Don Alberto Strumia. Fe y Razón en Fides et Ratio. Segunda Parte

10 Febbraio 2023 Pubblicato da Lascia il tuo commento

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, ofrecemos a vuestra atención estas reflexiones de Don Alberto Strumia sobre la relación entre Fe y Razón en Fides et Ratio, publicadas en Il Pensiero Cattolico, a quien agradecemos la gentileza. La primera parte la pueden encontrar en este enlace. Feliz lectura y compartir. 

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Don Alberto Strumia: La relación entre fe y razón en el capítulo IV de la encíclica Fides et Ratio (1998) – II parte


Continuamos aquí la presentación sintética del esquema del Capítulo IV de la Encíclica Fides et Ratio, fruto del trabajo realizado en plena sintonía por San Juan Pablo II y Benedicto XVI.

II) Segunda parte – La progresiva separación y contraposición entre fe y razón

A partir precisamente del siglo XIII, por los mismos contemporáneos de Santo Tomás, se empezó a comprender cada vez menos la lección de la analogía del ente y de la verdad y, en nombre de un mayor grado de certeza del conocimiento, se concentraron cada vez más en la univocidad, más fácil de comprender, más fácil de controlar. Esta forma de proceder parecerá incluso, para algunos, un servicio a la verdad más que una limitación, un mejoramiento de la ciencia más que su empobrecimiento cualitativo.

a) Univocidad y nominalismo: el rol exclusivo de la matemática

Pero se tratará de un mejoramiento unilateral de algunos aspectos de la racionalidad, especialmente la racionalidad matemática, a expensas de los demás aspectos.

Las consecuencias para la teología de la pérdida de la analogía se dejarán sentir primero en la univocidad del pensamiento protestante, luego en la exasperación casi sofística de cierta Escolástica tardía y, por último, en la reducción de la misma teología a pura narración.

“Con la aparición de las primeras universidades, la teología se confrontaba más directamente con otras formas de investigación y del saber científico. San Alberto Magno y santo Tomás, aun manteniendo un vínculo orgánico entre la teología y la filosofía, fueron los primeros que reconocieron la necesaria autonomía que la filosofía y las ciencias necesitan para dedicarse eficazmente a sus respectivos campos de investigación. Sin embargo, a partir de la baja Edad Media la legítima distinción entre los dos saberes se transformó progresivamente en una nefasta separación. Debido al excesivo espíritu racionalista de algunos pensadores, se radicalizaron las posturas, llegándose de hecho a una filosofía separada y absolutamente autónoma respecto a los contenidos de la fe. Entre otras consecuencias de esta separación está el recelo cada vez mayor hacia la razón misma. Algunos comenzaron a profesar una desconfianza general, escéptica y agnóstica, bien para reservar mayor espacio a la fe, o bien para desacreditar cualquier referencia racional posible a la misma.

En resumen, lo que el pensamiento patrístico y medieval había concebido y realizado como unidad profunda, generadora de un conocimiento capaz de llegar a las formas más altas de la especulación, fue destruido de hecho por los sistemas que asumieron la posición de un conocimiento racional separado de la fe o alternativo a ella (n. 45).

Gradualmente, esos aspectos de la racionalidad que antes se concebía analógicamente pasarán a oponerse en lugar de integrarse: lo que antes se reconocía como, hasta cierto punto, real (lo universal) se considerará un mero nombre (nominalismo). El saber pasará, poco a poco, de una estructura orgánica y analógica a otra unívoca y dialéctica: contraposición en lugar de integración de los diferentes grados de perfección.

 

b) El pensamiento moderno y contemporáneo

La encíclica prosigue su lectura de la historia del pensamiento occidental refiriéndose al desarrollo del pensamiento filosófico y científico moderno y contemporáneo hasta nuestros días.

Las radicalizaciones más influyentes son conocidas y bien visibles, sobre todo en la historia de Occidente. No es exagerado afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se ha desarrollado alejándose progresivamente de la Revelación cristiana, hasta llegar a contraposiciones explícitas. En el siglo pasado, este movimiento alcanzó su culmen. Algunos representantes del idealismo intentaron de diversos modos transformar la fe y sus contenidos, incluso el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, en estructuras dialécticas concebibles racionalmente. A este pensamiento se opusieron diferentes formas de humanismo ateo, elaboradas filosóficamente, que presentaron la fe como nociva y alienante para el desarrollo de la plena racionalidad. No tuvieron reparo en presentarse como nuevas religiones, creando la base de proyectos que, en el plano político y social desembocaron en sistemas totalitarios traumáticos para la humanidad.

En el ámbito de la investigación científica se ha ido imponiendo una mentalidad positivista que, no sólo se ha alejado de cualquier referencia a la visión cristiana del mundo, sino que, y principalmente, ha olvidado toda relación con la visión metafísica y moral. Consecuencia de esto es que algunos científicos, carentes de toda referencia ética, tienen el peligro de no poner ya en el centro de su interés la persona y la globalidad de su vida. Más aún, algunos de ellos, conscientes de las potencialidades inherentes al progreso técnico, parece que ceden, no sólo a la lógica del mercado, sino también a la tentación de un poder demiúrgico sobre la naturaleza y sobre el ser humano mismo (n. 46).

En este punto, el proceso ha invertido totalmente su dirección. Se busca:

(i) por una parte, extrapolar ciertas categorías teológicas cristianas desvinculándolas de la Revelación (considerada como un soporte mitológico subrepticio) y trasplantándolas a sistemas filosóficos que, en esencia, ya no son cristianos;

ii) por otro lado, eliminar también los fundamentos puramente filosóficos que sirvieron para elaborar la teología como ciencia.

Pero tal operación no podía sino acabar demoliendo también los elementos indispensables para la razón filosófica como tal. Así, esta última se encontró gradualmente sin un fundamento sobre el cual basarse para poder proceder.

“Además, como consecuencia de la crisis del racionalismo, ha cobrado entidad el nihilismo. Como filosofía de la nada, logra tener cierto atractivo entre nuestros contemporáneos. Sus seguidores teorizan sobre la investigación como fin en sí misma, sin esperanza ni posibilidad alguna de alcanzar la meta de la verdad. En la interpretación nihilista la existencia es sólo una oportunidad para sensaciones y experiencias en las que tiene la primacía lo efímero. El nihilismo está en el origen de la difundida mentalidad según la cual no se debe asumir ningún compromiso definitivo, ya que todo es fugaz y provisional (n. 46).

Y, además:

“Por otra parte, no debe olvidarse que en la cultura moderna ha cambiado el papel mismo de la filosofía. De sabiduría y saber universal, se ha ido reduciendo progresivamente a una de tantas parcelas del saber humano; más aún, en algunos aspectos se la ha limitado a un papel del todo marginal. Mientras, otras formas de racionalidad se han ido afirmando cada vez con mayor relieve, destacando el carácter marginal del saber filosófico. Otras formas de racionalidad, en vez de tender a la contemplación de la verdad y a la búsqueda del fin último y del sentido de la vida, están orientadas —o, al menos, pueden orientarse— como razón instrumental al servicio de fines utilitaristas, de placer o de poder”(n. 47).

En nuestros días parece haberse completado la parábola descendente, descrita en la segunda parte, y se abre, como se ha puesto de relieve anteriormente, el problema de una redefinición de los fundamentos de la racionalidad, que se ha hecho urgente tanto desde el punto de vista externo (el problema de las consecuencias para la habitabilidad de la sociedad) como desde el punto de vista interno (el problema de los fundamentos de la racionalidad). En este marco se sitúa hoy el “problema de los fundamentos”: lo que, a primera vista, podría parecer sólo una cuestión para los especialistas en filosofía de la ciencia, resulta ser, en realidad, la cuestión mucho más profunda de los fundamentos metafísicos de la racionalidad misma de la realidad y del conocimiento, y la condición misma de la habitabilidad de la existencia personal y social del ser humano.

 

Publicado originalmente en italiano el 9 de febrero de 2023, en https://www.marcotosatti.com/2023/02/09/don-alberto-strumia-fede-e-ragione-in-fides-et-ratio-seconda-parte/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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