Marco Tosatti

Muy estimados Stilumcuriales, con el permiso del autor reproducimos este artículo del professor Ettore Gotti Tedeschi publicado en La Verità de hoy. Buena lectura.

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GOBIERNO GLOBAL, RELIGIÓN GLOBAL… (“ cuius regio , eius religió…”)

 

Desde hace aproximadamente medio siglo existe la convicción compartida de que para conseguir gobernar este mundo global es necesario tener una religión global y saber evitar los conflictos entre religiones. Esto se aplica sobre todo relativizando la religión católica, porque es dogmática, pero sobre todo porque está estructurada con una autoridad central única y universal.  Hoy en día, después de la crisis económica y pandémica, el escenario ha cambiado un poco y se diría que para conseguir este objetivo se están “facilitando” los conflictos en el interior de la religión católica, no tanto, o sólo, por razones doctrinales, sino por razones ligadas a la explicación de la crisis y la pandemia de Covid.

En primer lugar, hemos visto cómo se han acentuado viejos conflictos y divisiones entre los llamados tradicionalistas y los progresistas, luego otros nuevos, aún más fuertes dentro de los tradicionalistas, y tenemos la impresión de que pronto veremos también divisiones entre los progresistas.

Ciertamente esto sucede gracias al orgullo humano, ya que en materia de fe demasiados se sienten “profetas”, pero tengo la impresión de que estas rupturas más recientes, que no están directa y claramente ligadas a razones doctrinales, también pueden ser hábilmente inducidas, “provocadas”.

En materia de fe se necesita poco para lograrlo.

Esta hipótesis es comprensible, porque está en juego el control del comportamiento humano, influenciado por evaluaciones morales. Para poder controlarlo se debe lograr controlar o confundir la fe.

La historia enseña que esto ocurre sobre todo por las “herejías”, pero también a través de conflictos, rivalidades y divisiones en el interior de los fieles, gracias a la confusión doctrinal.

Para crear confusión doctrinal basta con un magisterio excesivamente “interpretable”, junto con provocaciones morales revolucionarias, utópicas y evolucionistas, en materia de dogmas y de doctrina.

Estas provocaciones están destinadas a encender inmediatamente reacciones conflictivas en el interior de una religión revelada, con una Verdad absoluta y dogmática. Conflictos en el interior de una religión crean condiciones favorables para poner de manifiesto los excesos peligrosos para la sociedad y la necesidad de relativizarlos cada vez más. ¿Pero cuál es el verdadero objetivo de estos esfuerzos?

La historia enseña que los gobernantes suelen esforzarse para tener una religión que ratifique moralmente los actos de gobierno. Al menos eso es lo que pensaba el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, cuando, para poner fin a las guerras de religión entre los agresivos protestantes y los resistentes católicos, impuso la Paz de Augsburgo (1555) con la famosa expresión “cuius regio, eius religio”, que de hecho sancionaba la obligación de un súbdito de ajustarse a la confesión de su gobernante.

Es cierto que este principio limitaba la libertad religiosa, pero era necesario para poner fin a estas guerras de religión, ¿no? Con la misma aspiración, también Luis XIV (a diferencia de su predecesor Enrique IV en 1568, el de “París vale una misa”) afirmó “une foi, une loi, un Roi” y con el edicto de Fontainebleau (en 1685) puso fin a la libertad religiosa en Francia. Napoleón incluso intentó llevar la Iglesia romana a Francia.

En definitiva, para gobernar un pueblo se intenta gobernar también su fe religiosa, de acuerdo, pero el que pretendiera gobernar todo el mundo global, ¿qué debería hacer? ¿Tal vez tratar de proponer una religión global, universal, aceptada por todos porque está orientada a un bien superior reconocido como común a todos? Es más fácil tener éxito en religiones que ya son muy mundanas o en filosofías religiosas, pero donde se practican religiones dogmáticas con una única autoridad moral es menos fácil.

O se consigue convencer a los que tienen autoridad absoluta, o hay que conseguir confundir la doctrina y los dogmas para crear rupturas entre los devotos, hasta crear separaciones y cismas. Incluso hay “manuales” para intentar lograrlo. Uno de ellos fue escrito en 1862 por Augusto Comte (conocido como el “pontífice de la religión positiva”), el mismo que inspiró el famoso libro de R.H. Benson El amo del mundo. No es casualidad que Benson haya elegido este título.

¿Pero qué religión mundial universal podría intentar alcanzar si no es una religión más bien pragmática como el protestantismo, o religiones filosóficas como el budismo, o un ecologismo panteísta y paganizante? Se diría que ahora muchos sospechan que está se preparando una especie de Nuevo Orden Moral que acompañe y asista espiritualmente al reseteado Nuevo Orden Mundial.

Grandes intelectuales laicos, como Oswald Spengler, Hilaire Belloc, Paul Hazard y Lord Acton, consideraban que el catolicismo era esencial para la civilización. Otros, como Friedrich Nietzsche o Max Weber, la consideraban perjudicial para la propia civilización. En poco tiempo, el problema podría dejar de plantearse.

Y. sin embargo, en el mundo católico nos picoteamos como lo hacían los capones de Renzo en Los Novios, de Alessandro Manzoni

 

 

Publicado originalmente en italiano el 3 de julio de 2021, en https://www.marcotosatti.com/2021/07/03/gotti-tedeschi-governo-globale-religione-globale-cuius-regio-eius-religio/

 

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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