VIGANÒ A KWASNIESKI: ES HORA DE DISCUTIR EL TABÚ DEL VATICANO II

23 Settembre 2020 Pubblicato da

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, con gran placer publicamos el texto en español de la respuesta de Mons. Viganò a Peter Kwasnieski, traducido por Ejercito Viganò. Feliz lectura.

 

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Moseñor Viganò le dice a Peter Andrew Kwasnieski: Es hora de discutir el tabú del Vaticano II

Hemos traducido la carta que Su Excelencia Monseñor Carlo Maria Viganò, le dirigiera al escritor y compositor de Música Sacra, el estadounidense Peter Andrew Kwasniewski, a quien en recientes fechas Marco Tosatti le publicara en su web Stilvm cvriæla transcripción de su conferencia sobre la Santa Misa.

Para quienes tengan dificultades con la lectura de la presente traducción, nos comprometemos a que a la brevedad posible les grabaremos el audio correspondiente y lo compartiremos en este espacio.  Les pedimos que por favor, nos tengan paciencia.

Dicho lo anterior: ¡Comencemos!

El texto titulado: ¿Por qué la crítica que Viganò le hace al Concilio [Vaticano II] debe ser tomada en serio?, cuyo autor es Peter Kwasniewski y que fuera publicado en One Peter Five el 29 de junio del presente año, me ha dejado gratamente impresionado, por lo cual he decidido comentarlo, agradeciendo al autor y al editor, el espacio que me han concedido para hacerlo.

En primer lugar, me parece que puedo compartir -prácticamente- todo el contenido de lo que escribió Kwasnieski: su análisis de los hechos es extremadamente claro y lúcido, y refleja exactamente mi pensamiento.  Lo que me alegra especialmente, es cuando señala que  «luego de la publicación de la carta del Arzobispo Viganò del 9 de junio, y de las subsecuentes intervenciones sobre el mismo tema, la gente comenzó a preguntarse qué significaría “anular” el Concilio Vaticano II.»

Considero interesante el que se empiece a cuestionar un tabú que desde hace casi sesenta años, ha impedido cualquier crítica teológica, sociológica e histórica del Concilio. Esto es particularmente interesante, toda vez que los partidarios del Concilio Vaticano II lo consideran intocable, aunque dicho criterio de intangibilidad no lo apliquen a ningún otro documento magisterial ni a las Sagradas Escrituras. Hemos leído innumerables intervenciones en las que los defensores del Concilio, han definido como “obsoletos” a los Cánones del Tridentino, el Syllabus del Beato Pío IX, la Encíclica Pascendi de San Pío X, la Encíclica Humanæ Vitæ y la Ordinatio sacerdotalis de Paulo VI.   La misma transformación hecha al Catecismo de la Iglesia Católica, con la que -en nombre de un “cambio de entendimiento” del Evangelio-  se modificó la Doctrina sobre la legitimidad de la pena de muerte, demuestra que para los Innovadores no existe ni dogma ni principio inmutable alguno, que sea inmune a ser revisado o cancelado: la única excepción la representa el  [Concilio] Vaticano II, que por su naturaleza  –ex se, dirían los teólogos- disfruta de ese carisma de infalibilidad e inerrancia que, a la inversa, se le niega a todo el depositum fidei.

[Anteriormente] Ya he expresado mi opinión acerca de la hermenéutica de la continuidad, teorizada por Benedicto XVI y constantemente retomada por los defensores del Vaticano II, que -ciertamente de buena fe-  tratan de hacer una lectura armoniosa del Concilio en lo que respecta a la Tradición.  Me parece que los argumentos a favor del criterio hermenéutico propuesto por primera vez en el año 2005 (1), se limitan a un análisis meramente teórico del problema, que ignora de manera obstinada, la realidad de lo que ocurre ante nuestros ojos desde hace décadas. Este análisis parte de un postulado válido y aceptable, pero en este caso concreto, presupone una premisa que no es necesariamente cierta.

El postulado es que todos los documentos del Magisterio deben leerse e interpretarse a la luz de todo el corpus magisterial, en razón de la analogia fidei (2), que de alguna manera se expresa también en la hermenéutica de la continuidad. Sin embargo, este postulado, parte del supuesto de que el texto que vamos a analizar es un documento específico del Magisterio, con su grado de autoridad claramente expresado en las formas canónicas previstas. Y es precisamente aquí en donde radica el engaño y en donde se coloca la trampa, ya que los Innovadores consiguieron -dolosamente- ponerle a su manifiesto ideológico, la etiqueta de “Concilio Ecuménico Sacrosanto”.  [Similar a cuando] A nivel local, los jansenistas maniobraron el Sínodo de Pistoya, logrando encubrir con autoridad sus tesis heréticas, las cuales posteriormete fueron condenadas por Pío VI. (3)

Por un lado, el católico mira la forma del Concilio, considerando que sus documentos son una expresión del Magisterio. A consecuencia de ello, y por ese amor y veneración que todo católico tienen hacia la Santa Madre Iglesia, éste busca leer su sustancia, que -de acuerdo con la analogía de la fe- es claramente ambigua o incluso totalmente errónea.  Al mismo tiempo que [el católico] no puede comprender que los Pastores hayan sido tan ingenuos como para imponerle una adulteración de la Fe, también comprende la ruptura con la Tradición, e intenta explicar dicha contradicción.

Por otro lado, el modernista mira la sustancia del mensaje revolucionario que pretende transmitir, y para dotarlo de una autoridad que no tiene y que tampoco debería tener, lo “magisteraliza” a través de la forma de un Concilio, haciéndolo publicar bajo la forma de documentos oficiales.  [El modernista] sabe bien que está forzando las cosas, sin embargo se vale de la autoridad de la Iglesia  -a la cual en condiciones normales, desprecia y refuta-  con el propósito de hacer prácticamente imposible la condena de aquellos errores que han sido ratificados -ni más ni menos- que por los Padres Sinodales. El uso instrumental de la autoridad para fines opuestos a los que la legitiman, es una astutísima estratagema, que por un lado garantiza una especie de inmunidad, un “escudo canónico” para las doctrinas heterodoxas o próximas a la herejía, y que por otro lado, permite imponer sanciones a quienes denuncian estas desviaciones, en virtud del cumplimiento formal de las normas canónicas.  En el ámbito civil este modo de proceder es típico de las dictaduras.  El que esto también haya sucedido dentro de la Iglesia es porque los cómplices de este golpe de Estado no tienen el más mínimo sentido sobrenatural, no temen ni a Dios ni a la condenación eterna, y se consideran partidarios del progreso, investidos de un papel profético que los legitima en todas sus atrocidades, de igual modo que las masacres masivas del Comunismo, éson llevadas a cabo por funcionarios del Partido, que están convencidos de que promueven la causa del proletariado.

En el primer caso, el análisis de los documentos conciliares a la luz de la Tradición choca con la constatación de que han sido formulados de tal manera que dejan clara la intención subversiva de sus redactores. Esto conduce inevitablemente a la imposibilidad de interpretarlos en un sentido católico, sin debilitar todo el corpus doctrinal.  En el segundo caso, la conciencia de la novedad de las doctrinas insinuadas en los documentos conciliares, hizo que fuera necesario hacer una formulación deliberadamente ambigua, precisamente porque solamente haciéndoles creer que ésta era coherentes con el Magisterio perenne de la Iglesia, se conseguiría que fuera adoptada por la asamblea autorizada, la cual tenía que hacerse cargo de “desgravarla” y de defenderla.

Cabe destacar que la mera necesidad de buscar un criterio hermenéutico para interpretar los documentos conciliares, demuestra la diferencia entre Vaticano II y cualquier otro Concilio Ecuménico, cuyos cánones no dan lugar a ningún malentendido. El objeto de la hermenéutica puede ser un para pasaje poco claro de la Sagrada Escritura o de los Santos Padres, pero ciertamente no para un documento del Magisterio, cuya tarea es -precisamente- disipar esa falta de claridad.  Sin embargo, tanto los conservadores como los progresistas coinciden involuntariamente en reconocer una suerte de dicotomía entre lo que es un Concilio y lo que es aquel Concilio: el Vaticano II; entre la Doctrina de todos los Concilios y la expuesta o implícita en aquel Concilio [Vaticano II].

Monseñor Guido Pozzo, en uno de sus escritos recientes en el que también cita a Benedicto XVI, justamente afirma que «un Concilio solo es tal si permanece en el surco de la Tradición, el cual debe ser leído a la luz de toda la Tradición». (4)  Pero esta afirmación, irrefutable desde el punto de vista teológico, no nos lleva necesariamente a considerar -católico- al Vaticano II, sino a preguntarnos si realmente lo es y si se lo puede definir efectivamente como tal, toda vez que no permanece dentro del surco de la Tradición y que tampoco puede leerse a la luz de toda la Tradición. Todo lo anterior sin turbar profundamente a los hombres que lo deseaban.  Ciertamente, esta pregunta no puede encontrar una respuesta imparcial, en aquellos que orgullosamente profesan ser sus partidarios, defensores y creadores. Y obviamente no hablo de la obediente defensa del Magisterio católico, sino únicamente del Vaticano II, como el “primer concilio” de una “nueva iglesia”, que pretende ocupar el lugar de la Iglesia Católica, a la cual se la descarta  -apresuradamente- como preconciliar.

También hay otro aspecto que en mi opinión no debería pasarse por alto, es decir, que el criterio hermenéutico  -visto en el contexto de una crítica seria y científica del texto – no puede ignorar el concepto que quiere expresar. Esto es: que no es posible imponer una interpretación católica de una proposición que en sí misma es claramente herética o cercana a la herejía, por el simple hecho de que está insertada en un texto que ha sido declarado como magisterial.  La proposición de Lumen Gentium, que dice: «Pero el Plan de la Salvación también abarca a quienes reconocen al Creador, y entre ellos a los musulmanes en particular, quienes, profesando tener la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único y misericordioso que juzgará a los hombres en el día final» (LG, 16) , no puede tener interpretación católica: en primer lugar porque el dios de Mahoma no es uno y trino; y en segundo lugar porque el Islam condena como blasfema, a la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad en Nuestro Señor Jesucristo, quien es verdadero Dios y verdadero Hombre.  Afirmar que «el Plan de la Salvación también abarca a quienes reconocen al Creador, y entre ellos a los musulmanes en particular» contradice descaradamente a la Doctrina Católica, que es profesada por la Iglesia Católica, la cual es la única arca de Salvación. La salvación eventualmente conseguida por los herejes, y -más aún- por los paganos, proviene -siempre y solamente-  del tesoro inagotable de la Redención de Nuestro Señor, el cual es custodiado por la Iglesia; mientras que la pertenencia a cualquier otra religión es un impedimento para la búsqueda de la bienaventuranza eterna.  Aquellos que se salvan –a pesar de su adhesión a una religión falsa y nunca en virtud de ella-  se salvan por al menos por un deseo implícito de pertenecer a la Iglesia, ya que lo que [dicha religión tiene] tiene de bueno no le pertenece, sino que es usurpado, mientras que el error que contiene, es lo que la hace intrínsecamente falsa. Es así como la mezcla de errores y de verdad, engaña más fácilmente a sus adeptos.

No es posible modificar la realidad para hacerla corresponder a un esquema ideal: si la evidencia muestra la heterodoxia de algunas proposiciones de los documentos conciliares (y de manera similar, de documentos del magisterio bergogliano) y si la Doctrina nos enseña que los documentos del Magisterio no contienen errores, la conclusión no es que esas proposiciones no sean erróneas, sino que no pueden ser parte del Magisterio. Punto.

La hermenéutica sirve para aclarar el significado de una frase oscura o  que parece estar en contradicción con la Doctrina, y no para corregirla ex post, en la sustancia. Tal procedimiento no daría una simple clave para la lectura de los textos magisteriales, sino que constituiría una intervención correctiva, y por lo tanto la admisión de que en esa proposición específica de aquel documento magisterial específico, se ha manifestado un error que debe corregirse. Y habría que explicar no solo por qué no se evitó ese error desde el principio, sino también si los Padres Sinodales que aprobaron ese error, y el Papa que lo promulgó, pretendían utilizar su Autoridad Apostólica para ratificar una herejía, o bien, si para preferirían valerse de la autoridad implícita que se deriva de su rol de Pastores para respaldarla, sin poner en tela de juicio al Paráclito

Monseñor Pozzo admite: «Por lo tanto, el motivo por el que el Concilio ha sido recibido con dificultad, reside en el hecho de que dos hermenéuticas o interpretaciones del Concilio se encontraron enfrentadas, las cuales, de hecho convivieron juntas, de manera opuesta».  Sin embargo, con estas palabras él confirma que la opción católica de adoptar la hermenéutica de la continuidad, va de la mano con la opción innovadora de recurrir a la hermenéutica de la ruptura, en una arbitrio que demuestra la confusión imperante, y cosa aún más grave: el desequilibrio de fuerzas que están en juego, a favor de una u otra tesis. [Monseñor Pozzo agrega:] «La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de terminar en una ruptura entre la Iglesia preconciliar y la Iglesia posconciliar, y presupone que los textos del Concilio -como tales- no serían la verdadera expresión del Concilio, sino el resultado de un compromiso».  Sin embargo, esta es exactamente la realidad, y negarla no resuelve el problema en lo más mínimo, sino que lo agrava, al negarse a reconocer la existencia del cáncer, incluso cuando éste ya ha alcanzado su muy evidente metástasis.

La afirmación de Monseñor Pozzo, de que el concepto de libertad religiosa expresado en Dignitatis humanæ, no contradice el Syllabus de Pío IX (5), demuestra que el documento conciliar es en sí mismo, deliberadamente ambiguo. Si sus redactores hubieran querido evitar tal equívoco, habría bastado con hacer referencia a las proposiciones del Syllabus, en una nota al pie de página; pero esto nunca hubiera sido aceptado por los progresistas, quienes consiguieron deslizar un cambio doctrinal, precisamente sobre la base de la ausencia de referencias al Magisterio anterior.  No parece que las intervenciones de los Papas postconciliares – y su propia participación, aun en [la comunicación] in sacris así como en las ceremonias no católicas o incluso paganas-, hayan corregido de ninguna manera, el error que se propagó a través del seguimiento de la heterodoxa interpretación de Dignitatis humanæ.  Haciendo un examen más detallado, fue ese mismo método el que se aplicó a la redacción de Amoris lætitia, en la que la disciplina de la Iglesia en materia de adulterio y concubinato, está formulada de modo tal, que teóricamente podía ser interpretada en un sentido católico, mientras que en los hechos fue aceptada [precisamente] en el único y obvio sentido herético que querían difundir. Tan es así, que la clave interpretativa que Bergoglio y sus exegetas quisieron utilizar, acerca del tema de la Comunión de los divorciados, se ha convertido ad interpretatio authentica [es decir en la interpretación auténtica] del Acta Apostolicæ Sedis (6).

La intención de los defensores de oficio del Vaticano II, se desvela como la fatiga de Sísifo, en cuanto a que con mil esfuerzos y mil distinciones, consiguen formular una solución aparentemente razonable, que no toque directamente a su pequeño ídolo, e inmediatamente sus palabras son desaprobadas por declaraciones opuestas, provenientes de un teólogo progresista, de un prelado alemán o del mismo Francisco. Y así, la piedra conciliar vuelve a rodar colina abajo, en donde la gravedad, la atrae hacia su lugar natural.

Es obvio que para el católico, un Concilio reviste ipso facto, una autoridad e importancia tal que lo lleva espontáneamente a aceptar sus enseñanzas con filial devoción. Pero es igualmente obvio que la autoridad de un Concilio, de los Padres que aprueban sus decretos y de los Papas que los promulgan, no hace menos problemática la aceptación de documentos que están en clara contradicción con el Magisterio, o -al menos- que lo debilitan. Y si esta problemática persiste después de sesenta años  -demostrando una perfecta coherencia con la voluntad dolosa de los Innovadores, que predispusieron los documentos e influenciaron a los protagonistas-, debemos preguntarnos cuál es el obex, es decir, cuál es el obstáculo infranqueable que, contra toda razonabilidad y en nombre de un criterio que es válido -única y exclusivamente- para lo ciertamente católico, nos fuerza, para considerar [como] católico, aquello que no lo es.

Es necesario tener muy claro que la analogia fidei se aplica precisamente a las verdades de la Fe, y no al error, ya que la unidad armoniosa de la Verdad -en todas sus articulaciones-, no puede buscar la coherencia [precisamente] con lo que se le opone. Si un texto conciliar formula un concepto herético o cercano a la herejía, no existe ningún criterio hermenéutico que lo pueda hacer ortodoxo, simplemente por el hecho de que dicho texto sea parte de los documentos de un Concilio.  Sabemos bien qué engaños y qué hábiles maniobras han realizado los consultores y teólogos ultraprogresistas, en complicidad con el ala modernista de los Padres Conciliares. Y sabemos bien con qué complicidad Juan XXIII y Pablo VI, aprobaron estos golpes de mano [es decir, estos ataques sopresa], violando las normas que ellos mismos aprobaron.

El vicio sustancial reside en haber llevado de manera fraudulenta a los Padres Conciliares, a aprobar textos ambiguos -que consideraban lo suficientemente católicos como para merecer el plácet [es decir la no objeción]- , y posteriormente usar esa misma ambigüedad, para lograr que dijeranr exactamente lo que los Innovadores querían.  Hoy dichos textos, no pueden ser modificados en su sustancia, para hacerlos ortodoxos o más claros,  ya que se encuentran viciados a causa de una intención dolosa. Es por ello que simple y sencillamente deben ser rechazados -en las formas en que la Autoridad suprema de la Iglesia y a su debido tiempo, juzgue oportunas-.  También habrá que establecer si un acontecimiento anómalo y desastroso como el Vaticano II, aún puede merecer el título de Concilio Ecuménico, una vez que se reconozca -universalmente- su heterogeneidad, con respecto a Concilios anteriores. Una heterogeneidad tan evidente, que precisa del uso de una hermenéutica, algo que ningún otro Concilio ha necesitado jamás.

Cabe señalar que ahora con Bergoglio, este mecanismo inaugurado por el Vaticano II, ha experimentado un recrudecimiento, una aceleración, incluso una efervescencia sin precedentes. Él deliberadamente y en nombre del Concilio, recurre a la aplicación de expresiones imprecisas, astutamente formuladas fuera del lenguaje teológico, precisamente con la intención de desmantelar -pieza por pieza-  lo que queda de la Doctrina. Es cierto que en Bergoglio la herejía y la heterogeneidad con respecto al Magisterio, son obvias y casi descaradas; pero es igualmente cierto que la Declaración de Abu Dhabi no sería concebible sin la premisa de Lumen gentium.

Es justa la afirmación de Peter Kwasniewski, cuando dice: «Es la mezcla, el revoltijo, de grande, bueno, indiferente, malo, genérico, ambiguo, problemático y erróneo -todo [lo antes mencionado], en enorme extensión-  lo que hace que el Vaticano II sea singularmente merecedor de ser repudiado». En cambio, la voz de la Iglesia, que es la voz de Cristo, es cristalina e inequívoca, y no puede engañar a quienes se confían a su autoridad. [Como dice Peter Kwasniewski] «Por eso el último Concilio es absolutamente irrecuperable.  Si el proyecto de modernización resultó ser una pérdida masiva de la identidad católica e incluso de las habilidades doctrinales y morales básicas, la única solución es rendir el último tributo al gran símbolo de ese proyecto y [luego] verlo sepultado».

Concluyo reiterando un hecho que en mi opinión es muy indicativo: si el mismo empeño que los Pastores han prodigado durante décadas en la defensa del Vaticano II y de la “iglesia conciliar”, se hubiera usado para reafirmar y defender a toda la Doctrina Católica, o incluso simplemente para promover el conocimiento del Catecismo de San Pío X entre los fieles, la situación del cuerpo eclesial sería radicalmente distinta.  Pero también es cierto que [si] los fieles [hubieran sido] educados en la fidelidad a la Doctrina, éstos habrían reaccionado con trinches hacia las adulteraciones de los Innovadores y de sus protectores.  Quizás la ignorancia del pueblo de Dios sea deliberada, precisamente para que los católicos no se den cuenta del fraude y de la traición de los que han sido objeto, del mismo modo que el prejuicio ideológico que pesa sobre el Rito Tridentino, solamente sirve para evitar que se lo compare con las aberraciones de las ceremonias reformadas.

La anulación del pasado y de la Tradición, la negación de las raíces, la deslegitimación del disenso, el abuso de autoridad y el aparente respeto a las normas,  ¿no son, acaso, el elemento recurrente de todas las dictaduras?

 + Carlo Maria Viganò, Arzobispo.

21 de septiembre del 2020.
San Mateo, Apóstol y Evangelista.

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(2)
  CCC, 114: Per “analogia della fede” intendiamo la coesione delle verità della fede tra loro e nella totalità del progetto della Rivelazione.

CCC, 114:  Por «analogía de la fe» entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

 

(3)  Interessante notare che, anche in quel caso, delle 85 tesi sinodali condannate con la Bolla Auctorem fidei, quelle totalmente eretiche erano solo 7, mentre le altre furono definite «scismatiche, erronee, sovversive della Gerarchia ecclesiastica, false, temerarie, capricciose, ingiuriose alla Chiesa e alla sua autorità, conducenti al disprezzo dei Sacramenti e delle pratiche di Santa Chiesa, offensive per la pietà dei fedeli, turbative per l’ordine delle diverse chiese, il ministero ecclesiastico, la quiete delle anime; in contrasto con i decreti Tridentini, offensive per la venerazione dovuta alla Madre di Dio, i diritti dei Concilii generali».

Es interesante notar que, incluso en ese caso, de las 85 tesis sinodales condenadas por la Bula Auctorem fidei, las totalmente heréticas fueron solamente 7, mientras que las otras fueron definidas como  «cismáticas, erróneas, subversivas de la Jerarquía eclesiástica, falsas, temerarias, caprichosas, insultantes para con la Iglesia y su autoridad; que lleva al desprecio de los Sacramentos y de las prácticas de la Santa Iglesia; ofensiva a la piedad de los fieles; perturbaciones al orden de las diversas iglesias, al ministerio eclesiástico, a la paz de las almas; en contraste con los decretos Tridentinos, ofensivos a la veneración debida a la Madre de Dios, los derechos de los Concilios generales ».

[ La Bula Auctorem fidei está disponible en Italiano, en formato PDF, en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/file/d/1vJKxVrR_1s7ktsEIO_WpAKuXRSzvxpJu/view?usp=sharing]

 

(5)  «Nello stesso tempo però il Vaticano II nella Dignitatis humanae riconferma che l’unica vera Religione sussiste nella Chiesa cattolica e apostolica, alla quale il Signore Gesù affida la missione di comunicarla a tutti gli uomini (DH, n.1), e con ciò nega il relativismo e l’indifferentismo religioso, condannato pure dal Syllabus di Pio IX.»

«Al mismo tiempo, sin embargo, el Vaticano II en Dignitatis humanae reconfirma que la única Religión verdadera subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la que el Señor Jesús confía la misión de comunicarla a todos los hombres (DH, n. 1), y con esto niega el relativismo y el indiferentismo religioso, también condenado por el Syllabus de Pío IX.»

[ Encíclica Quanta cura y Syllabus errorum, en Español -resguardado en archive.is en el siguiente enlace:
https://archive.is/WBhU#selection-45.0-51.8 ]

 

[Resguardo en archive.is: https://archive.is/QvAjm]

______

Traducción:
Beatriz Eugenia Andrade Iturribarría.

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1 commento

  • Rafael Brotero ha detto:

    Es hora de estudiar el Concilio Vaticano, pero el 1, no el 2.
    Y sobretodo el Concilio de Trento. Para entender por qué el antipapa no puede ser papa y la falsa iglesia bergosorosiana no puede ser la Iglesia Católica.