir, mediante la compra o la conquista, el título de posesión de dichas tierras por parte de las poblaciones indígenas”. Todo esto dicho sin mencionar un solo documento. Puro bla bla. Y siguiendo con el cuentito histórico, termina el párrafo diciendo que “algunos estudiosos [sic!] han sostenido que la base de la llamada ‘doctrina’ [del descubrimiento] se encuentra en diversos documentos papales”, a los que cita, pero sin remitir concretamente a los textos en cuestión”. Sanata, sanata, sanata.

 

El párrafo 6 ya provoca vergüenza ajena, ya que afirma que “la ‘doctrina del descubrimiento’ no forma parte de la enseñanza de la Iglesia católica”, porque “la investigación histórica [¿CUÁL?] demuestra claramente que los documentos papales [citados en el párrafo anterior], escritos en un período histórico y específico y relacionados a cuestiones políticas, nunca han sido considerados expresiones de la fe católica”. Con estas palabras, es evidente que los dos cardenales iletrados e ignorantes, anónimos firmantes del libelo, en un rapto de esquizofrenia servil están diciendo que la evangelización en América no ha sido expresión de la fe católica. ¿De qué piara clerical han surgido estos dos personajes? Es evidente también que proyectan en los Papas del siglo XV -Nicolás V, Alejandro VI- los yerros y desviaciones del actual pontífice, que efectivamente no constituyen expresiones de la fe católica, tal como es público y notorio.

 

El párrafo 7 afirma que “la Iglesia católica repudia los conceptos que no reconocen los derechos humanos intrínsecos de los pueblos indígenas”, incluyendo la “doctrina del descubrimiento”. Repudia selectivo y excluyente, porque no hay ningún documento oficial como el que nos ocupa que repudie en forma tajante y absoluta el genocidio prenatal, la concentración brutal de la riqueza en manos de una oligarquía ultraminoritaria, parasitaria y depredadora, de la que muchos de sus miembros son amigos, contertulios y aliados del obispo de Roma. Tampoco hay un pronunciamiento magisterial concreto que repudie la ideología de género, el homosexualismo ni el transexualismo, doctrinas incultas y bárbaras que atentan gravemente contra la posibilidad de un desarrollo humano integral. Quienes se dicen católicos sólo repudian la evangelización católica en América. ¿Al servicio de quién o quiénes están? Más que sacerdotes católicos, actúan como voceros de George Soros y del progresismo internacionalista apátrida que este personaje siniestro promueve desde hace décadas.

 

El párrafo 8 pretende ser reivindicativo de una bula papal promulgada por el papa Pablo III en 1537 (Sublimis Deus), la cual reivindicó la libertad de los indígenas, fueran o no cristianos. Pero bien podrían estos dos prelados dejar de lado por un lado los saraos homosexualistas y anticristológicos que frecuentan y peregrinar por la América española y la América sajona, donde encontrarían que, por ejemplo, en muchas advocaciones marianas se venera a la Virgen con rasgos indígenas e incluso africanos, o las más de 30 universidades católicas que España fundó en América, en poco más de cien años.

 

Por último, el párrafo 9 permite entender la causa y el objetivo de las ignorancias, mentiras, falsedades e inventos conceptuales que tiene el documento. Nada de nueva evangelización, nada de diálogo de fe y razón, nada de evangelización en el mundo contemporáneo, nada de Pablo VI, nada de san Juan Pablo II, nada de Benedicto XVI, sólo la adhesión y apoyo a la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, con lo cual se consagra la hibridez de la Iglesia Católica como lacaya y sierva de los títeres manipulados en ese organismo supranacional -ya no más internacional- que está al servicio de la plutocracia financiera globalista y del genocidio planetario.

 

 

En definitiva, es evidente que los dos mediocres prelados que “no firman” este documento abominable sólo son el ariete servil de quien es el verdadero padre y mentor intelectual de este engendro, que al igual que aquéllos no tiene el valor ni el coraje de ponerle nombre responsable a semejante barbaridad histórica. Pero siempre ha sido así, desde sus tiempos de provincial jesuita: hacer decir a otros lo que se quiere decir, porque se carece de la valentía para hacerlo personalmente. Con ello se logró el objetivo de difundir y fijar que la Iglesia Católica condena su labor evangelizadora en América,  sin que nadie se haya hecho cargo con su firma de semejante herejía. Los Soros y los Rothschild, junto con la plutocracia que representan, agradecidos.

Un dato no menor: en este libelo sólo se menciona dos veces a Cristo, como complemento, pero sin ninguna presencia real en la vida de los redactores e inspiradores de esta bazofia clerical. Se suponen que son teólogos expertos, pero se olvidan que “de Dios nadie se burla” (Carta a los Gálatas, 6, 7).

 

José Arturo Quarracino

 

2 de abril de 2023

 

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