FORMICOLA Y LA DERIVA MARXISTA DEL PONTIFICADO.

15 Aprile 2020 Pubblicato da Marco Tosatti

Marco Tosatti

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiæ, me parece oportuno volver a la carta extraordinaria que el pontífice reinante ha enviado a los Movimientos Populares, y de la que escribió Sandro Magister, y ha comentado aquí Stilum Curiae mons. ICS. Lo hacemos con una reflexión que nos ha enviado el abogado Giovanni Formicola.

Buena lectura.

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En la Pascua de Resurrección Jorge Mario Bergoglio ha enviado una carta a los denominados -mejor llamar sedicentes- Movimientos Populares, de los que creo son la guinda de la torta donde se mezclan todos los ingredientes ideológicos de la peor modernidad; desde el comunismo de viejo estilo, al radicalismo de masas, hasta la idolatría ecologista de la madre-tierra, al imigracionismo subversivo.

Jorge Mario Bergoglio nunca ha dado su confianza a los que luchan por el derecho de la vida, contra el empadronamiento (como decía el llorado card. Caffarra, otro al que no lo quiso atender) y la institucionalización de la relación homosexual y el adoctrinamiento de Estado LGBT y gender. Confianza que en vez no ha ahorrado, al contrario, ha dado a esa gente, como emerge con absoluta claridad de la insuperable síntesis de Sandro Magister.

Así, en el día de Pascua de Resurrección 2020, ha escrito a estos sus “queridos amigos”, proponiendo por enésima vez un proyecto común de desarrollo humano integral, basado en las tres “T”, “tierra, techo, trabajo”. A fines de tal “desarrollo humano integral”, evidentemente, Dios, Jesucristo -ni aun en el día en que se recuerda la afirmación total de Su Divinidad- y la Iglesia no pintan nada. Esto también se debe al hecho de que si los nombrara como constitutivos del horizonte de esos “movimentados”, quizás la querida amistad que los une se disolvería inmediatamente.

Esta vez, sin embargo, presiona con una nueva, además de las tres “T”. Y lo que golpea, continuamente, es el pathos que sostiene lo que dice, lo que escribe. Pathos según mi parecer, que no subyace cuando se dirige a otro tipo de consensos y se tratan temas serios.

Su mirada se mueve de la pandemia en acto, que parece preocuparlo mucho más que la devastante crisis de Fe, que cada día entroniza cada vez más el abominio y la desolación en nuestro mundo, y en la Iglesia. Por su puesto que hay que combatir la epidemia, y vale la metáfora guerrera “es una guerra contra el Covid19”, como escribe a sus amigos que “son el verdadero ejército invisible que combate las trincheras más peligrosas” (si hubiese dicho aun la mitad de ésto a los militantes que luchan por la vida y por la civilización cristiana).

Naturalmente, un ejército armado solo de “solidaridad, esperanza y sentido de comunidad”. Son los “poetas sociales”, que aun “pretenden superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico”.

El asunto verdaderamente es inquietante. Quien posea un mínimo de dominio de la lectura comunista, percibiría la sintonía del “terror” que preocupaba y en el que coincidían Marx y Engels hacia la mejora “filantrópica” de las condiciones del proletariado, que habría puesto bozal a la verborrea revolucionaria, porque a tal fin se ocupaban de los “pobres”, que era un pretexto, como el de Judas ante el desperdicio del perfume precioso sobre el cuerpo de Jesús (Jn 12,3-6).

También se reconoce el lema de los “derechos” con el pretexto de apoderarse de lo que es de otro aboliendo la propiedad privada y destruyendo el orden socio-económico.

Bergoglio reconoce el primado de la organización revolucionaria, que incita a la envidia y rabia social y prepara el clima de “lucha de clases continua”, respecto a todo lo que pueda atenuar situaciones de descontento, y de siempre posibles injusticias (no por casualidad, grita delante de Dios, como el de la sodomía, el pecado de fraude al salario del trabajador) en función de la paz social, que aquí, como en el más puro lenguage revolucionario marx-leninista, viene llamado “resignación”.

Luego la carta invita a realizar un nuevo orden, donde tanto el mercado como el Estado, sean sustituidos por una suerte de socialismo de autogestión (no dice el nombre, sino el contenido), centrado sobre “las personas, las comunidades, los pueblos”, que no es otra cosa que la perspectiva final del comunismo de Marx, Engels y Lenin, es decir, la extinción de la necesidad del Estado (el mercado lo maldicen desde el principio), para ser sustituído con una gestión coperativa de la vida social y económica.

Naturalmente, son sus queridos amigos, los que producen alimentos sin “destruir la naturaleza” [¡sic!] que no “gozan de los placeres superficiales que anestesian las conciencias”. Como decir, que los efectos del Pecado Original hay que buscarlos en otra parte, en las casas de los ricos, de los potentes, quizás de los rebeldes que no aman, al contrario combaten [quorum ego] a los Movimentos Populares, de los que los componen son narrados con ausencia de todo defecto y vicio, algo parecedido cuando relata sobre los autóctonos amazónicos.

Les incita, además, a continuar la lucha -en la que todo hombre de bien debería enrolarse- y hasta propone, como si fuera poco, que les sea atribuido “un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan”.

Alguien podría pensar que Jorge Mario Bergoglio se postula como leader moral de un movimiento revolucionario mundial. Esperemos se equivoque. Porque sería una amenaza peligrosa para el orden y la paz mundial, que en el fondo son las dos cara de la moneda del bien común.

Giovanni Formicola