Giovanni Formicola: el Aborto, la Ley 194 y la inocente estupidez de las almas bellas
9 Settembre 2022
Marco Tosatti
Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, el abogado Giovanni Formicola envió a un grupo de amigos estas reflexiones suyas sobre las recientes -y menos recientes- declaraciones sobre la Ley 194. Me parece interesante publicarlas en vísperas de la Primera Jornada Mundial contra el Aborto. Feliz lectura y compartir.
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Estimados
Como ustedes saben, a finales de julio organicé y celebré una reunión sobre la dictadura del imbécil. Los presentes y los que tuvieron la bondad de escuchar la audio-grabación pudieron verificar que no tuvo ni tengo intención de derivar la maldad y la perversidad de nadie a la estupidez (inimputable, al fin y al cabo), como se hace una y otra vez con los actos de terror islamista, que se intentan atribuir (con muy poco o ningún éxito) no a las creencias y la militancia del autor, sino a sus trastornos mentales.
La tesis a la que me adhiero en cambio, y que he tratado de ilustrar, es la de Musil y Voegelin, por ejemplo, que hablan de una “estupidez sostenida” – obviamente, no es la del tonto del pueblo, al contrario, pero puede interesar a las más altas autoridades sociales y culturales, eclesiales y políticas-, lo que conduce a ideas y acciones no sólo erróneas, sino también malvadas y criminales. En definitiva, hay una reciprocidad entre la maldad del mundo moderno, la malicia de la Revolución y la estupidez de sus agentes, protagonistas y líderes. La “estupidez sostenida” lleva a los crímenes, la malicia revolucionaria implementa la estupidez, que no es más que una pérdida de la realidad, y por tanto una violencia contra ella, en lo que básicamente consiste la Revolución, en sus tendencias, ideas y hechos.
Pero esta pérdida de realidad también atañe a los que no quieren o no deberían querer la Revolución, es decir, a los buenos.
En este sentido, una de las pequeñas grandes idioteces que nos afligen hoy en día, en el campo de los buenos, es la idea de corregir un poco la ley del aborto vigente (nunca digo “la 194”, me parece un eufemismo, y en todo caso un nombre que la describe demasiado poco) exigiendo la aplicación de sus “partes buenas”.
Esto es una idiotez por al menos tres razones.
En primer lugar, una ley perversa, que introduce un verdadero “derecho al aborto” en nuestro ordenamiento jurídico -dediqué mi tesis de licenciatura en 1980 a demostrarlo, y ni el supervisor, ni el contra-supervisor, ni toda la comisión, que no había sido elegida entre los provida, tuvieron nada que objetar técnicamente, ni me negaron el título- no puede tener “partes buenas”. De hecho, si éstas abstractamente lo parecen, es sólo porque la introducción del derecho a matar al inocente en el vientre de su madre necesita hojas de higuera para cubrir la vergüenza de su abominación, empezando por el título de la ley (“Normas para la protección social de la maternidad y sobre la interrupción voluntaria del embarazo”: un ejemplo clamoroso de neolengua falsificadora). Y por eso quienes los invocan han comprendido poco.
Además, después de más de cuarenta y cuatro años desde su promulgación, en el transcurso de los cuales se han sucedido las más variadas mayorías gubernamentales y no sé cuántos ministros de Sanidad, si estas supuestas “partes buenas” no se han puesto en práctica -de lo contrario no habría demanda para su aplicación-, es sólo porque no hay nada que aplicar: son extrañas al sentido de las normas que la ley establece, son sólo una hoja de parra, que permite a las almas bellas, en las que se han transformado los buenos, mirarlas sin vergüenza, es más, incluso con cierta admiración. Además, dado que la aplicación que se invoca sería tarea del ejecutivo, la experiencia debería habernos enseñado que ningún gobierno puede tener la intención de hacerlo: hacer tema de un contraste en el aborto “legal” es como pisar el agua en un mortero, lo que no me parece muy inteligente.
Por último, aunque lo fuera, el mensaje es de aceptación sustancial del derecho al aborto, quizá moderado un poco por las “partes buenas”, lo que si no es estúpido, es prodigioso. Pero quizás más bien ambas cosas.
En realidad, la ley del aborto y los abortistas no conocen esas medias tintas. De lo contrario -si realmente consideraran que el aborto voluntario, libre y asistido no es un “pilar” de nuestra sociedad, sino un “drama”, como se engañan demasiados y disfrazan sus argumentos- no enloquecerían de rabia e indignación ante la mera propuesta de enterrar a los bebés asesinados de esta manera, o de informar con una ecografía a las madres que han decidido matar al hijo que llevan dentro. Porque no sea que se reconozca la humanidad del niño no nacido, pero plenamente existente; que nunca cambie de opinión, se arrepienta, se aparte de su despreciable crimen. Para los abortistas, el aborto es un “valor”, es uno de los pilares de una sociedad construida sobre el anti principio de la liberación total del ego y de sus apetencias, y por tanto también de la separación del placer sexual de sus efectos procreativos naturales y benéficos: con los anticonceptivos, con los abortos, con los actos contra natura.
Y por eso no se puede tocar el aborto (piénsese en las reacciones histéricas contra la sentencia Dobbs en EEUU); por eso los que deberían estar al frente para “tocarlo” temen su agresión amordazante y callan, se autocensuran, dialogan y se hacen los guapos en busca de un plan aceptable (creen) para todos: “no neguemos el derecho al aborto, ¡no queremos ser fundamentalistas y volver a la Edad Media! -, pero moderémoslo un poco, apliquemos también las ‘partes buenas’ de la ley del aborto”. Eso ya sería una perspectiva de retaguardia, pero en realidad, como he dicho, es un disparate o una auténtica traición, tal vez atemperada por la estupidez de quienes creen que esas “partes buenas” son verdaderas y no sólo hojas de parra y como verdaderas ejecutables. De hecho, me parece, como ya lo he dicho, que es ambas cosas: una traición causada por la estupidez, que se convierte, como siempre, en malicia.
El problema, una vez más, no son los malos, sino el carácter comprometedor de las almas bellas, su estupidez que busca el bien donde no lo hay, y les impide afirmarlo tal y como es, e intentar realizarlo como y cuando sea posible -porque será posible-, sin rendirse nunca y con un compromiso constante, incansable, bien informado y entrenado, y sobre todo con una perspectiva sobrenatural. Por supuesto, la que está en contra del aborto no es la única trinchera de la Contrarrevolución, pero es obediente y altamente simbólica.
Saludos a ustedes, en Jesús y María
Publicado originalmente en italiano el 7 de setiembre de 2022, en https://www.marcotosatti.com/
Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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